En las ciudades actuales existen unas criaturas escindidas. De cuello hacia abajo encajan perfectamente en el paisaje urbano. De cuello arriba, en cambio, podrían estar rodando por cualquier circuito deportivo. No hay pruebas, hasta la fecha, de que esa contradicción sea intencionada. Es, más bien, una cuestión de armario. Hay pocos cascos diseñados para evitar esa distancia visual que se establece, a menudo, entre la ropa del cuerpo y la armadura de la cabeza. Y los que sí se ocupan de la moda, con frecuencia, marcan una longitud estratosférica entre su precio y el número de billetes que suelen rondar por la cartera.
Este tema apareció en una conversación hace más de dos años. Tres ingenieros industriales y sus parejas hablaban de la movilidad en bici mientras tomaban una paella. Entre el arroz apareció una cuestión: por qué usar un casco deportivo si la ropa de ese día es, por ejemplo, una falda y unas botas de piel.
La cultura urbana de la bici incluye múltiples accesorios. Entre ellos, y por motivos de seguridad, el casco. En ningún momento lo plantean como algo obligatorio, pero, efectivamente, hay muchas personas que quieren utilizarlo y, sin embargo, la oferta para un uso de movilidad urbana aún es absolutamente limitada.
De la conversación, y una investigación posterior, descubrieron que muchos individuos no usan casco por dos motivos. Uno: destruye la armonía que se establece entre el resto de la ropa que lleva una persona que se mueve en bici. Dos: el casco convencional, grande y rígido, ocupa mucho espacio y a veces resulta incómodo para llevar encima después de aparcar la bicicleta.
Los ingenieros pensaron que un casco plegable y con look urbano resolvería las objeciones de muchas personas que quieren llevarlo pero no lo hacen por moda y por comodidad. Buscaron si había algo así en el mercado y no hallaron ninguno que cupiese en un bolso. Ni dentro ni fuera del país. Entonces decidieron inventarlo.
Empezaron a trabajar hace más de dos años y ahora acaban de presentar el prototipo (talla M). Es un casco plegable que se puede reducir a menos de la mitad de su volumen cuando está en uso. Al casco, llamado Closca, se añaden las fundas de tela que dan su apariencia de complemento de moda. Los primeros modelos han sido diseñados junto a marcas textiles de Valencia y, en la actualidad, los responsables de Closca Design están hablando con más compañías para ampliar la variedad de fundas.
“Queremos crear una tendencia y hacer más fácil la utilización del casco”, explica Carlos Ferrando, uno de los tres fundadores de esta empresa. El proyecto se encuentra en fase de búsqueda de financiación, en Kickstarter, para empezar a producir las tallas L, S y XS (para niños).
El desarrollo ha llevado más de dos años porque, según el ingeniero, han sido muy estrictos con las medidas de seguridad. “Cumple rigurosamente con la normativa EN 1078 de Cascos para ciclistas y para usuarios de monopatines y patines de ruedas elaborada por el Comité Europeo de Normalización”, especifica Ferrando. “El casco está homologado. Ha pasado todos los tests y ha sido diseñado para absorber impactos y garantizar la máxima eficiencia”.
Closca se empezará a vender en su web y en algunas tiendas. Los responsables del proyecto son conscientes de la importancia del precio y, por eso, lo han fijado en 58€ (casco, funda y gastos de envío) y 54€ (con una bolsa de regalo) si se adquiere a través de Kickstarter.