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Quitando de la ecuación lo conveniente o molesta que sea la familia en cada momento, lo cierto es que es el primer telón de la realidad que nos rodea. Nuestras familias configuran la capa más básica del ecosistema humano que habitamos. Cuando te dedicas a la fotografía, puede ocurrirte lo que a Román Yñán, que decidas contar historias a través de ellos. Al fin y al cabo, son agentes conocidos que retratan de una manera más o menos fiel lo que ocurre en tu intimidad.
Yñán ha querido hacer de su familia la de todos. Cree que todos podemos reflejarnos en ella, ya sea por similitud o por extrapolación. Comenzó sus Series Familiares porque sintió la necesidad de otorgar un poco de orden a su trabajo. «Es un diario, es infinito temporalmente y decido utilizar ‘el diario’ para llegar a otros lugares.  En este caso utilizo las fotos familiares para hablar de ‘la familia’ en un sentido universal, algo que todos reconocemos y experimentamos, de una u otra manera», explica.
Así se esboza su personal manera de relacionarse con ellos. Todo comenzó de manera natural, hace 14 años, cuando conoció a su mujer, a Sonia. «Tenemos toda nuestra relación fotografiada y documentada. La fotografía siempre ha estado muy presente en nuestra vida». Dice que lo más cotidiano nos hace semejantes ya que, en esencia, la mayor parte de seres humanos buscan las mismas cosas en sus vidas. A partir de ahí, Yñán percibe su alrededor como algo a lo que la fotografía se adapta como un guante. No fuerza las situaciones, no peca de manierista ni busca poses gratuitas. Para él, lo auténtico tiene carácter cotidiano y capturar esos momentos es más una necesidad vital que creativa. «Después de tirar muchas y muchas fotos me di cuenta que lo que tenía más peso y más se repetía en mi trabajo era la documentación de mi vida privada, mis diarios. Fotografío por necesidad, no estoy seguro de que sea por necesidad creativa», dice.
Estas Series Familiares plantean, además, la duda de dónde está la línea que separa lo íntimo de lo público. Al fina, cada uno marca la raya donde le place porque la variable que hace que esté más allá o más acá pasa irremisiblemente por el pudor de las personas. «La intimidad o privacidad poseen distintas acepciones dependiendo de las culturas y los individuos», explica. «Es la preservación del sujeto y sus actos del resto de seres humanos, pero también la característica de un lugar que invita a este estado del ser humano. A veces se relaciona con el anonimato a pesar de que, por lo general, es más preciada por las personas que son más conocidas por el público».
Todo lo que él siente por la fotografía, por esa manera natural de contar historias, lo resume en una cita de Seiichi Furuya.

Esa era nuestra vida. Hacer fotos es una parte de la vida, dice. Nunca miraba las fotos de ella, nunca se las amplió durante su vida. Nunca vimos ninguna de las ampliaciones. Era la forma en que conectábamos, una parte de nuestra relación, una manera de disfrutar el uno del otro. Ella nunca dijo «no me saques fotos» y nunca me dijo «vamos a sacar fotos». Expusieron película y lo guardaron en una caja para otro tiempo, para otra vida.

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Patrick Thomas

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