¿Cómo influye el espacio en la sexualidad?

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«La arquitectura es una especie de elocuencia del poder expresada en formas, elocuencia que unas veces persuade e incluso acaricia y otras se limita a dictar órdenes».
(Friedrich Nietzsche)

En un ascensor, en un sitio público, en unos vestuarios… Muchas fantasías sexuales están ligadas al «dónde» hacerlo más que al cómo o con quién hacerlo.

La exposición 1.000 m2 de deseo. Arquitectura y sexualidad, del CCCB, explora la importancia del espacio en los comportamientos sexuales, basándose en las manifestaciones artísticas, culturales y arquitectónicas en la sociedad occidental desde el siglo XVIII hasta nuestros días.

¿Pueden los espacios ser motores del deseo? ¿Ha contribuido la arquitectura a la creación de estereotipos de género y a la consolidación de la sociedad patriarcal? Rosa Ferré, comisaria de la exposición junto a la arquitecta Adélaïde de Caters, reflexiona sobre estos temas.

YOROKOBU: ¿Cómo puede influir el espacio en los comportamientos sexuales? 

ROSA FERRÉ: Puede influir en varios sentidos. Por un lado, hay mecanismos, códigos, ambientes que actúan como motores del deseo, que despiertan físicamente nuestros sentidos.

Pero además los espacios están codificados. Un espacio se compone de referentes que apelan a algo. En los espacios para el sexo apelan a nuestras fantasías, a nuestra mitología sexual, a nuestros fetiches, a liberar nuestros deseos. Otros espacios nos domestican, nos dicen cómo tenemos que comportarnos, nos anuncian que estamos siendo observados, que no podemos hacer lo que queramos.

Sade tenía muy claro que había que diseñar unos espacios determinados para desatar las perversiones de los libertinos. Charles Fourier también creía que la convivencia en unos determinados edificios, como el falansterio, sería capaz de transformar la sociedad.

La exposición pretende dar visibilidad a algunos de los proyectos que se han distinguido por subvertir los modelos tradicionales, los que han imaginado otras maneras de relación más allá de la pareja, la familia o la monogamia, y que han inventado nuevos espacios para el sexo.

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Atti Fondamentali. Amore: la Macchina innamoratrice, 1971 – 1973
Archivio Superstudio
© Superstudio

Y: ¿Dónde radica el magnetismo de los escritos del Marqués de Sade? ¿Cuál es su relación con los espacios?

R.F.: Sade es palabra en escena. Sus relatos se apropian de los espacios tradicionales de la novela libertina, los conventos, los sofisticados boudoirs, los salones de los palacios… Y añade a estos espacios otros nuevos y propios: las fortalezas de los castillos, las mazmorras insonorizadas, los sótanos para la tortura…

En Sade todo debe ser dicho y mostrado crudamente. Hay un enorme placer en decirlo todo, esa es su verdadera transgresión: describir todo lo indecible. Por eso es una utopia del exceso del lenguaje. Describe la arquitctura donde tienen lugar las escenas sexuales y retrata la escenografía. Dicta al detalle el movimiento de los protagonistas: cómo los grupos de cuerpos se acoplan, quien hace qué, forzando la resistencia del lector, que es un voyeur de estos cuadros teatrales.

Y: ¿De qué manera puede influir la arquitectura en la creación de estereotipos de género? 

R.F.: El género es, al mismo tiempo, un filtro a través del cual interpretamos el mundo y un corsé que constriñe nuestros deseos y fija nuestro comportamiento. La teoría crítica de estas ultimas décadas trabaja con la idea de que la diferencia de género está construida.

En la exposición le dedicamos todo un capítulo a la arquitectura publicada en la revista Playboy. Lo que este fenómeno pone de manifiesto es que la masculinidad heterosexual, lejos de ser natural, es también un código cultural construido. La revista publicita una nueva manera de vivir el espacio doméstico por parte de los solteros acomodados, dice cómo crear un apartamento que funcione como una trampa de seducción en contraposición al modelo tradicional de nido monogámico familiar pensado para la reproducción y gestionado por la esposa.

[bctt tweet=»«El género es un filtro para interpretar el mundo y un corsé que constriñe nuestros deseos»» username=»YorokobuMag»]

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Playboy Bed
Revista Playboy, abril 1965 / Playboy Magazine, april 1965

La revista diseñó una nueva identidad para los hombres que les dictaba cómo vestirse, qué escuchar, qué beber, qué leer y cómo vivir: con que muebles y en qué interiores. Desde Frank Lloyd Wright a Mies van der Rohe pasando John Lautner o Ant Farm hasta las producciones del diseño de los Eames, George Nelson, Eero Saarinen o Harry Bertoia, la arquitectura y el diseño se presenta a través de este medio como instrumento de reforma de un código de conducta.

Y: ¿Son fieles a la realidad social  las representaciones culturales actuales que aluden al sexo (por ejemplo, películas y libros)?

R.F.: Desde hace unos años a esta parte, por ejemplo, las parejas jóvenes en las películas de Hollywood negocian en la cama quién le hace qué al otro. Me imagino que esto responde a una nueva realidad. Si hablamos por ejemplo de las sombras de Grey, recientemente tuve la oportunidad de discutir con una especialista en BDSM y la película sólo le daba risa.

Y: ¿Cómo influyen esas representaciones culturales en las decisiones que el individuo toma en la intimidad?

R.F.: Las fantasías son construcciones culturales. Está estudiado que la escena de sexo arrebatado en la cocina entre Jessica Lange y Jack Nicholson en El cartero siempre llama dos veces (del tipo «rasgo la ropa y te tumbo sobre la mesa sin importarme lo que rompo») se convirtió de inmediato en una fantasía espacial de los años 80. Por ponerte un ejemplo.

