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JOYClub: El morbo de observar y ser observados

Observar y ser observados. El exhibicionismo y el voyerismo eran considerados tradicionalmente algo así como una perversión. La realidad es que hoy todos disfrutamos del placer de exhibirnos y de observar sin dejar huella. Lo hacemos cada día en las redes sociales. Subimos fotos por el placer de saber que alguien va a verlas. Cotilleamos las imágenes de los demás, con el regusto de saber que, si no queremos, nadie sabrá que las hemos visto.

Las nuevas tecnologías han ampliado esa mirilla indiscreta y hoy en día, aunque nos cueste reconocerlo, son pocos los que ya no tienen la necesidad de mostrar parte su intimidad o introducirse en la intimidad ajena. De personas conocidas y desconocidas.

La mayoría de las personas pone el límite en subir fotos de su comida o cotillear las vacaciones de su ex. Algunos dan un paso más. Muestra de ello es el auge del sexting. Vídeos y fotos de momentos sexuales que podemos grabar o compartir en directo a través de una webcam.

JOYclub es una comunidad online a través de la cual sus usuarios pueden informarse sobre eventos eróticos, swingers y fetiches que están ocurriendo cerca de ellos. A través de la plataforma, los usuarios pueden contactar con personas con fetiches, fantasías y deseos similares.

Además, la comunidad también ofrece un foro con más de 24 millones de comentarios donde los usuarios intercambian experiencias e información sobre sexo, fetichismo, poliamor y placer en un espacio seguro y respetuoso.

Según datos de la comunidad de seguridad de ESET WeLiveSecurity, el 30% de sus usuarios había practicado sexting alguna vez. En concreto, lo había hecho través de aplicaciones de mensajería instantánea como Kik, WhatsApp, Line y Snapchat, en el 56% de los casos. El 23% lo hizo a través de redes sociales, y el 15% en salas de chat privadas.

No hay que olvidar tampoco el creciente negocio de las webcams. En el tiempo del porno gratuito, cuando puedes ver cualquier vídeo desde tu móvil, el añadido está en ver algo real, en vivo y en directo. Así, de las actrices porno se ha pasado al bum de las modelos webcammer, es decir, modelos que conectan su webcam para masturbarse en directo. Un modelo de negocio que mueve en torno a 450 millones de dólares al año. Una cifra nada despreciable.

La pregunta es: ¿nos vale solo con lo virtual?

EL MORBO DE MIRAR Y SER VISTOS

La figura del voyeur existe mucho antes de que internet llegara a nuestras vidas. La hemos visto representada por grandes figuras de nuestra historia como Salvador Dalí. Si bien este caso siempre fue más conocido, estos fetiches también se daban en otras figuras de la cultura. Es el caso del escritor Stefan Zweig, popular durante los años veinte y treinta del siglo pasado, y autor, por ejemplo, de Carta de una desconocida,  que tenía una vida oculta como exhibicionista. El escritor se mostraba desnudo compulsivamente ante otras personas, especialmente en los parques.

El problema de estas prácticas siempre ha sido la falta de consentimiento. No era tan sencillo buscar otras personas que disfrutasen del placer de mirar y de ser vistos, y el hecho de vivir esta peculiaridad erótica en solitario y con la incomprensión de la sociedad, muchas veces llevaba a comportamientos no solo éticamente cuestionables, sino también legalmente problemáticos.

Con la apertura de la mente hacia la libertad sexual, allá por los años 70, comenzaron a surgir prácticas como el dogging o cancaneo. Es decir, quedadas entre varias personas, especialmente entre el colectivo homosexual, que buscaban tener sexo en público para exhibirse o simplemente para mirar. El nombre viene precisamente de la excusa de ir a sacar al perro a la calle para acudir a estas citas. Estos encuentros clandestinos entre unos pocos se convirtieron en citas más masivas, de nuevo gracias a internet. Otra muestra de que el deseo estaba ahí y solo era necesaria la herramienta para abrir una nueva puerta al placer.

Sin embargo, una vez más, en el caso del dogging, se plantea la problemática de tener sexo en lugares públicos, con todo lo que eso conlleva. Sí, existe el morbo del miedo a ser pillados infraganti. Pero también de encontrarse con miradas o grabaciones indeseadas, o acabar dando explicaciones a la policía. Hay quien simplemente quiere disfrutar de la experiencia de una forma tranquila y segura. Tener sexo con angustia y tensión no siempre es lo más recomendado.

ACERCARSE AL MUNDO LIBERAL SIN INTERCAMBIAR

La necesidad de crear espacios seguros, tanto en el mundo real como en el virtual, para poder compartir el morbo de mirar y ser vistos, parece ahora cubierta en gran parte por el mundo liberal. Si bien son muchas las parejas que buscan ampliar fronteras y tener relaciones con más gente, otras muchas, simplemente, acuden a estos locales por el hecho de poder tener sexo en público de forma segura, y mirar a otras parejas a sabiendas de que estas disfrutan siendo observadas. Todos salen ganando.

Ya no existe el estigma, ni hay por qué vivir este fetiche de una forma oscura. Basta con acudir a un local con tu pareja y pasar una noche diferente, solo por el hecho de experimentar algo nuevo. Incluso, en tiempos de pandemia, crece también la demanda de chats privados, donde disfrutar en vivo con otras personas o parejas desde la comodidad de nuestra casa.

Muestra de esta nueva naturalidad son algunos de los grupos que pueden encontrarse en la red de parejas liberales JOYclub, en la que existen citas solo para personas que desean quedar para ver y ser vistos. Todo desde la tranquilidad de encontrarse con gente afín, sin miedo ni prejuicios, y con la seguridad de que el objetivo de todos es pasar un buen rato.

Otra modalidad es el llamado cuckolding, también popular en el cine porno, en la que es habitualmente el hombre el que disfruta y se masturba viendo como su pareja femenina tiene relaciones sexuales con otra persona. Al más puro estilo Salvador Dalí con Gala. No se trata de algo aislado, ni mucho menos. Solo hace falta poner en la búsqueda de la web de pornografía Pornhub la búsqueda de cuckold para encontrarse con más de 25.600 vídeos al respecto.

Es innegable que la necesidad está ahí, y que este tipo de fetiches, lejos de ser anecdóticos, son bastante compartidos. Solo hace falta encontrar la mejor forma para encontrar con quien hacerlo.

Por Silvia C. Carpallo

Soy periodista, sexóloga y escritora. Es decir, que hago casi de todo, menos el pino puente. Las letras son una pasión y la sexología, casi una obsesión. Llevo más de diez años colaborando en medios, en temas relacionados con la salud, el sexo y el bienestar. Pero en esta manía de escribir, también me dio por hacerme escritora de relatos, novelas y ensayos. Algunos de mis libros son El orgasmo de mi vida (Lectio), Decirte adiós con un te quiero (Versátil), Perdernos para encontrarnos (Novela ganadora del VI Premio Kiwi- RA) y Sexo para ser feliz (Libros Cúpula / Planeta). Aunque parecen dispares, algo les une: buscar la felicidad a través del buen sexo.

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