Te ha tocado una generación chunga. Escuchas a tus padres contar cómo eran las cosas antes y te preguntas por qué, si tú no estabas ahí, ahora tienes que pagar los platos rotos.
Pero de nada sirve lamentarse. Solo tienes una vida, esta, y deberás vivirla de la mejor manera posible.
Por supuesto, ya lo sabes, todo lo que en el pasado servía para salir adelante se ha ido al garete. Unos estudios con excelentes calificaciones no te garantizan un empleo digno. Y si lo consigues, trabajar mejor y más horas de las que te corresponden tampoco es garantía de que en cualquier momento no te pongan en la calle.
Ya no hay causa efecto, ni estímulo respuesta, ni esfuerzo recompensa. El trabajo bien remunerado se ha convertido en un bien escaso y, cuando algo es escaso, se lo quedan los de siempre.
Así que lo que ahora toca es reinventarte de arriba abajo. Pero teniendo muy en cuenta que las reglas son otras.
En un mundo tan acelerado, las teorías de Darwin ya no funcionan. No se trata ya de adaptarte al medio, porque el medio cambia demasiado deprisa como para que el esfuerzo de adaptación perdure. Ahora, lo que toca es anticiparte al cambio.
Vivir en el cambio es otra forma de vivir. En primer lugar, porque este nuevo ecosistema se mueve por un principio inexorable: si tú no te anticipas al cambio, el cambio se anticipará a ti.
Esto supone que ese ejercicio de anticipación ha de ser permanente. El trabajo que realizas, lo que aprendes, el lugar en el que vives, todo debe de estar dirigido a prepararte para un mundo que todavía no existe, pero que si te esperas a que llegue ya será demasiado tarde.
Y así una vez, y otra, y otra. Siempre bajo el mismo principio: que el presente no te pille por sorpresa.
No te equivoques, no estamos hablando de triunfar, estamos hablando de sobrevivir. Por ser de la generación que eres no vas a poder instalarte en el confort de la clase media, porque esa clase está condenada a desaparecer.
La única zona segura será esa que cambia continuamente, pero que gracias a tu capacidad de anticipación te pillará siempre ahí, en el momento adecuado y en el lugar adecuado.
Suena estresante, es cierto. Pero solo porque sigues midiéndolo todo desde los parámetros de un pasado que ya solo fabrica melancolía. Si, en cambio, lo ves como una nueva forma de vivir, más activa existencialmente, más curiosa intelectualmente y más apasionada vitalmente, tal vez empieces a considerar que crear el futuro en lugar de esperar a ver qué es lo que este te depara es lo que realmente te hará feliz.
Has venido a un mundo en el que cada pregunta tenía escrita su respuesta. Pero ahora, de repente, las respuestas han desaparecido y eres tú el que tendrás que volver a escribirlas. Y lo más importantes para acertar en este ejercicio de anticipación permanente es tener en cuenta que las respuestas acertadas ya no son respuestas: son las preguntas que deberás hacerte para construirlo todo de nuevo.