Fueron horas y horas contemplando la ciudad. Cada edificio, cada detalle. Si Barcelona fuera un batido de fresa, podría decirse que Thibault Zimmermann y Lucie Thomas (Zim&Zou) absorbieron hasta la última gota. Después de tanto tiempo dedicado a los inagotables particularidades de la Sagrada Familia, estos artistas, afincados en Francia, llegaron a apreciar el arte de Antoni Gaudí como nunca antes lo habían hecho. Descubrieron los edificios más emblemáticos como probablemente nadie más, salvo Gaudí, lo había hecho antes.
«Disfrutamos muchísimo observando todo el trabajo invertido en edificios como La Sagrada Familia, por ejemplo. La cantidad de detalles es impresionante. Es como descubrir algo que creías conocer bien. En este tipo de edificios tan ricos, la cantidad de pequeños detalles que no habíamos visto todavía llega a ser una absoluta locura», relata Thibault Zimmermann, director de arte de Zim&Zou.
¿Por qué Barcelona y por qué rosa? El proyecto fue un encargo de una marca de cava, que acudió a la agencia con la idea de utilizar su ciudad más emblemática como un reclamo para un nuevo producto a base de frutos rojos, cuya botella es rosada. Según explica Zimmerman a Yorokobu, convertir la ciudad condal en una maqueta de cartulina rosa «también fue una buena manera de resaltar la positividad y energía de Barcelona».
La página web de Zim&Zou está abarrotada de figuras de cartulina. Para ellos, el papel se ha convertido en el mejor material gracias a su color, textura, fragilidad y precio.
La primera vez que trabajaron con cartulina, intentaron hacer una Game Boy por pura diversión. Los colores no les parecieron los más adecuados, puesto que buscaban darle un aspecto vintage y propio de los años 80. El resultado no fue el esperado y comenzaron a trabajar en una nueva versión. Esta segunda recreación fue la que les dio la idea de que el papel podría convertirse en un gran aliado y desde entonces no han dejado de explorar con él.
«Es, esencialmente, un material muy rico. Su fragilidad lo convierte en un material difícil de trabajar, así que cuando intentamos hacer una instalación grande, acaba convirtiéndose en una especie de performance», dice Zimmermann.
Para el director de arte de Zim&Zou, que está acostumbrado a trabajar con cartulina, «este material es tan frágil que aporta mucha poesía al proyecto. El mayor reto fue recrear la ciudad utilizando planos en papel. Sin un volumen real, Barcelona tenía que ser reconocible a primera vista», detalla. Por eso, añadieron pequeños detalles que dieran volumen a los edificios.
Los balcones y los pliegues de las fachadas dieron profundidad y realismo a los edificios de papel y contribuyeron a que Zimmerman y Thomas consiguieran lo que se habían propuesto: «dar un aspecto muy intricado y detallado a la ciudad».
El tiempo que este estudio invierte en cada proyecto es tan prolongado que, una vez el cliente ha aceptado uno de los tres bocetos que ellos le plantean, ya no podrá dar marcha atrás. No vale arrepentirse o ir aportando ideas sobre la marcha.
La parte más laboriosa, después de todas las pruebas, es el dibujo técnico definitivo, así como imprimir, cortar y unir las piezas. «Somos muy cuidadosos con la calidad de cada pieza, por eso intentamos seguir siendo un grupo reducido. Es la única manera de controlar cada paso del proceso creativo», aclara.
Aunque esta Barcelona de tonalidades chicle fue un encargo de una marca que llegó a ellos a través de la agencia Roosbeef! en París, este estudio no acepta encargos que no pueda cotrolar artísticamente desde el principio.
«Puesto que sólo trabajamos en proyectos en los que nosotros mismos nos encargamos de la dirección artística, intentamos hacer nuestra propia interpretación de la ciudad», remacha.