Un cuento para apropiarse de los insultos machistas desde el humor

13 de noviembre de 2020
13 de noviembre de 2020
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insultos machistas

Ya desde el título recibimos el primer golpe. Puede que nos provoque risa, porque es muy gracioso leer cosas como perra, zorra, cerda y loba, ¡hay que ver las ocurrencias que tienen los escritores algunas veces! Y seguro que nos provoque pura extrañeza. ¿Una perra, una cerda, una zorra y una loba protagonistas de un cuento?

Pues sí, en este libro escrito por Luis Amavisca e ilustrado por Marta Sevilla, estas animalas son las reinas, las que parten el bacalao, las que levantan la voz. Parece un cuento infantil, pero no lo es. No está pensado para niños pequeños, sino para adolescentes a partir de 13 años. Porque su autor quiere invitarles a reflexionar sobre dos cosas: la igualdad y el machismo en el lenguaje.

Amavisca, que además de escritor infantil también es editor, llevaba años observando que las protagonistas de los cuentos y los álbumes infantiles no solían ser chicas, sino chicos. Y que, aunque la cosa ha mejorado, si los protagonistas eran animales, las hembras solo aparecían relegadas a la figura de la maternidad. Mamá osa, sí, pero la acción siempre recaía en los animales machos.

insultos machistas

«Y ya luego, al darle una vuelta de tuerca, dices, joder, es que no solo es eso. Es que los cerdos y los cerditos qué famosos y tal; ahora, una cerda… Incluso cuando te pasan los álbumes ilustrados en inglés los traductores lo comentan. “Bueno, en inglés no tiene género, pero en español… Tiene que ser cerdo, porque cerda suena tan mal…”. De ahí las cuatro animalas. Un día, en plan risas, dije, bueno, vamos a hacer una crítica buena, pero que también hagamos reír y que creemos una reflexión». Y así nació La perra, la cerda, la zorra y la loba, publicado por Nubeocho en su colección Nubepimienta.

Pero quizá lo que más llama la atención a un adolescente al leer el libro sea el lenguaje. Dile a una persona de 13 años zorra, cerda, perra, loba y la carcajada explotará entre la incredulidad de que semejantes palabras salgan de la boca de su madre y el orgullo por pillar el doble sentido. Después, sí, reparará en el mensaje de igualdad (o más bien su inexistencia) que el autor quiere transmitir. Pero esto es algo que no preocupa a Amavisca; más bien al contrario, le satisface.

«Eran muchas cosas. Por una parte, una reflexión sobre la igualdad, pero también llamar la atención y un apropiarnos de los insultos. Incluso hicimos una campaña de marketing al lanzar el libro –que primero salió con crowdfunding–, y teníamos unas camisetas en las que ponía: Yo soy la perra, Yo soy la zorra… para llevarlas con orgullo y decir: “¿Esto ha sido un insulto vejatorio toda la vida?, pero ¡¿qué me estás contando?!».

Para el escritor y editor, se trata de llamar la atención y de provocar al mismo tiempo, porque esa provocación hace mella. «Incluso ya el título. Es un libro que al final publicó Nubeocho, que está acostumbrada a publicar libros infantiles, y, sin embargo, en este pone “a partir de 13 años”. Pero, claro, es que el librero ve esa portada y ya sabe que esto no es para niños chiquititos. Y esa provocación es perfecta porque, al final, muchas veces, además de quedamos con la boca abierta, sorprendernos, reírnos… es perfecto para meditar sobre ello».

Las ilustraciones de Marta Sevilla han buscado alejar a las cuatro protagonistas del estereotipo peyorativo al que remite su referente. Querían que fueran solo cuatro amigas que se juntan para hablar de sus cosas. Pero una de ellas, la loba, llama la atención. Es una chica sexy, con medias de rejilla y llamativas botas rojas, que por la noche sale a bailar y a ejercer de loba (y tómese por el doble sentido de la palabra).

«Era un poco como hacer un casting», explica Amavisca sobre el proceso de ilustración de los cuatro personajes. «Íbamos haciendo pruebas. Para la primera, que es la perra, buscábamos un carácter como más introspectivo, más discreta, e ir, poco a poco, hacia el colofón; cada vez van enfadándose más y más y llegan, con esos gritos, a la guerra, “¡basta ya, queremos igualdad!”. Y entonces, en esa progresión, la loba venía muy bien».

«En la loba había una parte contestataria, pero es que, además, estos insultos… ¿Y tú dices que loba es la que va a ligar mucho? ¿Y por qué no voy a hacerlo también? ¿Qué hay de malo? O sea, el zorro es listo y el tío que se va con muchas tías es un gallito, un machito… ¿Y la loba? ¿No podemos estar orgullosas de ser lobas? ¡Viva la loba que hay en mí! ¡Vivan nuestras lobas, nuestras perras y todas ellas!».

Para Amavisca es importante hablar de machismo e igualdad a los adolescentes, y hacerlo sin caer en topicazos. Es verdad que hoy hay mucha más concienciación de estos temas entre ellos, pero sigue habiendo conductas machistas que no siempre son capaces de ver. Por eso piensa el autor de este libro que es importante estar muy atentos y hablar con ellos del machismo y su detección, así como hacerles ver lo poco inocentes que son algunas palabras y expresiones que utilizamos, todos y todas, en nuestras conversaciones diarias. ¿Por qué lo aburrido es un coñazo y lo divertido es cojonudo?

«Al final, es como una pequeña reflexión del lenguaje que se abre a muchas más. Lo cierto es que tenemos un montón de términos despectivos con la vida sexual femenina y eso está muy bien decírselo a los adolescentes para que crezcan en igualdad. ¿Que por una conducta sexual en la que te has echado dos novios en un mes ya vas a ser calificada como puta, pero tu compañero de pupitre, que se ha echado dos novias –¡o cuatro!– es el superguaperas fantástico? ¡Pues no!».

Sin embargo, Amavisca no cree que esas acepciones peyorativas deban desaparecer de los diccionarios. Al contrario, pero deben aparecer con las marcas pertinentes. «Pienso que tiene que aparecer, pero de una manera en la que se explique: “Insulto machista que quiere decir tal”. Es decir, explicar lo que es, un insulto machista injusto. En el momento en el que lo identifiquemos así, veremos que es un problema. Ahora, quitarlo cuando es una palabra que existe ni siquiera deja un espacio para la reflexión». Y aquí lo que interesa es pensar un poco más en lo que hacemos y decimos.

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