Cinero

23 de noviembre de 2013
23 de noviembre de 2013
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‘Cinero’ es el amante del cine. Cuidado, que no hablamos del cinéfilo, no confundamos. Ciertamente tiene que ver con la afición al séptimo arte, pero con grandes diferencias. Si bien comparten ambos el gusto especial por el cine, la distancia más importante entre el cinéfilo y el ‘cinero’ reside en su vasto conocimiento, infinita memoria y capacidad de análisis de la producción cinematográfica del primero, frente a las ganas de pasar el rato del segundo.

El cinéfilo de todos conocido es ese cultivado personaje intelectual, profundo, gafapasta y moderna barba de cuatro días que desmenuza con precisión quirúrgica la película que acaba de ver. Sus referencias a la coherencia del guión, pulso de rodaje, ritmo narrativo, tratamiento del plano secuencia, etc. se alargan sin fin y acostumbran a dejar perplejo al ‘cinero’ que liquida el tema con apenas media docena de palabras: “Pues a mí… me ha gustado”.

Otra característica del cinéfilo es una memoria digna de un disco duro de última generación, pues almacena no solo los títulos anteriores del director, recuerda con naturalidad “en esa también participó en el guion”, sino otros trabajos del director de fotografía. “Ves, en Yaki Ortega es notorio su origen cubano”. Comenta despreciativamente a James Horner autor de la banda sonora de Titanic por reutilizar notoriamente algunos pasajes en Troya o Avatar. Ante ese volcado de gigas, el modesto ‘cinero’ se limitará a mover pausadamente la cabeza en señal de afirmación y absoluto desinterés por la avalancha de información que no harán variar su impresión del film.

La más abismal distancia que separa a ambos se ilustra en la siguiente anécdota que juro cierta. Se producía entre dos cinéfilos en presencia de un ‘cinero’.

—¿Sabías que murió Joe Canutt?

—¿Pero aún vivía? Debía ser muy mayor.

—Casi cien años.

Ahora la ingenua pregunta del ‘cinero’, básicamente para integrarse en la conversación.

—Perdón, ¿me podéis recordar algún trabajo de Canutt?, ahora mismo no…

—¡Por favor! —comenta el ultrajado cinéfilo—, fue el especialista que dobló a Charlton Heston en la carrera de cuádrigas de Ben-Hur.

‘Cinero’ superado, eso sí, con cierta torva mirada mezcla de duda y desconcierto que finaliza con el honesto reconocimiento “pues no sabía”, respuesta que deja en el aire el sujeto del desconocimiento: si el dato o la defunción.

El auténtico ‘cinero’ no guarda memoria alguna de lo que ve ni tan siquiera del título, que es incapaz de recordar en apenas veinticuatro horas. No lee críticas ni tan siquiera las sinopsis antes de empezar la proyección. Eso sí, sonríe ante la erudición de cinéfilos sobrecargados de datos. Mezcla con naturalidad el visionado de la última superproducción americana con el cine independiente. Reconoce sin vergüenza preferir las películas dobladas y apenas recuerda el nombre de una docena de actores. A pesar de su ingenuo desconocimiento, frecuenta y disfruta como el que más el cine. Ama el séptimo arte y rechaza ver una película en el ordenador. Fiel devoto de la ceremonia de la oscuridad y de la amable sonrisa que siempre tiene dispuesta para el primer cinéfilo que le busca para volcar conversación, muy a menudo reconvertida en monólogo.

Muchos lectores se identificarán con esta especie y solo me resta decir: “lo reconozco, soy un ‘cinero’”.

Francesc Beltri Gebrat es socio de Mediterráneo Consultores

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