Lavabos convertidos en gabinetes poéticos

Gabinete poético

Imagina que asistes a ver un espectáculo sin saber muy bien qué te vas a encontrar. Cuando llegas al local, te dirigen a un rincón oscuro. Puede ser un trastero, o quizá un cuarto de baño.

Te reciben con una canción tocada con acordeón, y a partir de entonces te van pidiendo que hagas cosas: que elijas objetos, que les pongas títulos, que escojas una caja de música que tú mismo tocarás. Tus decisiones serán las que configuren el espectáculo, que incluirá poesía, teatro de sombras, música e improvisación.

El formato recibe el nombre de «gabinete poético» (también «teatro de toilette»). Su autor, Nelo Sebastián, prefiere que no contemos mucho más sobre esos encuentros porque «el misterio y la curiosidad juegan un papel muy importante en el espectáculo». Entre los propios asistentes se genera, dice, un «efecto cadena»: parecen ponerse de acuerdo en no dar pistas para no hacer «spoilers» a los que vengan después.

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El teatro de la personalización

Este espectáculo teatral para un solo espectador explora el imaginario creativo del visitante para generar una pieza diferente cada vez. Sebastián lo ofrece en festivales y otros eventos o incluso a domicilio.

La idea, que surgió a principios de 2014, resultó de la confluencia de varios factores. Por un lado, la técnica del «lambe-lambe» (teatro de títeres en el interior de una caja a la que uno se asoma por una mirilla).

Por otro, el contenido de unos cursos de tarología y psicomagia impartidos por Paulina Doniz y Alejandro Jodorowsky en París. En ellos, el autor aprendió, entre otras cosas, a «abrir los cinco sentidos y sacar información útil del espectador desde el mismo instante en que cruza la puerta de entrada. La indumentaria, el caminar, el habla, la gesticulación… todo ayuda a envolver de una forma u otra el poema».

Por último, también le marcó mucho un taller del titiritero y escritor Toni Rumbau sobre cómo mover objetos mediante la luz, cómo se relacionan los objetos con las palabras que los nombran y qué significados les dan las personas en su subconsciente.

El resultado se parece a una tirada de cartas «sin predicciones ni sacralizaciones» y convertida en show. «Mi intención no es crear un buen poema, sino crear el “retrato” exacto con el que el espectador se sentirá familiarizado».

En una época en la que casi todo se puede personalizar, resulta comprensible que los espectadores demanden obras creadas especialmente para ellos. Pero Sebastián cree que esta customización viene de antes: «El teatro está personalizado en sí mismo. Aunque seamos trescientas personas viendo la misma obra, cada una se está llevando  las imágenes y los recuerdos a su propio terreno. En ese sentido, el teatro más vanguardista sí que permite intervenir más al espectador, pues da imágenes más abiertas e incompletas para que la historia transite a través de cualquier persona».

La proliferación de espectáculos personalizados también puede achacarse, dice, a la «supervivencia del artista en los tiempos económicos que corren donde las grandes producciones son utopías».

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Los objetos y el espacio

Sebastián es un amante de la premisa «menos es más». Cualquier teatrero debe serlo en parte, pero en su Gabinete Poético, resumir se convierte en una necesidad: «Para que un objeto inerte cobre nuevos significados hace falta mucha concentración y sobre todo volcar el esfuerzo artístico en la “atmósfera”, esto es limpiar la escena de excedentes. Esto solo se puede conseguir desde lo sencillo». Este «formato-ninja», además, le ayuda a desplazarse con facilidad y a adaptarse a casi cualquier espacio.

Los objetos que utiliza son los mismos en todas las sesiones. «Solo así puedo demostrar como una misma materia se transforma de diferentes formas según las personas que la transitan».

Cuando pide a los espectadores que redefinan los objetos, solo les ruega que no elijan nada muy personal ni muy obvio. Más allá de eso, casi todo vale. «Al objeto “silla” le han llegado a poner el de “arnés sexual para cuatro personas” y salió un poema precioso. Cuanto más espontáneo y azaroso, mejor».

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Sebastián cree firmemente que los objetos tienen un gran poder en la creación de historias. «Es el poder de sugerir, de transmutar, de desdoblarnos, de rescatar, de simbolizar… Es un poder parecido al de los títeres pero con el plus de romper la barrera de la obsolescencia. Ahora todo es de usar y tirar y aquí rescatamos del olvido. Cada objeto está cargado de historia y aquí les damos una segunda oportunidad para dejar que nos hablen».

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El artista es exigente con su trabajo: «es mi responsabilidad mantener en cada visita un mínimo de calidad». Si en una de las sesiones la inspiración no está de su lado, su respuesta es «confianza ante el abismo y mucha práctica». Aparte de algunos trucos técnicos (y secretos), comenta que «al ser un teatro de atmósfera, si se cumplen las reglas del juego, no hay demasiados huecos por los que pueda escaparse la inspiración. Aquí los errores son tesoros».

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La improvisación hecha libro

Tras cada sesión, el espectador se llevaba un boceto en papel del poema improvisado durante ella. El artista lo regalaba como muestra de desapego, pero pronto le sugirieron que los conservase: «Algunos nacían cargados de poder y significado más allá del propio ritual», recuerda. Comenzó a fotografiarlos antes de que se los llevaran y a pensar que podría ser interesante trasladarlos a otros formatos.

Lleva un año recopilando los poemas de ese espectáculo y ahora, en colaboración con su hermano Jaime Sebastián, que es un «apasionado de los nuevos formatos editoriales», ha decidido poner en marcha un proceso de financiación mediante crowdfounding que esperan que culmine con la publicación de un libro que contendrá una selección de esos bocetos, «profecías» o «escáneres del alma», como el propio autor los ha definido. Entre las distintas recompensas que ofrecen según la cuantía de la aportación, están las de ir a tu casa a hacerte el gabinete o contratar las sesiones para eventos personales.

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«La dificultad residía en que no solo era la visión de mi hermano la que tenía que materializar en este poemario, sino todo el imaginario creado por cada uno de los espectadores», reflexiona el diseñador. «Intenté distanciarme lo máximo posible como diseñador y dejar espacio a las interpretaciones de los lectores». Es importante subrayar que en el libro las fotografías representan los objetos vacíos de contexto y significado para que cada cual pueda reinterpretarlos los objetos a su gusto. «De este modo el juego no se queda en el espectáculo, y el libro mantiene la esencia interactiva del proyecto».

«La relación teatro y libro tiene siglos de historia pero hay pocos ejemplos de proyectos editoriales que atiendan a las propuestas más recientes de teatro experimental», relata Jaime Sebastián. «Citando a Ulises Carrión, “Un libro es una secuencia de espacios. Cada uno de estos espacios es percibido en un momento diferente: un libro es también una secuencia de momentos”. Partiendo de esta reflexión, he intentado recrear el desarrollo de la obra mediante el equilibrio entre misterio e información».

Su idea es que para cada edición del libro se sustituyan todos los objetos por otros nuevos. Mientras tanto, seguirá ofreciendo el espectáculo en bares, librerías, asociaciones culturales y otros espacios, principalmente de Barcelona y Valencia. Atento cuando escapes al lavabo, ese «oasis temporal» donde la creatividad puede dispararse, porque puede aguardarte una sorpresa.

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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