El 'Catecismo de la prostitución' en la Revolución Francesa

30 de julio de 2015
30 de julio de 2015
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Una puta insigne y aguerrida debe efectuar un estudio particular de las diferentes variaciones que suelen procurar placer a los hombres, pues hay diferencia entre divertir a un hombre frío, a un rubio o a un hombre hirsuto y moreno; entre excitar a un jovenzuelo o a un viejo sensual».
Eran días de revolución en Francia. En aquel país, allá por 1792, apareció un libro titulado Catecismo libertino para muchachas de vida alegre y señoritas que decidan ejercer esa profesión. La primera edición apareció sin firma. La segunda llevaba la rúbrica de Théroigne de Méricourt.
Eso ha hecho que hoy no se sepa la verdadera autoría de la obra. Unos historiadores dicen que, efectivamente, la escritora fue esta republicana revolucionaria a la que tanto admiraba Baudelaire. Otros piensan que un anónimo utilizó el nombre de la heroína, conocida en toda Francia, para ganar popularidad. Ella ni lo confirmó ni lo desmintió.
La editorial La Felguera lo ha publicado en español, en un libro dedicado a Théroigne de Méricourt: La Furia. El catecismo empieza con una epístola del abad Prepuciano a la señora abadesa de Montmatre y una oración a santa Magdalena. Después se suceden una serie de preguntas y respuestas que desvelan «qué es ser una puta», «qué cualidades debe tener» o «las señales características que distinguen a una puta de la que no lo es».
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Pregunta: ¿Cuáles son los objetos y utensilios que deben adornar la habitación de una puta?
Respuesta. Detrás del espejo debe tener dos buenas fustas, una adornada con una cinta rosada y la otra con una cinta azul. Aunque hoy que todo es de estilo patriótico y que incluso se fornica patrióticamente, bastará con una cinta tricolor.
En los cajones de su cómoda debe haber látigos, disciplinas de cuerdas con pequeños nudos y otras provistas de alfileres. También debe poseer cintas y sogas resistentes. Junto a la chimenea deben hallarse, en el interior de un armarito, varios condones. Deben exhibirse cuadros licenciosos, y las estampas más voluptuosas y lubricas deben rodear su cama. Numerosos espejos enfrentados servirán para reflejar las posturas del placer.
Pregunta. ¿Cuáles son los usos que debe hacer una muchacha de vida alegre de todos estos utensilios?
Respuesta. Cuando se presente en su aposento algún fornicador frígido que con la actitud perezosa de su verga demuestre impotencia o ausencia de fuerzas, la puta, después de probar con los métodos ordinarios y al ver que con el ejercicio de la mano no puede devolver a ese falo su picardía y majestuosidad, deberá recurrir a remedios violentos a la par que operativos. Al constatar que no puede hacer que el calzonazos se excite ni que descargue, ella agarrará una buena fusta y comenzará asestándole en las nalgas una treintena de azotes.
Si esta práctica no provoca mejoría, deberán emplearse los látigos y las disciplinas con alfileres. (…). Sobre todo son los curas quienes presentan una mayor propensión a la flagelación. Algunos se dejan atar y otros solo sienten satisfacción cuando una puta les ha macerado y desarrollado el culo hasta el punto de hacerles correr la sangre por los muslos.
Pregunta. ¿Qué entendemos por condón?
Respuesta. Son las bolsitas o especie de fundas de piel de cordero con las que se envuelve el falo del fornicador que teme el peligro de fornicar con una mujer de la que no está seguro. (…). Esta precaución, aunque prudente, no gusta mucho a las mujeres ardientes en el coito.
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Las preguntas continúan hasta que el catecismo se acerca al final. La obra termina con una serie de poemas titulados Instrumento deseado, La fornicadora infatigable, Chascarrillo, Gozo, La primera vez y Epigrama. Estos son los versos de esa última poesía.

Un marinero grosero
en un coño quiso entrar.
Maldecía y se quejaba:
¡la moza no tiene igual!
La chiquilla dijo: ¡Nunca!
Él gritó: ¡San Nicolás!
¿Acaso se me resiste?
Déjese de fruslerías,
que mi falo es pertinaz.

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