Basta un pequeño paseo por Youtube para advertir que existen tutoriales sobre materias inimaginables. La música es una de las disciplinas con más canales dedicados a la enseñanza en la plataforma. Da la impresión de que, poco a poco, las clases en persona van perdiendo fuelle a favor del aprendizaje virtual. Pero, ¿realmente el método online es equiparable al clásico y presencial? ¿Es enseñanza real o son distracciones esporádicas? ¿Qué ventajas e inconvenientes se encuentran en esta vía?
Existen vídeos para casi todos los instrumentos. Algunos son grabaciones de escasa calidad en las que el autor interpreta un tema ante la cámara para que se vea la digitación. Otros diseñan un método, acompañan con elementos gráficos sus clases y aplican las estrategias de difusión del marketing online.
El guitarrista Franco Lunghitano, de Cuerdabierta, asegura a Yorokobu que la modalidad en vídeo, en el caso de las seis cuerdas, resulta útil porque el vídeo se puede ver «todas las veces que quieras y desde cualquier plataforma». De este modo, si el alumno olvida la ejecución de algún pasaje o ejercicio, no tiene que esperar a la siguiente clase para solventarlo.
En su opinión, los canales de Youtube «pueden funcionar muy bien para aprender algo específico como una canción concreta, pero no hay un plan a seguir». Si lo que deseas es dominar un instrumento no es la mejor opción: «En Youtube puedes encontrarte con una sobrecarga de información y muy probablemente pases horas viendo vídeos sin aprender nada», matiza. «Hay miles de libros no leídos y de cursos no realizados».
Por eso, en su caso, emplea el canal como una vía exploratoria que está vinculada con los cursos online que ofrece bajo suscripción. En estos últimos, intenta aproximarse al cara a cara y compensar las limitaciones de lo virtual. Además de cursos cerrados de estilos (blues, rock…), realiza clases en vivo y, a través de un grupo privado de Facebook, habla con sus alumnos, recibe vídeos de sus avances y los asesora uno a uno. A la vez, comparten y comentan música entre todos: se crea una pequeña comunidad. «Algunos alumnos acabado juntándose para tocar», cuenta.
A pesar de existir tutoriales gratuitos y de que, rastreando bien la web, uno puede encontrar todo tipo de técnicas y canciones, muchos alumnos prefieren optar por opciones de pago. La existencia de un método es crucial, sobre todo en las primeras etapas. Al principio, el instrumento desborda a quien trata de domarlo. No contar con una guía o con la capacidad de contrastar los avances y de comprobar que es normal fallar, que el proceso es costoso y lento, desmotiva y lleva, en gran parte de los casos, al abandono.
Los vídeos de Youtube se nutren de visitas, y resulta rentable caer en el espoleamiento vacío, en hacer creer que el aprendizaje es más sencillo de lo que parece. Quien toca lo sabe: dominar un instrumento es complejo, requiere una actitud obsesiva, perseverante y es absurdo plantearlo como una cuestión de metas o de ítems. Por muy bueno que seas, si pasas una semana sin tocar, tu capacidad se reduce. El aprendizaje no termina nunca.
El cantante y youtuber Sergio Vargott explica que concibe los vídeos como complementos de las clases tradicionales. «Si ya estás estudiando canto y no entendiste al profesor o no entiendes un tema o una técnica, siempre puedes consultarlo en Youtube y, por ejemplo, ahí están mis vídeos que lo explican detalladamente».
También lo contempla como punto de partida. «Ver tutoriales es una buena forma de saber si en realidad quieres estudiar eso; puedes intentarlo y si no te gusta, te quitas la espinita y no gastas dinero», opina.
La educación de la voz por vía online plantea más problemas que la práctica de otros instrumentos. En piano, violín o guitarra, los vídeos muestran la digitación, las posiciones de manos y de brazos, y aún en mayor grado en los tutoriales filmados con varias cámaras que permiten vigilar de cerca la pulsación de las dos manos. El canto, en cambio, tiene sus cuerdas escondidas.
