5 joyas arquitectónicas arrasadas por la avaricia

Ningún arma ha sido más efectiva que la guerra para diezmar el patrimonio arquitectónico de las ciudades. Pero no es la única amenaza. El homo economicus también ha tenido su papel en la destrucción de algunas joyas arquitectónicas arrasadas principalmente por la avaricia.
A continuación, hacemos una selección de 5 inmuebles que pasaron a mejor vida. La primera de una serie de posts dedicados a edificios desaparecidos.
PENN STATION: UNA DESAPARICIÓN TRAUMÁTICA PARA NUEVA YORK
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Los precedentes: Inaugurado en 1910, uno de los grandes monumentos de Manhattan durante la primera mitad del siglo 20 era la estación de Penn Station. El edificio era sencillamente majestuoso, como muestran las fotos que acompañan este artículo. Los arquitectos McKim, Mead y White fueron los encargados de hacerlo realidad fuertemente influenciados por el estilo Beaux Arts.
¿Qué ocurrió para que acabaran demoliéndola? Con el auge del automóvil empezó un lento declive del tren como medio de transporte, pero la decisión determinante fue por el negocio puro y duro. La compañía que manejaba el complejo puso a la venta los derechos de explotación del espacio situado encima de la estación durante los años 50, lo que abría la puerta a que se construyese un complejo deportivo en la zona y un gran bloque de oficinas. Las vías del tren se mantendrían en su lugar, pero el contenedor se reduciría drásticamente pasando a estar completamente enterrado. Desde el punto de vista estrictamente financiero, la operación podía tener sentido. A cambio de vender este espacio, el gestor de trenes recibía una estación completamente nueva gratis como contraprestación y el 25% de las acciones del complejo Madison Square Garden que hoy sigue allí y alberga una parte importante de los conciertos en la ciudad además de los partidos de los Knicks.
Horrorizados por lo que estaba a punto de acontecer, arquitectos como Philip Johnson y Jane Jacobs movilizaron a un nutrido grupo de personas para protestar por la decisión. The New York Times habló de un «acto monumental de vandalismo». Pero la oposición sirvió de poco. En 1962 empezó la demolición y en su lugar se construyó esta enorme mole que sigue presente en Manhattan.
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Legado: La influencia de este acontecimiento traumático desencadenó muchos cambios. El revuelo causado llevó al alcalde Robert F. Wagner Jr. a crear el Landmarks Preservation Commission, un departamento cuyo cometido era proteger y cuidar el patrimonio histórico de la ciudad. Hoy sigue en funcionamiento y su existencia fue determinante para evitar que estaciones como el Grand Central Station no acabasen destruidas por la piqueta.

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Grand Central Station bajo lic. CC

Hoy muchos reflexionan sobre cómo estaría la zona si se hubiese optado por mantener la inmensa estructura que no solo tenía un valor monumental, sino que su amplio espacio permitía distribuir de forma eficiente a la gran cantidad de pasajeros que pasaban por allí. Actualmente la estación que fue trasladada a los bajos de la zona no da abasto con los más de 600.000 pasajeros que pasan a diario. Existen múltiples y costosos planes para reformar el lugar pero aún no se ha concretado nada.
Desde el punto de vista de planificación urbanística, la estación es notoria por ser incómoda, congestionada y mal diseñada.
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Penn Station hoy (Foto: Alan Turkus bajo lic. CC)

La desaparición de este emblema sigue escociendo en el inconsciente de la ciudad. Su legado sigue resurgiendo cada vez que los departamentos de urbanismo de la ciudad se enfrentan a tomar decisiones polémicas. Puede ser un consuelo de tontos, pero gracias a su desaparición se evitaron muchas otras barbaridades.
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El rascacielos que remplazó a Penn Station Foto:

