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Discriminar no es nada cuqui

Con las manifestaciones del Orgullo LGTBI a punto de caramelo y el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia casi recién pasado (fue el 17 de mayo), queremos dejar unas píldoras de información de utilidad pública para afrontar este tipo de reivindicaciones y, qué diablos, la vida en  general.

  1. La OMS eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales hace 29 años. Mucho tardó.
  2. Aunque tú creas que las personas LGTBI están deseando escuchar tu valoración acerca de su manera de ejercer las relaciones, puede que no lo estén. Tenlo en cuenta, churri.
  3. Está superfeo insultar a alguien por su manera de amar, por la pareja con la que comparte su vida o por llevar plataformas demasiado altas para tu gusto. Si se te cuela en la cola del Mercadona, no pasa nada por hacérselo saber, igual que se lo harías saber a José María, tu vecino del segundo, que siempre se te mete delante porque solo lleva unos yogures. Sé cortés, porfi.
  4. Discriminar a personas es de gilipollas. No seas gilipollas.
  5. Someterse a una operación para cambiar de sexo no es un hobby. Un hobby es viajar, criar gusanos de seda o ir a clases de zumba al gimnasio.
  6. Tolerar no estriñe. Puedes ver a dos hombres besarse, a dos mujeres pasear de la mano, a una persona transgénero en la recepción del hotel en el que te alojas, no decir nada acerca de ellos y que su tránsito intestinal se mantenga como un reloj. Depende de otras cosas, pero, sobre todo, de la dieta.
  7. No pasa nada por no pegar o insultar a personas LGTBI. Tú puedes seguir viviendo sin hacerlo y a ellas les va a ayudar mucho que no las maten.
  8. Si tienes dudas, pregunta a alguien. Pide ayuda. Si el problema es de falta de oxígeno en el cerebro, corre al servicio de urgencias de tu hospital más cercano.
Kamasi Washington en Madrid. Mayo de 2019 (Foto: David García)

EL OTRO DÍA VI UN CONCIERTO Y ME HE VENIDO UN POCO ARRIBA

Si la música popular contemporánea hiciera lista de sus pecados, en la hoja estaría el del exceso en lo previsible. La asunción de riesgos no es consustancial a las audiencias blancas y acomodadas de esta Europa nuestra.

Por eso, una propuesta como la de Kamasi Washington resulta desafiante. Porque no es fácil, no es cómoda, porque expele la constante exigencia de no perderse nada en una riada de sonidos que no permiten un segundo de relajo.

Su concierto del pasado 13 de mayo en el Teatro Coliseum de Madrid –que forma parte del Ciclo 1906: Música para una Inmensa Minoría dejó muy claro cuál es el camino que el jazz de Washington reivindica para conseguir hacer permeable lo que antes parecía estanco.

La hipérbole es norma en el californiano. Por eso, el equilibrado groove de las baterías de Tony Austin y Bobby Miller, y el bajo tocado con las teclas del espectacular Brandon Coleman dejaban sobre el escenario la medida de lo que estaba por llegar.

Ese Street Fighter Mas inicial, tan sugerente, tan funky, tan orquestal, tan exuberante y tan setentero, tensó por primera vez venas y músculos para las más de dos horas siguientes. En ese tiempo, hubo espacio para que se desplegaran con grandiosidad temas de su hercúleo Heaven and Earth (The Space Travelers Lullaby, Journey o la mítica Fists of Fury); para recorrer anteriores glorias del joven saxofonista como Truth; para cantar Cumpleaños feliz a Rickey Washington, a la sazón padre de la criatura; para entrar en trance con el doble solo de baterías de Austin y Miller o para despistar la atención con curiosidad ante los contoneos y expresiones faciales de la extraordinaria Patrice Quinn.

Al final de una experiencia como esta queda la sensación de que, si este es el nivel, lo mejor es que el resto no haga nada porque no hay quien llegue allí arriba. Menos mal que, habiendo tanto espacio entre Kamasi Washington y la gente de este planeta, este también se pueda ocupar con propuestas más prosaicas.

Este contenido es una columna llamada El Piensódromo. La enviamos los viernes por email e incluye algún tipo de reflexión acerca del ecosistema que nos rodea y algunas recomendaciones culturales y lecturas adicionales. Si quieres recibirlo directamente en tu correo electrónico, puedes darte del alta en el formulario que hay aquí.

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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