La voz es un instrumento, pero sus elementos (diafragma, aire, pulmones, cuerdas vocales, lengua…) se ocultan a la vista. En las clases cara a cara, el profesor puede enseñar a percibir si el aire pasa por donde debe o si se articula la boca de manera correcta. Con el formato de vídeo cerrado, esto se complica.
«En el canto sí necesitas a alguien que te esté observando para ver si lo estás haciendo correctamente. Son posiciones invisibles. Necesitas ver, decir qué están haciendo mal y cómo hacerlo correctamente», dice Vargott. «Di un curso en línea para algunos alumnos. Habían visto mis vídeos y la técnica, ellos pensaban que lo estaban haciendo correctamente… Pero al verlos, pude decirles cómo corregir los fallos».
No todo es música
No basta con demostrar calidad musical ni virtuosismo, tampoco con tener una buena capacidad pedagógica. Internet se guía por las leyes del marketing online. Por eso, los propietarios de los canales sofistican sus métodos y sus formatos para atrapar y mantener a su público.
El guitarrista Franco Lunghitano sabe que la ingenuidad es la piedra en el zapato de quienes pretenden prosperar en la red. La calidad en el toque no es suficiente; de hecho, no es casi nada: «Me capacito todo el tiempo. Las estrategias son muy importantes para las redes sociales. Son increíbles las cosas que se pueden hacer, y si no las haces, por más amor que tengas hacia la música y la enseñanza, te va a ser difícil vivir de esta gran pasión», reconoce.
Un canal difícilmente funciona sólo con consejos y vídeos de técnica. «Me ha ocurrido que he subido cosas de entretenimiento y han tenido más reproducciones que un gran curso de guitarra», confiesa Lunghitano.
Vargott, incluso, sale a la calle para interceptar jóvenes a los que enseñarles cómo sonaría su voz pasada la túrmix del autotune o a buscar padres de familia para ver cómo reaccionan ante un videoclip de música trap. También cuenta vivencias personales o relata situaciones sociales a las que se enfrentan los cantantes: «Las personas que ven tu canal te consideran su profesor y, como sucedería en cualquier escuela, los alumnos quieren platicar y conocerte un poco más», justifica.
Otra estrategia: emplear vídeos cortos. «A muchos les desmotiva ver un vídeo largo que dure 10 o 15 minutos, aunque es incluso poco tiempo para explicar un tema que llevaría una hora en una clase privada», anota Vargott. «No se puede enseñar a cantar con el diafragma en 5 minutos, pero es internet y la gente quiere todo rápido y corto».
A la dificultad de sobresalir entre miles de contenidos y enganchar al usuario, se añade otra más. Youtube es como una ciudad tras un apagón; nunca se sabe dónde va a aparecer un saqueador. Vargott se queja del robo de ideas: «Mi canal empezó a crecer y a los pocos meses otro canal me copió la idea y el contenido. Te roban incluso los títulos de los vídeos».
Parece que la mejor opción para aprender música continúa siendo una academia. Aunque no hay que olvidar que, al igual que hay vídeos tramposos en Youtube, también hay escuelas mediocres. Al valorar cómo la enseñanza musical se sirve de internet, no sirven discursos totalizadores. Los profesores no desaparecerán. Los tutoriales de música son un entretenimiento pasajero para algunos y, al mismo tiempo, un refuerzo para los que se desviven por dominar completamente un instrumento.
Todos, pero absolutamente todos los artículos, todas las temáticas traídas por ustedes son interesantes en su contenido-comprensión, estilo, orientación y utilidad. Agradezco a ustedes y a la vida, por haberme tropezado con este medio tan agradable, pertinente e interesante. Para cada uno de los escritores e intérpretes de las realidades, Bendiciones. Lina, Colombia
Aprender