 
LA PAGODA ARRASADA POR LA AVARICIA
Precedentes: Entre un mar de edificios anodinos, había un inmueble que llamaba la atención por su original fisonomía en la entrada a la autovía a Zaragoza en Madrid. A un lado de la carretera se erigía una pequeña torre denominada la Pagoda. Sus formas recordaban a estas estructuras religiosas del sudeste asiático, pero la técnica que la hizo posible era rabiosamente moderna. La torre en realidad era una parte de los laboratorios JORBA, construidos entre 1962 y 1964 por el genial arquitecto Miguel Fisac.
«La estructura de las cubiertas de esta parte del edificio consistía en el uso de un modelo de viga patentado por el mismo Miguel Fisac. (…) Basaba su solución en los principios estructurales de los huesos largos: láminas formando tubos con unas secciones parecidas a las vértebras. El sistema consistía en piezas de hormigón prefabricadas que se montaban en obra y se tensaban después», según Madrid en Ruta.
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Foto tomada de Edgar González

¿Qué llevo a su demolición en 1999? Hay varias versiones. El arquitecto sostuvo que detrás de su destrucción había una supuesta vendetta por parte de la secta religiosa del Opus Dei.
«La demolición de La Pagoda, de Miguel Fisac, obra emblemática del arquitecto y edificio de enorme valor artístico según los arquitectos consultados, fue atribuida ayer por su autor a un ataque personal promovido por el Opus Dei a través del Ayuntamiento de Madrid. Fisac, de 86 años, dice que la licencia de derribo responde a intereses de la ‘secta’ de la que él fue miembro numerario entre 1936 y 1955, y con la que rompió para siempre. Sus compañeros denunciaron ayer la brutalidad de la acción emprendida bajo licencia del Ayuntamiento: «Es como quemar un miró», dijo Juan Navarro Baldeweg», decía el artículo de El País publicado en 1999 sobre la polémica.
Otros entrevistados pensaban que se trataba simplemente de una cuestión económica. «Todos sabemos que Fisac fue el primer apóstol de monseñor Escrivá de Balaguer (…). Pero no creo que haya nada personal en esto. Creo, más bien, que todo es una cuestión de dinero. Todo lo que roza el dinero se acaba cayendo. Y yo lo siento con todo mi corazón. Pero las ordenanzas, a veces, son ciegas, sordas y mudas a estos delitos culturales».
El alcalde de aquel entonces, José María Álvarez del Manzano, se limitó a «lamentar profundamente que los propietarios de La Pagoda hayan decidido derribar el edificio». Y añadió: «Al haber solicitado el derribo la propiedad y no estar catalogado el edificio, no tenemos ningún respaldo legal para impedirlo».
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Imagen tomada de Edgar González 

Legado: A pesar de que pocos ciudadanos pudieron disfrutar del espacio, la demolición sigue siendo recordada como un crimen urbanístico debido a la calidad del inmueble. Muchos arquitectos lamentan que no fuese incluido en la lista de edificios catalogados como patrimonio, un factor que imposibilitó poder salvarlo.
En 2013, Andrés Rubio contó la historia de esta polémica demolición en un documental que deja pocas dudas sobre su opinión al respecto: la delirante historia de la pagoda.

Antes y después. Foto montada por Idealista News.
Antes y después. Foto montada por Idealista News

EL SANTUARIO DE FRANK LLOYD WRIGHT EN TOKIO
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Precedentes: Japón no es un país acostumbrado a tener mucha conciencia a la hora de arrasar lo antiguo para ganar espacio para lo nuevo. Si nos trasladamos a la posguerra, esta voracidad se multiplicaría por cinco. El país del sol naciente, al igual que Alemania, bajó la cabeza tras la vergüenza de la segunda guerra mundial y se dedicó a reconstruir sin piedad. Había que mirar adelante y nada podía anteponerse en la senda del progreso.
Cada metro cuadrado de Tokio era susceptible de ser reconvertido en algo nuevo, más grande y rentable, pero volveremos a esta parte de la historia más adelante. Primero la historia. El hotel imperial de Tokio surgió a finales del siglo XIX para dar respuesta a las crecientes visitas de ciudadanos occidentales que preferían pernoctar en lugares que tuviesen equipamientos más parecidos a los de su país de origen.
La primera versión del hotel fue edificada por Yuzuru Watanabe en 1890, un arquitecto local formado en Alemania que acabaría destruido por un incendio en 1922. En paralelo, unos años antes se había iniciado la construcción de una nueva sección del hotel proyectada por Frank Lloyd Wright que milagrosamente sobrevivió casi totalmente intacta al Gran Terremoto de Kanto en 1923. El hotel siguió un estilo definido como «maya revivalista» y acabó convirtiéndose en un lugar mítico para los extranjeros que pasaban por la ciudad.
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¿Qué propició su demolición? Décadas antes de su desaparición empezaron a cernerse presiones sobre el inmueble. La ciudad estaba destinada a albergar los Juegos Olímpicos de 1940 y eso propició que se empezara a hablar de reemplazarlo con un edificio mucho más grande. El estallido de la segunda guerra mundial acabó con la cancelación de los juegos y salvaguardó el hotel durante los años siguientes.
Pasada la guerra y bien entrados los años 50 comenzó el principio del fin. En los espacios colindantes al edificio de Wright se construyeron nuevos espacios para aumentar la capacidad del hotel. En 1967 se optó por desmantelarlo completamente aduciendo el problema de cimientos que tenía el inmueble y los daños «irreversibles» que había sufrido durante la guerra.
En ese mismo espacio se proyectó un moderno edificio de 17 plantas que hoy sigue siendo uno de los hoteles más caros de la ciudad, pero cuyo interior está muy lejos de tener la personalidad del anterior establecimiento.
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Edificio actual (Foto: betacommand bajo lic. cc)

