¿Acabaremos hablando como los Pitufos?

Escudados en el nocivo «pero se entiende, ¿no? ¡Pues ya está!», cada vez prestamos menos atención al significado estricto de las palabras y las usamos más en contextos inapropiados
6 de octubre de 2020
6 de octubre de 2020
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precisión léxica

Hay algunas palabras cuyo significado se ha distorsionado de forma popular y que han conseguido la hazaña de que muchos entiendan, al escucharlas o leerlas, una acepción que no está en el diccionario. El contexto hace que entendamos lo que el emisor quiere decir, pero la generalización del uso de estas palabras en un marco incorrecto erosiona la riqueza de nuestra lengua: acabamos utilizando los mismos vocablos para todo.

Algunas expresiones a las que se les suponen significados que en realidad no tienen, en detrimento de otras que sí significan exactamente eso, son las siguientes:

«Baja el tono»

Si a alguien le dicen eso, lo que entiende inmediatamente es que tiene que bajar el volumen. El tono y el volumen no son la misma cosa. El tono es la cualidad que permite ordenar los sonidos de graves a agudos. Así que si te indican que «bajes el tono», deberías empezar a hablar más grave pero, si lo deseas, al mismo volumen al que estabas hablando. «Tono» también puede referirse al modo de decir algo según la intención, por lo que es correcto decir «háblale en un tono más amable» o «no me hables en ese tono», pero tampoco en esos casos nos estaríamos refiriendo al volumen.

«Inédito»

Est palabra solo quiere decir «no publicado» o «que no ha publicado nada». Únicamente se refiere al mundo editorial. Por lo tanto, es incorrecto su uso en muchos otros contextos, por ejemplo en una crónica deportiva: «el portero quedó inédito»*. Bueno, es correcto, pero significa que el portero no ha publicado ningún libro, y no que no ha participado en el juego.

«Cambia de dirección»

A pesar de que más del 50 % de los españoles tienen carnet de conducir y, por tanto, han tenido que estudiar en algún momento el código de circulación (donde se explica bien esto), por no hablar de las clases de física del colegio, muchas personas siguen diciendo «cambiar de dirección» cuando se refieren a dar la vuelta en una carretera para volver al punto de partida. Esa acción, sin embargo, es en realidad un cambio de sentido: la dirección es la misma del punto A al B y viceversa.

«Vengar a alguien»

Es muy diferente de «vengarse de alguien». En un conocido programa de preguntas y respuestas de televisión, después de que una concursante fuera eliminada, su compañero dijo, (con la intención de tener un gesto amable), que cuando le llegara el turno iba a «vengarse de ella». ¡Pobre, por si no tuviera bastante con haber sido eliminada!

CONTRADICCIONES SEMÁNTICAS

Hay una cuestión que puede parecer baladí pero que hace que muchas palabras sean usadas de forma imprecisa: algunos verbos, por su significado, deben ir acompañados de complementos con valor positivo y otros a complementos con valor negativo. Si los usamos indistintamente, caeremos en contradicciones semánticas.

Adolecer

Por ejemplo, «adolecer» siempre debe ir seguido de un mal o defecto («mi abuelo adolece de gota»); no sirve para explicar la carencia de algo positivo («este niño adolece del cariño de un padre»*). Si decimos tal cosa, estaríamos expresando que el cariño del progenitor es algo nocivo por lo que el niño sufre (y no algo que le falta).

«Tachar» o «tildar»

También deben usarse con connotación negativa («no dudó en tildarlo de grosero»); sería una impropiedad decir «tacharon la experiencia de inolvidable»*. Lo mismo sucede con el verbo «involucrar»: no se puede involucrar a alguien en algo bueno (sí se le puede implicar).

«Atesorar», «hacer gala»

En el extremo opuesto, «atesorar» o «hacer gala» deben usarse con complementos positivos, no deberíamos decir «atesora muchos defectos»* ni «hizo gala de un gran egoísmo»*.

Como he dicho, en todos estos casos, lo más normal es que entendamos lo que el emisor quiere decir gracias al contexto. Pero ¿no sería más natural y sencillo que habláramos con propiedad, dijéramos exactamente lo que queremos decir y así los receptores no tuvieran que interpretar y suponer? La semántica, al fin y al cabo, es algo bastante objetivo: basta con ser cuidadoso con las reglas, consultar las dudas e intentar no utilizar palabras de cuyo significado no estamos seguros. Si todos la cuidáramos, habría mucho menos sitio para confusiones y frases malinterpretadas.

De seguir así, por el contrario, se irá ampliando cada vez más la lista de palabras o expresiones a las que atribuimos significados que no tienen, siempre escudados en el nocivo «pero se entiende, ¿no? ¡Pues ya está!». Perderemos los matices sutiles de las palabras, que siempre han enriquecido una lengua repleta de sinónimos como la nuestra, muchos vocablos significarán lo mismo y nuestro lenguaje se volverá más plano y menos rico. Ya estamos en ello. Ya abusamos de palabras comodín como «cosa» en lugar de buscar para ellas un sinónimo adecuado a lo que queremos expresar. De seguir así, acabaremos hablando de forma parecida a los Pitufos, utilizando una misma palabra para demasiadas cosas distintas, sin que eso nos importe demasiado. «Total, tú has pitufado lo que yo quería decir, ¿verdad? ¡Pues ya está!».

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