En un estudio de danza se ve una silla de ruedas. Una chica hace unos ejercicios especiales para tonificar sus piernas. Una profesora habla en lenguaje de señas con un alumno. La música, una especie de jazz, suena de fondo. No es una academia de danza convencional. Aquí una persona con discapacidades visuales o auditivas puede bailar. Lo mismo un chico con síndrome de Down, alguien con sobrepeso o demasiado bajito para participar en una academia tradicional.
La técnica de Danceability, basada en la integración de personas con capacidades diferentes, sigue expandiéndose por el mundo. La idea de Alito Alessi y Karen Nelson, que pretende explorar el lenguaje del movimiento a través de la improvisación, ha logrado desarraigar prejuicios y demostrar que cualquiera puede ser un bailarín profesional.
Como directores artísticos de la Joint Forces Dance Company, estos bailarines inventaron una técnica inclusiva para todo tipo de personas, sin importar su discapacidad. En 1987, hicieron una convocatoria para hacer “danza por todos” y al lugar, se presentaron personas en sillas de ruedas, que no oían, veían o que tenían algún tipo de disfuncionalidad motriz.
Así surgió la primera compañía de danza que incluye a gente con capacidades diferentes y en la que participan más 300 bailarines en 18 países.
“La idea no se concentra en el trabajo con personas con discapacidad sino en trabajar con todas las personas. No solo aquellos que consideramos física o mentalmente discapacitadas, también toda clase de personas que se encuentran limitadas por el modo en que se organiza la arquitectura de nuestra sociedad”, explica Alessi.
Según los testimonios de los participantes, está técnica les ha permitido sentirse más integrados y explorar capacidades de las que no eran conscientes.
Desde hace más de una década, el método de Danceability ha sido implementado en Europa, Latinoamérica y Asia, alentando a las academias de danza a ser más inclusivas y romper con los tabúes respecto al bailarín a través de programas educativos, espectáculos, entrenamientos y talleres.
“El objetivo de esta metodología es que a través de la experimentación del movimiento en conjunto, los conceptos erróneos y prejuicios que las personas puedan tener acerca de sí mismos, sean erradicados”, explica Sara Andrade, profesora durante 10 años de esta técnica en la ciudad de México.
Aunque la técnica no tiene fines terapéuticos, se ha demostrado que el movimiento activa la circulación y los alumnos adquieren mayor movilidad y desarrollo en varias partes del cuerpo. “Aprenden a utilizar lo que tienen y a conectar su mente con su físico”, dice Andrade. De hecho, según sus promotores, les ayuda a comunicarse mejor, aumentar su autoestima y desarrollar su creatividad.
Para Alessi, no se trata de una terapia y tampoco de un estilo de danza: “Mi idea de lo que es el arte es cuando puedes crear una reflexión honesta sobre la sociedad y así contribuir a su evolución. Eso es lo que intentamos hacer”.
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Foto portada: Gil Grossi, Foto 2: Danceability Viena