Ni se te ocurra hacer otro selfi

Por culpa de las fotos y los vídeos que todos hacemos con los móviles, llegará un día en que el mundo se dará la vuelta. Será cuando, con un solo clic más, de repente, habrá más imágenes virtuales que reales. Y a partir de ese momento, la realidad serán las imágenes y las imágenes seremos nosotros.

Esta nueva realidad residirá en la Nube. Un universo paralelo que nos acabará ignorando, pues sus habitantes, pese a ser una réplica exacta de nosotros mismos, vivirán al margen de nuestras miserias. En la Nube no habrá contaminación, ni incertidumbre, ni carencias, ni decepciones. Los sonrientes rostros de esas imágenes, nacidas de los miles de millones de selfis acumulados a lo largo del presente siglo, se organizarán a la perfección tal y como les enseñamos a hacerlo en nuestras pantallas: por fechas, por ubicaciones, por temas, por resoluciones…

La quietud será total. Incluso los vídeos permanecerán estáticos, dado que no tendrán quien los inicie. De hecho, su existencia será muy similar a la soñada por nosotros cuando imaginamos el Paraíso. Una vida apacible, contemplativa y eterna. El infierno será, en cambio, la vida en la Tierra. Sometidos por los robots de última generación, los seres mortales vagaremos por el planeta anclados a nuestra condición carnal y perecedera. Entonces intentaremos recordar cómo era todo en el pasado, pero no podremos. Porque las fotos y los vídeos, ya independizados en su propia Nube, se negarán a visitarnos.

Estábamos avisados. Susan Sontag, en su libro Sobre la fotografía, escrito incluso años antes de que los móviles incorporaran una cámara digital, ya dijo:

«El inventario comenzó en 1839 y desde entonces se ha fotografiado casi todo, o eso parece. Esa misma avidez de la mirada fotográfica cambia las condiciones del confinamiento en la caverna, nuestro mundo. Al enseñarnos un nuevo código visual, las fotografías alteran y amplían nuestras nociones de lo que merece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar».

Y más adelante añade, casi como una advertencia:

«Todo uso de la cámara implica una agresión».

Y esa agresión se está volviendo contra nosotros. De hecho, y siguiendo con la ficción, podemos decir que la única razón por la que Malthus falló en su informe sobre la sobrepoblación es porque se equivocó de protagonistas. Los grandes movimientos migratorios se están produciendo de la Tierra a la Nube, y es allí donde finalmente se constituirá una nueva forma de vida alumbrada por las redes sociales.

El día que interpusimos la cámara de nuestro móvil entre la realidad y nosotros, el mundo nos dio la espalda. Los lugares, los encuentros, los instantes y las conversaciones se refugiaron tras las pantallas decepcionados con nuestra apatía. Y ahora, desde la Nube, las imágenes nos miran con desapego, pues nuestra existencia es mucho más infeliz que la suya. Un doloroso final del que ni siquiera podremos lamentarnos, pues se trata de un final que, después de todo, nosotros comenzamos.

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