El sábado 5 de octubre de 2013, los científicos Mariano Alegre y Fernando Cervera estaban en territorio comanche: la Feria Esotérica que se celebra dos veces al año en la estación de Atocha en Madrid. Ante un auditorio de unas 30 personas, los dos jóvenes se levantaron y comenzaron a dar una charla. Media hora hablando sobre el fecomagnetismo médico, una pseudociencia con la que aseguraban poder curar toda clase de enfermedades con heces diluidas en agua por técnicas homeopáticas y tratadas con imanes. Llegaban así al culmen de un proyecto que habían empezado hacía cuatro años para desmontar las terapias alternativas y que acaban de su resumir en su libro El arte de vender mierda.
Entre lo que le resulta más importante resaltar a Cervera es que durante su «parodia» jamas vendieron «ningún producto a nadie y cuando gente con problemas de salud» les contactaba, no contestaban. Su objetivo era hablar con estafadores o asociaciones de promoción de terapias alternativas para demostrar «que no distinguen entre uno que dice que puede curar el sida con su terapia cuántica y otro que asegura que su mierda embotellada remedia el acné», explica por Skype.
Todo comenzó en 2009, como una pequeña broma. En una discusión ‘online’ sobre el biomagnetismo médico, una terapia que asegura utilizar «potentes imanes para combatir parásitos, bacterias, hongos, virus y otros gérmenes que son la causa de diversas enfermedades», Cervera usó una comparación: «curar el cáncer con imanes es como si embotello mi mierda y prometo curas milagrosas». Les pareció una idea graciosa y decidieron hacer una web de coña.
En ella, usando un generador de textos pseudocientíficos desarrollado por el Círculo Escéptico, crearon su absurda teoría concebida por los doctores Hugh Nielsen y Leslie Laurie, mezcla de los actores Hugh Laurie, famoso por interpretar al internista House, y Leslie Nielsen, que dio vida al médico protagonista de Aterriza como puedas. En ella se explicaba que cogían «heces, caca» y «la diluían en agua». «Lo más absurdo posible pero mezclado con imanes para que pareciera más serio», cuenta. Para su sorpresa, al poco de lanzar la web, comenzaron a llegarle correos preguntando por los productos y cómo adquirirlos.
«Nos sentimos un poco mal ya que había gente que se lo estaba creyendo», confiesa, «pero cuando íbamos a borrarla, se nos ocurrió que era mejor intentar hacérselo creer a asociaciones de terapias alternativas para demostrar que dejan entrar a cualquiera». Así que trazaron una sencilla estrategia: mandar primero correos a blogs de divulgación de terapias alternativas de pequeño calado y luego pasar a los grandes. «Sorprendentemente empezaron a creérselo».
Con la misma web de coña, llegaron a estar presentes en las dos plataformas «más importantes del mundo hispanohablante», Biomamantial y Saludae. En la primera, para publicar, pedían una pequeña cantidad económica, «no muy caro». En la segunda no pagaron nada, solo si hubieran querido aparecer en su zona de venta de producto tendrían que haber pasado por caja. «Nunca nos preguntaban nada sobre cómo funcionaba la terapia ni sobre los doctores inventados… solo querían saber cuánto dinero les íbamos a dar y si les podíamos ayudar a promocionarse».
Cervera está muy preocupado por la legitimidad que la pátina institucional puede dar a estas terapias. Además de venderse en farmacias, «lo que tiene un efecto legitimador», desde el Ministerio de Sanidad se mandó el pasado diciembre un proyecto de orden para regular este mercado que hoy se ampara en el Real Decreto 2208/1994, que se aprobó como disposición transitoria hace 20 años. Justo a la Comisión de Sanidad de la Cámara Baja dirigió Cervera, en el curso de este experimento, un correo electrónico del Parlamento. En él preguntaban por la opinión de los diputados sobre las terapias alternativas.
La diputada de CIU que contestó resultó ser una usuaria habitual para «sí misma y su familia» «Nos comentó, en pocas palabras, que el efecto placebo es un invento de los médicos y la gente del sector para desprestigiar estas terapias», además de comentarle que deberían ser consideradas al mismo nivel que la medicina convencional por parte de la Seguridad Social y de las Mutuas Sanitarias y que desconocía la regulación sobre estos productos.
«¡Una persona de la Comisión de Sanidad!», remarca con fuerza. Con eso lo dice todo.
El arte de vender mierda
