Artemisia Gentileschi: la pintora barroca que llevó a las mujeres al poder

Artemisia Gentileschi fue famosa dos veces mientras vivía. La primera fue una fama puntual y escandalosa, como protagonista de un juicio muy mediático en el que se acusaba a su profesor de pintura Agostino Tassi de haberla violado. La segunda fue una fama más duradera y positiva: era reconocida como una de las mejores pintoras de su tiempo. A lo largo de los siglos, no obstante, la fama número uno siempre le hizo sombra a la número dos.

En 1610, cuando tenía 17 años, Artemisia Gentileschi pintó un cuadro que llegaría a estar entre sus pinturas más conocidas: su versión de Susana y los viejos, una escena bíblica en la que dos hombres sorprenden a Susana mientras se baña y la amenazan con acusarla de adulterio si no se acuesta con ellos.

Susana y los viejos
Susana y los viejos

En su cuadro, la expresión y lenguaje corporal de Susana no dejan lugar a dudas: al contrario que en otras versiones de la escena en las que la joven solo parece un poco molesta o en los que se muestra incluso divertida y con una media sonrisa de flirteo, aquí se lee de forma evidente la incomodidad extrema, la repulsa, el miedo.

La perfección técnica del cuadro hizo que durante mucho tiempo se dudase de la autoría de Artemisia: algo así no lo podía haber pintado una muchacha de 17 años, sin duda era obra de su padre, el también pintor Orazio Gentileschi. O lo había pintado ella, sí, pero más tarde. La opinión experta hace ya tiempo que lo ha aceptado: fue Artemisia y fue en 1610.

Autorretrato
Autorretrato

Esto es importante no solo para reconocer su valor como pintora (algo que no le faltó mientras vivía, pero sí en los siglos siguientes), sino también para derribar uno de los discursos más habituales sobre ella: que sus cuadros, en los que las mujeres de distintas escenas bíblicas y mitológicas aparecen con una actitud distinta a la habitual en las representaciones pictóricas, eran una especie de venganza.

Porque aunque la pintora vivió 63 años, siempre se relaciona todo con un único momento de su vida: el de la violación. Pero esto ocurrió en 1611, un año después del cuadro de Susana. Resulta que Artemisia no necesitaba pasar por ese trauma para dar una visión distinta de las mujeres a la del resto de los pintores.

Cleopatra
Cleopatra

El peligro de los detalles

La razón por la que se hace casi siempre esa lectura es puramente casual. De la vida de Artemisia se conocen los grandes titulares: era hija de un pintor que se dio cuenta de que tenía talento y le permitió tomar clases de pintura.

Vivió principalmente entre Roma, Florencia y Nápoles; llegó a ser famosa y admirada como pintora durante su vida; era amiga de Galileo; su marido tenía un don para contraer deudas; tuvo varios hijos y algún affaire romántico, y fue la primera mujer admitida en la Accademia di Arte del Disegno de Florencia, actualmente Academia de Bellas Ares.

Alegoría de la pintura. Autorretrato
Alegoría de la pintura. Autorretrato

No obstante, de nada se sabe tanto como de la violación, ya que se conservan completas las actas del juicio en el que Gentileschi se enfrentó a su agresor (cuyo crimen, por cierto, no era tanto la agresión sexual como no haberse casado con ella tras haberla desvirgado): están su declaración y descripción del ataque, la defensa de él (que llegó a acusarla de haber tenido relaciones sexuales con su propio padre), cómo Artemisia no cambió su acusación ni bajo tortura.

Al final ganó ella el juicio (o más bien Orazio Gentileschi, que fue quien denunció), pero Tassi, que estaba muy bien relacionado, logró reducir su condena casi a la nada. Artemisia, en cambio, quedó tras el mediático juicio con su reputación muy dañada, una de las razones por las que se mudó a Florencia.

Unos años después pintó uno de sus cuadros más famosos, Judith decapitando a Holofernes, en el que una Judith fuerte y decidida doblega y decapita a Holofernes con ayuda de su criada. ¿De dónde salían esas figuras tan poco femeninas? ¿Mujeres que no son débiles o tímidas o gráciles y coquetas? La crítica artística de los siglos siguientes, cuando se ocupaban de ella y no la pasaban simplemente de largo, lo tuvo siempre claro: era venganza.

Judith decapitando a Holoformes
Judith decapitando a Holoformes

El arte sin biografía

¿Qué habría pintado Artemisia Gentileschi si su camino no se hubiese cruzado con el de Agostino Tassi? O, lo que es casi lo mismo, ¿cómo se habrían interpretado sus cuadros de mujeres poderosas si esas actas del juicio no hubiesen llegado a la actualidad? Es evidente que parte de la fascinación que provoca la artista nace de la historia en la que llega envuelta, pero la crítica artística coincide en que no es necesaria: sus cuadros se sostienen por sí solos.

Lo sabían en su tiempo, cuando ya se la definía como «un prodigio de la pintura, más fácil de envidiar que de imitar», pero después su existencia y cualidades artísticas fueron sepultadas durante siglos, con muchos detractores diciendo que su fama se debía precisamente a la historia de la violación.

Lucrecia
Lucrecia

Fue recuperada en la segunda mitad del siglo XX, todavía relacionando cuadros y trauma y convirtiéndola en heroína de ficciones truculentas y en muchos casos problemáticas. En los noventa, la película Artemisia fue muy polémica por representarlo todo como una historia de amor en la que ella se negaba bajo tortura a decir que había sido violada y él, al no soportar verla sufrir, confesaba un crimen que, según la película, no había cometido (lo que pasó en realidad fue lo contrario).

Solo en los últimos años se empieza a reivindicar que quizá no haya que leerlo todo a través de un único hecho biográfico y, desde luego, intentar no relacionar arte y genio con trauma: si Artemisia logró ser una gran pintora, fue a pesar de su dura vida y no gracias a ella. Lo normal en casos de vidas de mierda, problemas de salud mental (¡Van Gogh!) o adicciones (¡Hemingway!) es que lo último que aparezca sea el arte. Aunque nos encante pensar lo contrario.

5 Comments ¿Qué opinas?

  1. Wow, interesante artículo, bien escrito. Una afrenta desgarradora la que tuvo que pasar Artemisia, donde el círculo de arte fue implacable ante su maestría.

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