Fue una noche de truenos afilados. Jonathan Notario trabajaba en su laboratorio, con una camisa verde abotonada hasta el cuello y unas gafas negras. Llevaba tanto tiempo metido en su trabajo que habรญa perdido el sentido del tiempo. En su barrio sabรญan que hacรญa juguetes realistas y que pretendรญa dar vida a alguno de ellos, igual que muchos cientรญficos intentaron despertar a autรณmatas en el siglo XVIII y, al final, lo รบnico que consiguieron fue inspirar la historia de Victor Frankenstein.
Hacรญa mรกs de diez aรฑos que el artista habรญa abandonado su hogar en Leรณn para estudiar arte en Salamanca e instalarse en Madrid. En esa ciudad montรณ el estudio donde, rodeado de lรกpices, pinturas, papeles, maderas y un ordenador, buscaba un tipo de vida hรญbrida entre la realidad y la imaginaciรณn.
En una estanterรญa tenรญa cientos de pelรญculas de los aรฑos 80 y 90. Decรญa que para este experimento habรญa aprendido mucho de largometrajes como El cortador de cรฉsped o Regreso al futuro. Querรญa hallar la fรณrmula de una realidad virtual mรกs cรณsmica que la actual.
La lluvia torrencial caรญa como una manta de sopapos en el tejado. De pronto, Notario tuvo la sensaciรณn de que habรญa un ruido distinto al del temporal. Procedรญa de la puerta. Alguien tocaba de forma insistente. El artista abriรณ y encontrรณ a una vecina hecha una sopa. La invitรณ a pasar y le ofreciรณ ropa seca. Aceptรณ. En pocos minutos la mujer habรญa traspasado la misma frontera temporal en la que el artista llevaba mucho tiempo perdido. Ese atuendo la situaba en algรบn lugar intermedio entre Diana, la mala de la serie V; una chandalera de los aรฑos 80 y una astronauta retrofuturista.

Notario la invitรณ a probarse las gafas de realidad virtual en las que estaba trabajando. Aceptรณ. Y cuando estaba acomodรกndolas sobre su rostro, un rayo de electricidad como aquellos con los que investigaba Tesla entrรณ por la ventana y fue directo hacia la mujer. Del lambreazo, en ese mismรญsimo instante, sonรณ un estruendo mucho mayor que todos los rayos y aldabonazos juntos de aquella noche. Habรญa caรญdo una placa sobre el suelo y no quedรณ ni el mรกs mรญnimo rastro de la mujer. Era como si jamรกs hubiese estado.
Jonathan Notario se acercรณ a la placa y vio que ahรญ se habรญan condensado varios de los artefactos en los que habรญa estado trabajando desde que se perdiรณ en el tiempo. Habรญa una especie de pinball, una consola extraรฑa, unas lentes 4D y unos rayos de cรณmic.

Este es el relato que venรญa, escrito a mano y con alguna mancha de tinta de limรณn, junto al paquete que contenรญa la placa que aparece hoy en la portada del nรบmero de junio de la revista Yorokobu. Fuera, en lugar de la direcciรณn postal, alguien habรญa escrito: โEl extraรฑo caso del Dr. Yorokobu y Mr. Portadaโ.

Jonathan Notario esbozรณ varias versiones antes de llegar a la portada que se publica este mes en la revista Yorokobu.
[โฆ] Vinyl [โฆ]
[โฆ] Esta es la historia de la portada de este mes, que es obra de Jonathan Notario. [โฆ]
[โฆ] Esta es la historia de la portada de este mes, que es obra de Jonathan Notario. [โฆ]