Legado: El final de este edificio fue sin duda menos dramático que muchos otros ya que no tenía un gran uso entre los ciudadanos, pero fue considerada una gran perdida en cuanto a la calidad arquitectónica de Tokio. Una parte del edificio de Wright fue rescatado y trasladado al museo al aire libre Meiji Mura donde sigue expuesto.
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Restos del edificio en el museo Meiji Mura

Actualmente, hay otro hotel de gran valor arquitectónico que se enfrenta al peligro de ser demolido en la capital nipona. La revista Monocle se ha movilizado para intentar salvar el Hotel Okura, una pieza modernista inaugurada en 1962. El dueño del suelo quiere arrasarlo para construir una torre de cristal de 38 pisos en una operación con las vistas puestas en las Olimpiadas de 2020.
«El Okura es un recuerdo extraordinario de un momento clave en el diseño japonés. Se construyó dos años antes de las olimpiadas de Tokio, en 1964, con un espacio anexo que se añadió en 1973 por un grupo diverso y excepcionalmente talentoso que incluía arquitectos como Yoshiro Taniguchi y Hideo Kosaka». La historia se repite. «Será una perdida irreparable para la ciudad», afirman desde la revista.
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EL EDIFICIO BRUTALISTA AL QUE LE SALIERON VARIOS AMIGOS
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Umbugbene bajo lic. cc

Precedentes: Hoy pocos derraman lagrimas por la arquitectura brutalista. Esta forma de construir que proliferó en todo el mundo desarrollado entre los 50 y 70 apenas tiene amigos. Sus edificios residenciales embrutecieron los grises suburbios de Londres. Las moles institucionales que se proyectaron en ayuntamientos y gobiernos de todo el mundo acabaron siendo odiados por su aspecto agresivo y hostil. Aun así, meter a todos los edificios proyectados siguiendo estos preceptos en el mismo saco sería injusto. No todos son iguales ni merecen ser sacrificados.
Eso es por lo menos lo que pensaron el grupo de arquitectos y ciudadanos que se movilizaron para salvar Prentice Womens Hospital en Chicago. En 2011, la Universidad de Northwestern clausuró el hospital de maternidad y anunció que se demolería para construir un centro de investigación médica.
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Jim Kuhn bajo lic. CC

Frente a los planes de la institución académica, se argumentó que las formas de los edificios diseñados por Bertrand Goldberg eran únicas y que Northwestern contaba con terrenos colindantes donde podían realizar ese mismo proyecto sin necesidad de destruirlo.
Todos los intentos de salvarlo incluidos recursos legales fracasaron. El edificio no había sido incluido en la lista de lugares que deberían ser protegidos. En 2013 se inició su demolición que acabó en marzo de 2014. Este documental de 8 minutos cuenta la historia completa.

