El 13 de marzo muchos cerraron la puerta de sus despachos para no volver hasta Dios sabe cuándo. El lunes siguiente abrieron sus portátiles en otra oficina: sus propias casas. Los mismos que días antes se habían reconvertido en aulas para los niños que ya no podían ir al cole, también a causa de la pandemia.
Salvo comprar y poca cosa más, ahora todo tenía que hacerse de puertas adentro: trabajar, estudiar, hacer deporte, jugar, leer, ver cine y series, cocinar, comer, meditar.
Las viviendas se convertían de repente en espacios multiusos. Y todo apunta a que no de forma puntual. «En el mejor de los casos estaremos los próximos meses metidos en casa de forma intermitente, mucho más de los habitual», cree Ángel Barbero, CEO y Sensemarker de Recúbica. No queda otra más que habituarnos a esos nuevos hábitos domésticos. «Los iremos interiorizando más o menos en función de la frecuencia y duración de esos periodos de confinamiento».
LA CASA-OFICINA
Esos a quienes el estado de alarma pilló a contrapié, sin el equipamiento adecuado, tuvieron que hacerse con uno de forma online para trabajar. O para que sus hijos pudieran hacer los deberes. Durante los primeros días de confinamiento tiendas como PC Componentes registraron un aumento del 60% en la venta de portátiles.
Improvisar un lugar adecuado para trabajar era el siguiente paso para los que no disponen de estudio o despacho en casa. La mesa del salón, de la cocina, compartir el escritorio de estudio de los niños… Las opciones son tantas como familias.
Para Maura Trumble, de CCY Architects, la cuarentena ha abierto una interesante vía de exploración desde el punto de vista del interiorismo: «¿Cómo un pequeño espacio puede servir para múltiples funciones (comer, trabajar, estudiar, vivir, jugar…) y a la vez mantener una separación entre la vida laboral y la vida familiar?».
En opinión de Ángel Barbero, el coronavirus no ha hecho más que apretar al máximo el acelerador de nuestras vidas, precipitando hábitos que no tenían previsto asentarse hasta dentro de unos años. El teletrabajo o las clases virtuales son solo un ejemplo. Y de ambos y de alguna circunstancia más, intuye, «no podrá escaparse la arquitectura», que tendrá que dar soluciones y no tardando.
Mientras eso llega, y a falta de habitaciones extra o de reformas, los biombos son la solución a la que ha recurrido más de uno para separar ambientes y dotar de recogimiento a determinados espacios.
LA CASA-GIMNASIO
Con los gimnasios cerrados y la imposibilidad de hacer deporte en la calle (salvo que seas expresidente del gobierno) toca hacer sitio en el dormitorio o en el salón para la elíptica o para extender la esterilla de yoga. La demanda de bicis estáticas, rodillos de ciclismo y cintas andadoras han crecido por encima del 400% en algunas tiendas online de deportes.
Cuando acabe el confinamiento, es posible que muchos mantengan la fidelidad a los canales de actividades deportivas descubiertos en YouTube e Instagram estos días. En estos casos, los muebles más ligeros o dotados de ruedas para despejar el salón cuando vayamos a hacer pilates o kick boxing son la opción más práctica.
LA CASA-CINE
Plataformas como Netflix, HBO y similares se han conferido como las salvadoras de las largas horas de estancia casera. También los videojuegos. En la semana del 16 al 22 de marzo, en Europa se vendieron un 115% más de consolas, según datos de GSD. En esa misma semana, los juegos online se incrementaron un 52,9% respecto a la semana anterior. No es de extrañar que muchos también hayan corrido a internet para hacerse con un proyector o una televisión de gran formato estos días. Y seguro que los seguirán amortizando una vez haya acabado el confinamiento.
LA CUARENTENA NO ES IGUAL PARA TODOS
Si algo está aflorando estos días enclaustrados son las carencias que detectamos en nuestras viviendas. La cuarentena «pesa» mucho más en unos casos que en otros, reconoce Ángel Barbero. No es lo mismo pasarla en un piso interior de 40 metros cuadrados, sin terraza, que en una vivienda unifamiliar amplia y con jardín.
Es probable que los criterios a la hora de buscar piso cuando nos cumpla el contrato de alquiler o comprar otra vivienda ya no sean los mismos que los de hace unos meses. Quizás no importe tanto si la vivienda es más o menos céntrica como que disponga de más metros y más luz natural. Que tenga balcones. O tal vez la ubicación siga siendo importante, pero justo en el sentido contrario: «Habrá que ver si se consolida como tendencia, pero todo apunta a que mucha gente saldrá de las ciudades hacia ambientes más abiertos», considera Barbero.
Pero el coronavirus no solo cambiará nuestro modelo de casa ideal. El propio concepto de vivienda podría transmutar desde sus cimientos (nunca mejor dicho). No sería la primera vez que el miedo a una enfermedad supedita ciertos aspectos arquitectónicos.
