Era un día «verdaderamente histórico». Aquel 6 de abril de 1922 en París se iba a producir «el diálogo entre el mayor filósofo y el mayor físico del siglo XX».
Bergson y Einstein iban a enzarzarse en una lucha sin cuartel. El tema de debate: el Tiempo. La percepción filosófica vs. la puramente científica del pasado, el presente y EL FUTURO. De aquel encuentro se seguiría hablando durante décadas.
Aunque CASI estuvo a punto de NO producirse…
Cuando Einstein llegó a la Gare du Nord «le esperaba una marabunta de fotógrafos, periodistas, cineastas, funcionarios y diplomáticos». Una bienvenida más propia de una estrella de Hollywood que de un científico.
Pero Einstein no tenía ganas de exhibirse. No al menos en aquel momento ni en aquella estación. Cuando el tren paró, Einstein bajó por el andén contrario. El autor de la E=mc² hizo mutis por el foro.
Tras abrirse camino entre cables y señales de aviso, encontró una pequeña puerta que daba al Bulevar la Chapelle. Y la abrió. El lugar era un verdadero desierto a aquellas horas.
Después de mirar a un lado y a otro y cerciorarse de que no había nadie, salió a la calle. Ya estaba a salvo de cámaras y miradas. Entonces no pudo evitarlo: Einstein rompió a reír como un niño.
*Anécdota extraída del libro El físico y el filósofo, de Jimena Canales (Arpa Editores) |