Legado: Chicago sigue conservando un sin fin de edificios espectaculares. El caso dejó un mal sabor de boca entre los arquitectos que han contribuido a que la ciudad sea considerada uno de los lugares más importantes del mundo en este campo. La universidad se defiende alegando que en el nuevo edificio se realizarán estudios científicos que contribuirán a mejorar la vida de las personas.
LA TORRE INCLINADA DE ZARAGOZA
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Precedentes: Retrocedamos más de un siglo en el tiempo. Hoy la catedral del Pilar y alguna torre más sobresale por encima de todo en el skyline de la ciudad, pero no siempre fue así. La torre de Zaragoza coronó el cielo de la metropoli durante casi 400 años, llegando a ser el edificio más alto de la ciudad con más de 80 metros. Proyectada en 1504, el arquitecto Jaime Ferrer fue el encargado de hacerla realidad para albergar un reloj visible desde distintas partes de la ciudad. Con el tiempo acabó inclinándose de manera similar a la torre de Pisa.
¿Qué llevó a su demolición? Hay diversas especulaciones, pero lo que sí ha quedado patente es la división que se generó en la sociedad cuando se optó por demolerla en 1892. Intelectuales de la ciudad lograron reunir más de 3.000 firmas. Varios artículos hablaron de un «turricidio». Se dice que el ayuntamiento optó por arrasarla justificando la decisión por la excesiva inclinación y presunta ruina de la obra.
Otras teorías apuntas a una cacicada en toda regla. «En efecto, la desviación desde 1741, era de 2’67 metros y no había aumentado siglo y medio más tarde, en 1892, mientras que la inclinación de la Torre de Pisa era de 4’85 metros (…) Estos eran los hechos, nada alarmantes por sí mismos, que, inexactamente argumentados y ayudados del sólo pretexto de haberse desprendido algunos cascotes de lo alto de la torre, dieron motivo en 1890 a una ruda campaña encaminada a deshacerse del precioso monumento. El cual estorbaba a cierto comerciante de la Plaza de San Felipe, hombre influyente y cacique, bien relacionado en el municipio, con cuyo consenso logró promover una amplia corriente de opinión tendente a poner de manifiesto la inminente ruina de la torre (…) Pedido parecer a los técnicos, los arquitectos municipales se contentaron con emitir un informe vago y contradictorio (…), el poder ejecutivo tuvo a bien inhibirse y el Ayuntamiento de Zaragoza se encontró con las manos libres para consumar el desafuero. Un grupo de intelectuales zaragozanos (…) se movió valientemente pro defensa de la torre (…) pero nada pudo hacerse después de la Real Orden de septiembre de 1892 que autorizaba el derribo (…) Esta villanía, que no había sido mera alcaldada, sino conspiración de toda clase de cobardes inhibiciones de cualquier esfera para ahuyentar las molestias del tendero zaragozano de la Plaza de San Felipe, nos hurtó una de las más bellas torres del mudéjar aragonés». (AYA NUÑO, J.A : La arquitectura española en sus monumentos desaparecidos. Espasa-Calpe. Madrid 1961, págs 124-129 gracias a Arte Creha)
Legado: En la plaza donde antes yacía esta torre hoy existe una pequeña escultura de un chaval que mira hacia arriba como si la torre siguiese allí.
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Escultura de chico mirando a la torre Foto: Willtron bajo lic. CC

Muchos de los casos aquí expuestos pertenecen al pasado, pero no deben llevar a pensar que el presente sea mucho mejor. En Madrid, sin ir más lejos, el Edificio España, el Palacio de la Música, los cines Bogart, Teatro Albéniz y el Frontón Beti Jai Alai corren un futuro incierto por la desidia y las ansias especulativas de un grupo de empresarios en connivencia con el ayuntamiento. Si de algo sirve mirar al pasado es para darse cuenta de lo que se puede perder cuando las ciudades son despojadas de edificios de gran valor sin atender las múltiples oportunidades que existen de regenerarlas antes de pasar por la piqueta.
Algunos de estas joyas del pasado se pueden visitar a través de páginas como Barcelona Desapareguda o San Sebastián Desaparecida pero nunca volverán.
Fuentes:
Víctimas de la piqueta– Idealista News
Monocle
Frank Lloyd Wright
Architect Magazine
City Lab
Wikipedia
Edgar González
 

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Patrick Thomas

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