Atracos con corbata, atracos con pistolas

12 de septiembre de 2012
12 de septiembre de 2012
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¿Habéis estado en un banco durante un atraco? Yo no, pero fui testigo de uno desde la acera contraria. Vi a dos tipos en moto que paraban frente a una sucursal. Uno de ellos entró en la sucursal con una bolsa deportiva donde ocultaba un arma. Poco después salió con la bolsa llena de dinero. Los paramédicos atendieron a algunos empleados y clientes (posiblemente con calmantes).

En las películas y las series, los atracadores suelen ser víctimas del sistema (como granjeros desahuciados). Los bancos son los malos, y los empleados y los clientes, daños colaterales.

ATRACOS A LA AMERICANA

Las películas sobre atracadores de bancos de otros tiempos tenían un argumento sencillo: un granjero era desahuciado por el banco. «Espere a la siguiente cosecha» decía el granjero. «Lo siento, Sr. Parker, no podemos esperar más», decía un representante del banco. El director nunca atendía a los clientes una vez firmado los papeles. «Los bancos acabaron con mi padre», es la frase que mueve al futuro atracador de bancos.

Los granjeros reconvertidos en atracadores de bancos se convertían en personajes queridos por el pueblo, y en leyendas cuando eran tiroteados poco antes de alcanzar la frontera mexicana.

Parece que en nuestra época no quedan más granjas que desahuciar en Los Estados Unidos. Y los guionistas tienen que inventarse otros trucos para que los atracadores caigan simpáticos aunque vayan dando sustos a la gente inocente. Los bancos siguen siendo los malos. (Que un banco sea denominado como «banco malo» es una figura literaria conocida como epíteto: no aporta nueva información).

El mismo sistema norteamericano que incita a los profesores a vender drogas o prostituirse, conduce a los ex soldados de las guerras de Oriente Próximo a atracar bancos. Ser héroe de guerra no garantiza un futuro de rosas, ni siquiera estar protegido por quiénes te condujeron a proteger los pozos de petróleo. Ser héroe de guerra está bien para tener fotos bonitas en las revistas y para alentar al reclutamiento.

ATRACOS A LA ESPAÑOLA

En España no hay cine de granjeros desahuciados. Hay historias de curritos tentados por el dinero como en Atraco a las tres. Personajes de la posguerra civil que malviven en pensiones, ahorran para comprarse una radio o unas medias. Tiempos en los que una visita a un paciente en el hospital era una oportunidad para comer (¿Volveremos a esos tiempos? ¡Quita! ¿Con los recortes en Sanidad?)

Los personajes de Atraco a las tres no son muy distintos a los españolitos del presente que hacen horas extras —no remuneradas— para acabar trabajo atrasado. «Los trabajos están muy mal» y «ahí está la puerta» son frases de Atraco a las tres que resuenan actuales.

Posiblemente, El mundo es nuestro sea la heredera ideológica de Atraco a las tres, donde jóvenes sin más horizonte que el parque del extrarradio, se disfrazan de nazarenos para atracar un banco.

ATRACOS A LA BRITÁNICA

Pienso en todo esto tras haber visto Inside Men, una entretenida serie de la BBC que narra la historia de un atraco y que, alguna manera, es un reflejo del capitalismo y sus efectos en las personas de distinta clase social.

El director de un depósito de seguridad es quien orquesta el atraco. Sus cómplices son el encargado de la seguridad y uno de los empleados que transporta montañas de dinero de un lugar a otro del depósito.

El depósito de seguridad representa el capitalismo que fagocita a las personas. El director del depósito es el «malo» por partida doble: como un elemento superior del engranaje económico y como orquestador del atraco valiéndose de la estupidez y la ambición de sus cómplices y empleados.

El guarda de seguridad y el empleado de transporte que sostienen con su esfuerzo el sistema, viven en condiciones infrahumanas. El guarda cuida a su madre alcohólica, ignorada por los servicios sociales. El empleado de transporte malgasta el dinero en evadirse de la deshumanización del entorno y del trabajo. Los empleados pues, buscan con el atraco abandonar sus condiciones de vida.

Sin embargo, el director del depósito no necesita dinero, ni lo quiere. Le mueve el rencor. El sistema empresarial premia a los directores más eficaces, y desacredita a los menos. Después de años de reconocimiento, su empresa le da la espalda, lo degrada y lo traslada, aunque con un aumento de sueldo. No es suficiente. Estas personas han sido educadas para competir, para hundir a los rivales. Quiere robar ante las narices de su sucesor, para dejar a éste en evidencia. El afán de competición por la acumulación es otra de las consecuencias del perverso sistema de valores.

Inside Men refleja que los crímenes hechos con máscaras o medias en la cabeza son en muchas ocasiones, el resultado de los crímenes hechos con corbata. Una idea que no es novedosa. Eso sí, con la factura de la BBC.

 

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