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Bubble House
Design Studio Chrysalis
Revista Playboy, abril 1972, p. 118 / Playboy Magazine, april 1972, p. 118
© Richard Fish

Y: ¿Qué no va a encontrar el visitante en esta muestra?

R.F.: La exposición no se centra en los espacios tradicionales, ni en la cama de matrimonio ni en su reverso, el burdel. Tampoco es un repertorio de los espacios tipificados como espacios de transgresión: conventos, mazmorras, mega burdeles o saunas.

No habla de la morfología de los edificios desde un punto de vista sexualizado: ni de los rascacielos como símbolo fálico del poder masculino, ni de arquitecturas «sensuales» y femeninas por sus formas onduladas. Esas aproximaciones están muy trilladas y son simplistas y poco productivas. Tampoco hablamos de la arquitectura hecha por hombres o hecha por mujeres.

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Nicolas Schöffer. Centro de entretenimientos sexuales
©Susana García, CCCB, 2016

Y: Si en la historia hemos pasado por utopías, por revoluciones sexuales, por espacios de libertinaje, ¿hacia dónde nos dirigimos?

R. F.: Si no es sencillo hablar del presente, del futuro todavía menos. Es evidente que ahora es la tecnología la que crea los espacios. Yo creo que el futuro del cuerpo y de la sexualidad dependen, y mucho, del futuro del trabajo, de la producción, del consumo y de la disposición del tiempo propio.

El ciberespacio es la meca de las filias, en él toda manía puede encontrar su sitio, su comunidad. Es también la meca para los curiosos, para ver otras cosas. Más allá del consumo pasivo de la pornografía en internet, las prácticas cibersexuales contemporáneas también incluyen actividades sofisticadas de intercambio y comunicación multimedia. También la realidad virtual y la tecnología de la estimulación teledildónica están creando espacios inmersivos que en poco tiempo podrían competir con el sexo presencial. 

Las apps de encuentros son un espacio en sí mismas, no son solo instrumentos para el encuentro real. Muchos usuarios de internet decoran sus espacios teniendo en cuenta la imagen determinada que quieren mostrar. Se habla de si hay espacios más «instagramizables» que otros.

Internet y las redes sociales imponen una laboriosa construcción de la imagen de la vida privada. Hay que parecer sexy. Es como si el deseo en el siglo XXI fuera el deseo de los otros.

Ahora, millones de conciencias individuales buscan el contacto de otros en privado pero en contextos, como internet, que son públicos. ¿Internet funciona como una maquina masturbadora? ¿Todos estamos juntos en la red pero en forma narcisista? Parece que el porno de acceso fácil en internet es la nueva educación sentimental de los jóvenes.

[bctt tweet=»«Parece que el porno de acceso fácil en internet es la nueva educación sentimental de los jóvenes»» username=»YorokobuMag»]En el contexto occidental donde la permisividad ya no es transgresión sino la norma podemos decir que vivimos en una época de absoluta liberación sexual. Muchos hablan de liberalización sexual, de que el sexo está ahora absolutamente ligado al consumo. También se habla de que la obsesión por el  fitness, el castigarse en los gimnasios, es una especie de reverso de la sexualidad placentera.

Los periódicos hablan de una tendencia especialmente llamativa entre los hombres jóvenes de 25 a 29 años en Japón, de los cuales un 20% señala que el sexo «no le interesa». Son los denominados «herbívoros». No mantienen relaciones sexuales, se autosatisfacen. No creen en la pareja, en el amor, ni en la familia. Viven solos pero hiperconectados a las redes sociales. Sexo y competitividad social están íntimamente ligados: confiesan que no tienen una ambición personal. Prefieren dedicar sus esfuerzos a comprarse ropa, exhibirse públicamente y cuidar su aspecto físico. Se autodenominan hedonistas. Se ahorran el encuentro físico con el otro que exige un esfuerzo, pero también se pierden lo que un encuentro puede darles.

Creo que es muy interesante volver a la revolución sexual de los años 60 y 70,  y ver dónde estamos ahora. Los 60 no significaron sólo la liberación de las relaciones sexuales: se reivindicaba un tiempo para el encuentro de los cuerpos. ¿Cuál es el tiempo del placer sexual hoy, cuando nuestros días están repartidos entre el tiempo para la producción y para el consumo?

Generar espacios distintos en la sociedad que vayan mas allá de la relación binaria entre los géneros, que no repliquen las representaciones obvias y de poder es el reto. Entender otra relación con el cuerpo propio y el ajeno y generar unas fantasías que no tengan que ver con el pasado es un reto difícil.

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Colour drawing of section of the Panopticon or Inspection House, 1794-95
Jeremy Bentham
© Bentham Papers, UCL Library Services, Special Collections

La exposición se divide en tres partes: Utopías sexuales, Refugios libertinos y Sexografías; y recoge material de Claude-Nicolas Ledoux, Charles Fourier, Sade, Adolf Loos, Carlo Mollino, Supestudio, Archigram,  Ettore Sottsass,  Rem Koolhaas, Nicolas Schöffer, Douglas Darden, Larry Sultan y William Kentridge, entre muchos otros. Puedes explorar las obras destacadas en este enlace y visitar la exposición hasta el 19 de marzo de 2017 en el CCCB (Barcelona).

Foto de portada:
Devalle House, 1939-1940
Carlo Mollino
Politecnico di Torino, Sezione Archivi della Biblioteca «Roberto Gabetti»
© Fondo Carlo Mollino

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