Una revista sobre las historias que se esconden tras los objetos

14 de febrero de 2015
14 de febrero de 2015
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¿Cómo llamarías a un objeto que en algún momento tuvo un gran valor para alguien? En catalán tienen una palabra preciosa para definir a las cosas que alguna vez han sido amadas: «Andròmina». Ese es el nombre de una bella publicación bianual cuyo subtítulo, sin embargo, está en francés: Un cahier sur la vie cachée des objets. «El francés es una lengua muy ligada al tacto, al objeto. Además, la palabra cahier es difícilmente traducible a otra lengua. El francés nos acercaba a esa idea de intimismo que estábamos buscando». Como la revista es un proyecto muy personal y sus creadores, Albert Romagosa, Arnau Tàsies y Tai Sans, hicieron «lo que les apeteció en cada momento», su interior está escrito íntegramente en inglés.
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La culpa de todo la tuvo Pulp fiction. En concreto, la escena en la que Buch (Bruce Willis), de niño, recibe el reloj de oro que perteneció a su bisabuelo. «El capitán Koons (Christopher Walken) le cuenta la historia de cómo su padre lo llevó escondido en el culo durante su cautiverio en Hanoi para que no lo confiscaran los vietnamitas. Esa escena nos cuenta cómo las historias que acompañan a los objetos son lo que realmente importa. El fetichismo hacia un objeto está vinculado más a las historias que al objeto en sí mismo».
La idea tuvo también otro desencadenante: la necesidad de desconexión del mundo digital: «Cada día es lo mismo para miles de personas; sentarse frente a un ordenador durante cantidad de horas, usar pantallas en los trayectos, despertarse con el smartphone…», explican los fundadores de la revista. «De algún modo queríamos crear una pausa».
[pullquote class=»left»] «Andròmina solamente tiene sentido en papel, huir de él para ganar audiencia o dinero no tendría valor.» [/pullquote]
Andròmina reivindica este poder narrador de los objetos no solo a través de su contenido, sino también de la propia materialidad de la revista. «Andròmina solamente tiene sentido en papel, huir de él para ganar audiencia o dinero no tendría valor. El primer número carece de publicidad, fue una declaración de intenciones en toda regla. El amarillo es el color de la mala suerte, también fue un guiño a que el color puede tener connotaciones «objetuales». Todas estas cosas son menos perceptibles a nivel digital por la cantidad de inputs que recibimos a través de la pantalla. Además, gran parte de las fotografías son analógicas, las cualidades del papel son importantes y el formato está pensado para una lectura apacible y cómoda».
Pese a todo esto, y a que la publicación gana fuerza por analógica y romántica, sus creadores conceden una pequeña tregua a lo digital: «Para el segundo volumen estamos preparando una sección en fotografía digital. Lo digital también puede ser romántico, no se trata de una lucha sino de una yuxtaposición. Cada vez vemos más la tendencia a mezclar los últimos avances digitales con objetos analógicos. Se trata de convivir con ambos para alcanzar nuevas formas de expresión».
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¿Hay sitio en Andròmina para cosas de usar y tirar? Sin duda. «Reivindica el respeto por las cosas, pueden ser objetos duraderos, caducos o de un solo uso, pero si la historia que hay detrás es buena…¡hay que contarla! También nos interesan cosas efímeras. De una forma u otra, todo tiene una fecha de caducidad».
[pullquote class=»right»] «La emoción, el sentimiento y la pasión son fundamentales para que las cosas perduren y sean auténticas.» [/pullquote]
Andròmina sigue una línea editorial exigente con mucho sitio para la emoción: «No se trata de un “portfolio review” sino de explicar aquello desconocido por el gran público, historias interesantes que de otro modo podrían caer en el olvido». Del primer volumen, se quedarían con la historia de Marc Comas: «nuestra entrevista con él en Cadaqués fue algo mágico, la atmósfera que se respiraba ese día encapotado y sus discurso nos llegaron al alma». Y comparten el siguiente secreto sobre la clave para que los objetos tengan ese «aura» de la que hablaba Walter Benjamin: «el denominador común que sacamos de nuestras conversaciones con todas las personas con las que hemos tratado el tema es que la emoción, el sentimiento y la pasión son fundamentales para que las cosas perduren y sean auténticas».
El equipo de Andròmina apuesta por una humanización del arte, una conexión indisoluble no solo con el objeto, sino con las personas ligadas a él. «El arte y sus creadores están siempre vinculados. Cada uno habla con su voz y su propia visión, eso es lo que los hace únicos. Nosotros queremos actuar como un pequeño púlpito en el que los colaboradores puedan hablar con sus propias palabras. Las personas son las que crean las historias; por esto es imprescindible que quienes lean la revista se sientan ligados no solo al objeto, sino a la persona que lo cuenta. La cercanía y el intimismo son fundamentales, y por eso los artículos están escritos en primera persona por sus autores.»
Andròmina reveals the object within a person, dice la última frase de su manifiesto. Quizá, en efecto, todos podamos ser definidos a través de los objetos que nos han ayudado a tejer nuestras historias.
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