Cementerios que producen ‘stendhalazos’

Museos al aire libre. Así describe Paloma Contreras, presidenta de la asociación Funerarte y creadora de la web Entre piedras y cipreses, los cementerios.

En un cementerio puedes encontrar belleza y arte, mucho arte. «Principalmente, grandes obras escultóricas, hechas por las mismas personas que podemos encontrar dentro de los museos». Habla de Mariano Benlliure, entre otros, del que se celebra este año el 75º aniversario de su muerte, autor de numerosas estatuas ubicadas en Madrid y con una faceta de escultor funerario menos conocida pero igual de brillante.

Además de arte, los cementerios guardan historia e historias, algunas sorprendentes. Son, explica, como libros abiertos de lo que ha pasado en ese país, en esa ciudad. De las epidemias sufridas, de la salud y longevidad de sus habitantes. E incluso de migraciones, algo que se puede observar en pequeños cementerios a través de los apellidos familiares y cómo han pasado de unos pueblos a otros.

arte funerario
Cementerio de Montjuic. Barcelona
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Cementerio Sacramentl de San Lorenzo. Madrid

También encontramos literatura (¿qué otra cosa son, si no, los epitafios?). Y silencio, que a veces puede ser más hermoso que la palabra. Y naturaleza. Tanto es así que estos lugares, al menos en Europa, fueron concebidos como enormes parques en los que pasear.

Ocurre que este miedo humano y atávico a la muerte nos ha hecho desviar el foco y pasar por alto el arte funerario. A las lápidas y mausoleos se trasladan también las corrientes artísticas del momento. Aunque quizá su época de esplendor sea el siglo XIX. «Fue el momento de ensalzamiento de la muerte —explica la presidenta de Funerarte—. Es el mejor siglo para los cementerios. Porque luego ya, sobre todo en España, a partir de 1936, les devolvemos la muerte a estos espacios. Ya no son lugares de paseo, son sitios donde matamos y enterramos de mala manera. Vuelven a ser espacios de tristeza. Todo lo que habíamos adelantado en el siglo anterior lo perdemos en ese momento».

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Cementerio de Baikove. Kiev (Ucrania)

Pero algo llama la atención entre tanta pompa y tanto artificio en los cementerios decimonónicos cristianos y católicos. ¿Dónde queda aquello de huir de la «vanidad de vanidades» y la afirmación de que la muerte nos iguala? Paloma Contreras se ríe ante el comentario. «Efectivamente. Ahí es donde te das cuenta de que la muerte no nos iguala a todos, ni de coña».

Pero esto no siempre fue así. Antes, mucho antes, los cementerios solo hablaban de muerte. Lápidas sencillas y con alguna calavera o guadaña era lo que predominaba. «Pero, a partir de la mitad del siglo XIX y de las modas francesas —porque todo esto lo tomamos de los franceses—, más que recordar a los difuntos, recordamos el “Yo estuve aquí e hice esto”. Cuanto más grande sea tu sepultura más tiempo te van a estar recordando. Y es cuando empiezan los panteones a lo grande».

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Cementerio de San Justo. Madrid
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Cementerio de San Justo. Madrid
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Cementerio de San Justo. Madrid

Tan a lo grande que muchas estaban proyectadas por importantes arquitectos que ideaban enormes esculturas y motivos de todo tipo. Hasta elefantes, cigarras, monos, caballitos de mar…

«Y llega un momento en el que la Iglesia les dice: “Vamos a relajarnos, porque os estáis pasando a la hora de poner símbolos profanos”. Y a partir de 1880 y algo, los panteones se vuelven más sobrios: representaciones de cosas neoclásicas; y como mucho, os dejamos que pongáis un símbolo de un ángel o algo que tenga que ver con la religión católica, cristiana, más que con las alegorías de cualquier escultor que se vuelva loco». Finis gloriae mundi, al menos en cuanto a ornamentación se refiere.

Ese símbolo, el del ángel, es universal para todos los camposantos, sean de la religión que sean. «La palabra ángel significa mensajero. Es la representación que busca siempre cualquier religión de la persona que nos lleve al más allá sin asustarnos demasiado», aclara Paloma Contreras. «También hay símbolos funerarios comunes, como el tempus fugit, que es ese reloj alado. O las antorchas boca abajo. Son símbolos universales».

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Cementerio de Staglieno. Génova, Italia

Para la creadora de Entre piedras y cipreses, el de Montjuic, en Barcelona, es uno de los cementerios más bonitos de España. «Tiene unos panteones maravillosos, unas lápidas maravillosas incrustadas en la pared. Está todo hecho de piedra y en la montaña». De los de Madrid, se queda con el de San Justo por la cantidad de historia y arte que reposa en su interior.

«Tenemos obras de Benlliure allí dentro. Casi la mitad de Museo del Prado enterrado allí, lo que le da un algo muy especial. Quizá las sepulturas no son maravillosas, pero hay mucha historia enterrada allí». Y de los europeos, se queda, sin ninguna duda, con el de Staglieno, en Génova. «Está todo hecho en mármol de Carrara y ante eso no se puede competir. Cada una de las sepulturas tiene una historia, un acabado… es todo maravilloso, impresionante. Es de los cementerios en donde a mí me ha dado un stendalhazo puro nada más entrar. Además, se conserva en un estado maravilloso».

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Cementerio de Staglieno. Génova, Italia

Hoy, visitar un cementerio moderno ha perdido todo el encanto. Los problemas de espacio, especialmente en las grandes ciudades, han acabado con las sepulturas en tierra y la belleza de las lápidas. Además, la llegada de las aseguradoras y sus catálogos han eliminado la originalidad.

Tampoco le damos ya a la muerte el valor que tenía antes. Los protocolos obligan a enterrar en 48 horas y las familias se ven obligadas a elegir féretro y sepultura deprisa y en el peor momento de sus vidas. «Antes tenías bastante más tiempo (y bastante más dinero también), y bastantes más ganas de enterrar a tu familiar de una manera bonita. Por ejemplo, a Federico Chueca tardaron un año en ponerle la sepultura. Pero le pusieron una maravillosa que pagó casi todo Madrid. Hoy en día, poca gente querría pagarle una sepultura a un famoso».

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