La arquitecta Beatriz Colomina cuenta en su libro X-Ray Architecture (Lars Müller Publishers, 2019) cómo la tuberculosis condicionó algunas de las construcciones del mismísimo Le Corbusier. Sus viviendas amplias, luminosas, con espacio exterior y alzadas sobre pilotes (para alejar todo lo posible las zonas habitables del polvo del suelo de la calle) constituían la mejor fórmula, en opinión del arquitecto, para evitar que la afección pulmonar aquejase a sus inquilinos.
¿Tendrá el coronavirus un efecto similar en las casas del presente y del futuro? Es probable. De la experiencia de estos días, al menos, hay quien ya está extrayendo conclusiones. David Montalba, fundador y director de Montalba Architects, explica en la revista de diseño e interiorismo Dwell que ahora las personas «valorarán sus casas más que antes y buscarán que los espacios sean más funcionales y fluidos». La simplicidad, augura, será el principal objetivo en los hogares.
De la misma opinión es el arquitecto José María Echarte, quien confía en que la crisis al menos haya servido para darnos cuenta de la necesidad de revisar ciertos estándares de habitabilidad: «Muchos de ellos están pensados para otros modelos de domesticidad y en algunos casos se han mantenido con escasas variaciones desde los años 50-60 (en algunos casos incluso antes)».
Echarte apuesta por un modelo de parque inmobiliario cuyas directrices sean « más espacio, mejor compuesto, con mayor interacción y mayor flexibilidad». «Tengo además la esperanza de que aprendamos a valorar más un buen espacio que tenga posibilidad de usarse de forma flexible y no tanto la compartimentación y los tabiques que parecen estar en nuestro acervo cultural mediterráneo», añade.
¿Un modelo a seguir? «Por ejemplo, los que describe Sou Fujimoto en La casa NA por ejemplo: espacios flexibles, no predeterminados, bien iluminados, bien ventilados, que pueda ser comedor, sala de juegos, cine, escuela… ».
LO QUE EL VIRUS NOS ESTÁ ENSEÑANDO SOBRE NUESTRAS CASAS
Gianpiero Venturini, fundador de Itinerant Office, es también de los que considera que la crisis del COVID-19 nos ha enseñado la conveniencia de la multifuncionalidad de las viviendas. Entre las posibles líneas de actuación que se han revelado durante el confinamiento destaca la de dar mayor flexibilidad a espacios ya existentes y que hasta ahora han estado relegados a desempeñar una única función: escaleras, galerías, tendederos, patios compartidos o azoteas…
«Durante la cuarentena han sido colonizados por parte de los habitantes de muchos edificios que no tenían más remedio que abrir sus viviendas en búsqueda de nuevos lugares que los hiciesen sentir algo más libres. Son espacios potencialmente interesantes que ofrecen la posibilidad de transformarse planteando nuevas funciones colectivas».
Venturini enlaza aquí con las debilidades mostradas por el «sistema sanitario centralizado» durante la pandemia: «Existen propuestas muy interesantes que replantean el uso de la vivienda como espacio equipado para el cuidado de las personas, para que no sea necesario trasladarse a un hospital a no ser que sea estrictamente necesario. Aunque sea de difícil gestión, y requiera de un replanteamiento de todo el sistema sanitario, podría ser una consecuencia natural a todo lo que ha sucedido a lo largo de estos últimos meses».
EL MOMENTO IDEAL PARA PENSAR EN LA CASA IDEAL
El tiempo de más que hemos y estamos teniendo durante este confinamiento nos ha dado para muchas cosas. Entre ellas, las de soñar en la casa en la que nos hubiera gustado pasar todos estos días. Imágenes mentales que Mara Sánchez, Gonzalo Lozano y Fermina Garrido piden ahora a sus dueños que las materialicen en forma de dibujo y las envíen para crear el proyecto Casa de Muñecas Infinita.
«Es una iniciativa que busca aportar visibilidad a las narrativas que tenemos sobre lo doméstico a través de composiciones visuales lúdicas asemejables a casas de muñecas», explican sus promotores.
Su objetivo, añaden, es crear una escena sinfín compuesta por infinitas casas de muñecas concatenadas a través de estas formas lúdicas del espacio doméstico.
«Este proyecto trata de “escuchar» esos espacios domésticos y representar a través de este juego nuestra cultura, nuestros ritos y nuestras tradiciones». Todo aquel que desee contribuir en la construcción de esta casa de muñecas infinitas, puede enviar su creación a endlessdollhouseproject o a la dirección de correo electrónico endlessdollhouse@gmail.com.
Otra iniciativa que se interesa por conocer cómo se están transformando las casas durante este confinamiento es CovidHouse.
Los participantes envían un dibujo de un plano de sus casas, revelando en ocasiones información de gran interés sobre lo que están valorando más (o menos) en sus domicilios durante esta cuarentena.