Nunca eres demasiado viejo para crear

Circula por las redes sociales la fotografía de una escultura acompañada de cinco o seis palabras que desaniman a unos y saca de quicio a otros.
El rapto de Proserpina - detalle 1
Quienes difunden la fotografía comienzan: «Bernini esculpió esto con 23 años» y rematan con amargura: «siento que no he hecho nada con mi vida»; «ahora estaría en McDonald’s para acabar de pagarse la carrera»; «y yo aquí tuiteando»…
Hay quien disfraza la decepción con humor: «me pasé cinco días de botellón, ¡supera eso Bernini!»; «bah, eso lo hago en tres minutos» (con caricatura adjunta)… Y no falta quien culpa de su incapacidad o desgana a los políticos y al sistema educativo. Los comentaristas son tanto hombres como mujeres que van de los 23 a los 65 años.
Si repasamos la Historia del Arte encontramos que en el pasado despuntan artistas a edades que hoy consideramos tempranas. Sin embargo, para la época, los Bernini o Miguel Ángel (que talla La Piedad con 23) son admirados por sus obras, no por tener veintipocos. La esperanza de vida en la Europa renacentista está entre los 35 y los 45 años por la inseguridad ciudadana, las enfermedades y las guerras. Ante la perspectiva de una muerte temprana, los artistas aprenden y viven deprisa, y trabajan con ímpetu. Sorprende más que Miguel Ángel pinte con 60 años El Juicio Final en la Capilla Sixtina; era un hombre viejísimo para la época.
Asombra también que Cervantes (contemporáneo de Bernini), inicie su carrera literaria de manera tardía: pasado el umbral de la esperanza de vida. Publica La Galatea a los 38 y tras veinte años sin escribir comienza la redacción de El Quijote, a los 50. Y sin medicinas, ni frigorífico ni aire acondicionado completa Los trabajos de Persiles y Sigismunda entre la diabetes y la cirrosis hepática.
Con todo esto, la edad es una justificación para cruzarse de brazos.
«Es fascinante, porque esa misma excusa te la pone una persona de 40 años que una de 66», dice la escritora y coach de escritores Diana P. Morales. La autora pone como ejemplos de escritores «tardíos» tanto a figuras conocidas (Raymond Chandler, Saramago, Frank McCourt) como a exalumnos suyos (por ejemplo, Eloísa Zapata que comenzó a escribir a los 69 y va por su cuarta novela).
Por otro lado, vivimos tiempos en los que la edad se acerca más a un concepto mental que a un dato en el DNI.
Semanas atrás, el guionista Hidalga Erenas y servidor pensamos qué edad tendría nuestro investigador privado de los años 50. Queremos a un tipo recio, curtido (de la vieja guardia). Propongo la edad de Adolfo Marsillach como inspector en 091, Policía al habla. IMDB da la respuesta: Marsillach tiene 32 años. Me pilla por sorpresa: lo hacía mayor.
Marsillach pertenece a unos tiempos en los que la infancia no estaba inventada y los hombres se hacen adultos cambiando los pantalones cortos por los largos.
Recuerdo cómo, a principios de los ochenta, Sevilla aún tiene costumbres antiguas: una muchacha de 26 años se casa y una semana después muestra dos o tres dedos de combinación bajo la falda. El detalle es importante: no es una muchacha: es una mujer adulta, casi mayor, y pocos años después, una réplica de su madre.
Marsillach y la joven esposa de los años 80 son ejemplos de cómo las personas son «mayores» según qué épocas y circunstancias sociales. Al artista no le importa esto. El artista vive ajeno al tiempo y no piensa que es «demasiado viejo para» ni le importa lo que otros piensen: trabaja y punto.
«Mientras no intentas algo, NO FRACASAS. Y la mayoría de la gente busca, sobre todo, no fracasar», dice Diana P. Morales.
Y sin embargo, sin fracaso (llamadlo borradores) no surge la creación. Aún puedes, si quieres, hacer la gran obra de tu vida.

No te pierdas...