Los rumanos saben cómo te llamas y dónde vives, y cuánto tiempo tardas en ir a comprar el pan. Ese es el tiempo que necesitan para quitarte tu tele, tu ordenador, tu dinero… a plena luz del día, en una calle populosa.
1. Cosas que se creen en Whatsapp
No eres el único que está bajo la lupa de los rumanos. Ellos controlan los movimientos de 100.000 personas a la vez, todo un barrio. Lo dicen carteles en las paradas de autobús y los mensajes de Whatsapp… No sabes cuándo la vecina del 3A del final del barrio hace sus compras, pero los rumanos sí.
La «información vecinal» llega a un periódico local:
«Vecinos de Sevilla Este alertan de la existencia de una banda de rumanos con carteles en las paredes…»
Un lector del diario pregunta: ¿Cómo se sabe que eran rumanos?
Otro lector replica: Son rumanos porque los vio la vecina de mi primo mientras entraban en el bloque de enfrente.
A esta historia de rumanos se suceden otras, también vía Whatsapp como: Si tocan el timbre unos rumanos para vender colonia, no las huelas que te duermes y te roban en casa.
Otros mensajes añaden: secuestran a tus hijos y los venden a burdeles de Oriente Próximo, venden sus órganos… Esto ha pasado en Murcia (los whatsapps en Sevilla), ha pasado en Sevilla (los whatsapps en Cáceres), ha pasado en Cáceres (los whatsapps en Oviedo)…
A estos rumanos itinerantes, ladrones de órganos, se les une la cofradía errante de argentinos violadores. Estos tienen el poder de la bilocación (la posibilidad de estar en dos sitios a la vez): recorren la geografía española violando a la vez que permanecen encarcelados en su país de origen. Así que están en Argentina y, a la vez y ahora, en Zaragoza o tal vez Alcalá de Henares.
… Son algunas de las leyendas urbanas que circulan a través Whatsapp y que obliga a la Policía a emitir comunicados para calmar los ánimos de los ciudadanos.
2. Cosas que se creen en Twitter
Mientras tanto, los usuarios de Twitter se burlan de quienes difunden trolas en Whatsapp, pero no están libres de falta. Basta recordar la difusión de la mentira de la donación de Iniesta tras ganar la Eurocopa 2012. Una mentira surgida en Twitter y que Twitter pronto aceptó, y tardó días en enterrar (lo que sucede en Twitter, se queda en Twitter).
3. Cosas que se creen en Facebook
En Facebook, son las citas célebres falsas, los virales de amor y los montajes fotográficos para desprestigiar a los enemigos. Contenidos en muchos casos desprestigiados, pero que no inspira a los difusores a pedir perdón. Lo importante es el mensaje, dicen, el mensaje de amor o el mensaje contra el contrario. De manera que seis policías golpeando a un mendigo que duerme tranquilamente en un banco se convierte en una fotografía icónica antisistema.
4. Por qué compartimos trolas
El director y guionista transmedia Gustavo Palacios comenta sobre las trolas y leyendas: «De alguna forma el gran motor de cambio ha sido Facebook, ya que «compartir» un contenido es parte esencial de su naturaleza y eso hace ver como normal que compartas cualquier cosa. Cadenas de fortuna, de urgente ayuda, de curaciones mágicas… Yo creo que hay algo de la naturaleza humana en la necesidad de creer, ser parte de una comunidad y hasta de una verdad».
A) La necesidad de pertenecer a un grupo
Quizá la necesidad de pertenecer a una comunidad conduce a millones de alumnos de secundaria españoles a secundar una huelga falsa. Ocurrió con un mensaje de Whatsapp animando a los alumnos a no asistir a clase el 5, 6 y 7 de febrero. La trola llevó al Sindicato de Estudiantes a emitir un comunicado para desmentir la convocatoria.
B) Reafirmar prejuicios
Difundir leyendas de rumanos y seguir una huelga falsa son ejemplos de que a menudo solo queremos creer lo que reafirma nuestros prejuicios, nos interesa o nos place (como rehuir las obligaciones) o nos permite permanecer «dentro de la comunidad». Para algunos, estar fuera del grupo es duro; aceptar mentiras es más cómodo.
C) La pereza intelectual
Jorge, un español afincado en Australia, dice que: «Si compartes una “noticia” que dice que no hay que beber Coca-Cola porque un estudio científico ha revelado que provoca desligamiento ultramolecular en el testículo izquierdo, ¿te has molestado siquiera en poner en Google «coca cola desligamiento ultramolecular» a ver qué sale?»
Para Jorge es síntoma de pereza intelectual. Palacios coincide al afirmar: «Solemos repetir fórmulas sin razonar y compartir pensamientos que ni hemos reflexionado, porque el ejercicio de la razón es exigente y hasta peligroso».
5. Viejos mitos, nuevos soportes
Esta pereza explica la pervivencia de leyendas urbanas del pasado, acogidas ahora por las redes sociales y que programas como Cazadores de mitos se encarga de desmontar. Al respecto, la periodista Marina Montes recuerda la carta de la peseta de los 80 y los 90. ¿Quién no recibió un sobre con una peseta y una carta sugiriendo enviar diez copias con una peseta cada una a otras personas?
«La diferencia es que ahora todo es más inmediato», señala Montes.
La tarea de continuar la cadena era tan penosa como vergonzosa. El temor irracional a no seguir las instrucciones obligaba a muchas personas a escribir a mano diez o más cartas (tantas como las solicitaba el anónimo), punto por punto y coma por coma, comprar diez sobres y meterlos en buzones ajenos esperando no ser vistos. Ahora compartir cadenas, bulos y leyendas urbanas es tan fácil como hacer click en el botón «compartir» en el navegador o el móvil. Y ya no hay vergüenza por recibir un tirón de orejas.
6. Difusores de trolas y reincidentes
«En mi experiencia, la gente que manda ese tipo de «alertas» continuamente no para de hacerlo por muchas veces que les informes, amablemente, de que son una patraña», dice Jorge. Asegura no tener reparos en bloquear o dejar de seguir a quienes son adictos a la propagación de bulos, personas que en muchos casos carecen de curiosidad intelectual.
Realmente, crear mentiras es tan fácil como saber dirigirse a un público concreto.
Una niña inventa que si dejas a un Pou con cien cacas aparecerá un ovni para llevárselo, lo difunde por Whatsapp y miles de niñas pican y difunden «el truco». Siguen esperando el ovni.
Uno de mis tíos me comentó en cierta ocasión que los fantasmas eran señores que por las noches salían con farolas bajo sábanas blancas para acostarse con la mujer de otro. Nadie detenía a los fantasmas. Esto demuestra que el conocimiento es poder. En este caso, saber que los fantasmas no existen, y sacar un provecho de ello.
Las leyendas urbanas, las fotografías trucadas, mitos científicos, lo que dicen los políticos, los virales de amor, que la muralla China se ve desde el espacio… son algunos fantasmas de nuestro tiempo. ¿Qué mentiras has dejado de creer?