Quedar con una amiga y que te cuente que su marido y ella han empezado a dormir en camas separadas hace que, casi de forma automática, sientas cierta compasión y empieces a buscar las palabras adecuadas para darle el pésame. A fin de cuentas, se ve este hecho como el principio del fin de cualquier relación. Piensas, y no eres el único, que una pareja que no comparte cama está distanciada y que, en caso de haber crisis, las camas independientes solo servirán para separarles aún más.
Luego, esa misma amiga te explica que la decisión no tiene nada que ver con una crisis o un enfriamiento de su relación. Te cuenta que, simplemente, no lograba descansar bien con los ronquidos de su esposo y que se sentía agotada cada mañana debido a la escasez de sueño, por lo que decidieron llegar a ese acuerdo. Y te confiesa que, de hecho, si hubiese seguido durmiendo en la misma cama que él, hoy estarían probablemente divorciados. Zas, en toda la boca.
Una de cada cuatro parejas británicas duerme en camas o habitaciones separadas de forma regular (más de tres veces por semana), como consecuencia del estrés y las tensiones de la vida moderna, según una encuesta realizada por la compañía Bensons for Beds a 1.500 personas.
¿Están todos ellos locos? ¿Son más raros que un perro verde? ¿O será que, lejos de ser el principio del fin, esta práctica puede reportar suculentos beneficios a muchas parejas de tortolitos?
«Las parejas que duermen juntas son un desarrollo cultural reciente. Eso no es necesariamente una señal de relación exitosa», asegura en una entrevista digital el psicólogo clínico Tom Kent. Hay muchas razones por las que una pareja podría elegir dormir en camas o habitaciones separadas.
Algunas de las principales esgrimidas por los encuestados son:
Eres un durmiente ruidoso y lo sabes. Casi la mitad de la población ronca como una bestia mientras duerme, y no son pocos los que lloran, gritan o se ponen a hablar solos en mitad de la noche.
Algunos cónyuges con vocación de mártir (o más paciencia que el santo Job) lo sobrellevan como buenamente pueden, pero otros deciden cortar por lo sano y dejan de compartir lecho con su amor para evitar experimentar el resentimiento.
Los que optan por esto último aseguran que descansan mejor, se levantan con más ganas de dar y recibir arrumacos y están de mejor humor.
No paras quieto. Muchos de los entrevistados han dejado de compartir cama por lo mucho que se mueve su compañero o por cómo acapara las sábanas mientras duerme. Son tantos años que (casi) te habías acostumbrado, pero reconoces que estás hasta la coronilla de recibir patadas y puñetazos involuntarios a cada rato.
Según varios expertos, las parejas que duermen juntas se despiertan entre sí, de media, seis veces por la noche. Y es entonces cuando das las gracias a la Virgen de Guadalupe por haber escogido en su día un piso de dos habitaciones que te ahorra tener que dormir en ese incómodo sofá del salón.
Tenéis horarios incompatibles. Algunos dejan de dormir juntos al trabajar diferentes turnos. Por ejemplo, el caso del marido que tiene que levantarse dos horas antes que su esposa, que tiene el sueño ligero y se despierta al más mínimo ruido.
Esto lleva a la mujer a buscar un nuevo lecho para intentar recuperar el patrón de sueño normal lo antes posible y no levantarse cada día con la sensación de que le han dado un palizón durante la noche. Aunque acuerdan dormir juntos los fines de semana para no perder (del todo) las viejas costumbres.
Sois la noche y el día. Otros son simplemente incompatibles a la hora de compartir horas de sueño. La novia friolera que quiere taparse con cinco mantas y dormir con la calefacción puesta; el novio con insomnio que no para de dar vueltas en la cama o la pareja que cada noche tiene la misma discusión sobre la hora a la que se debe apagar la televisión para dormir.
Os lleváis como el perro y el gato. También hay parejas que se llevan a matar. El 38% de los encuestados duermen solos porque se tiran los trastos a la cabeza con su cónyuge de forma habitual.
Los problemas o discusiones de estas parejas hacen que uno de sus dos miembros acabe pasando la noche en el sofá (51%) o en el dormitorio de invitados (34%) a menudo.
Marido y mujer, hasta que los hijos os separen. Muchas de esas parejas comienzan a dormir separadas cuando tienen hijos. De hecho, una sexta parte de los encuestados atribuyó su acuerdo a la presencia de un niño en la cama principal de la pareja. Por ejemplo, el niño que se despierta quince veces durante la noche y pone a sus progenitores al borde de un ataque de nervios.
Muchos padres ceden ante su incesante llanto y deciden meterle en el lecho conyugal. Y algunos, con cierto apego al masoquismo, permiten que su hijo se acueste con ellos cinco veces al mes de media. Pero también los hay que deciden dormir separados cuando esto ocurre para facilitar ese descanso compartido con los bebés.
Entonces, ¿se acabó la intimidad?
Y ahora, la gran pregunta. ¿Se ve afectada la intimidad de una pareja cuando sus miembros duermen solos por la noche? ¿Será cierto que las parejas que duermen en camas separadas apenas follan? Parece que no.
«La gente piensa que las relaciones sexuales equivalen a dormir en la misma cama con alguien, pero no es así», comenta en una entrevista digital la psicóloga Sarah Allen. «Puedes pasar tiempo con tu cónyuge en la cama antes de irte a dormir. Puedes acurrucarte, hablar sobre tu día, leer juntos, ver la tele, darse unos frotamientos o tener relaciones sexuales. Y luego puedes ir a otra habitación para obtener el sueño que necesitas».
Es más, muchos expertos aseguran que programar los encuentros sexuales puede resultar beneficioso para la pareja. «Me parece que cuando cada miembro de la pareja programa un tiempo para el sexo, más esfuerzo e intención entra en la experiencia. Un evento programado permite a cada uno de ellos despejar su calendario, planear cosas sexis y reservar energía para que puedan centrarse completamente el uno en el otro», apunta en otra entrevista la educadora sexual Alicia Sinclair.
Sí, se pierde en espontaneidad (aunque los polvos maritales tengan cada día menos de espontáneo), pero se puede ganar en excitación sexual. Por ejemplo, que tu novio llame a la puerta de tu habitación la noche menos esperada y te pregunte si te apetece jugar un rato a los doctores.
La cópula sexual no es patrimonio exclusivo de los que comparten lecho. Hay parejas que duermen en la misma cama, tienen una relación estupenda y están conectadas física y emocionalmente.
También hay parejas que comparten cama, que son infelices y que no se tocan ni por accidente (o que tienen sexo cada cierto tiempo por costumbre o porque parece que toca). Y hay parejas que no duermen en la misma cama (y que ni siquiera comparten casa), pero que están muy satisfechas y felices en su relación, a todos los niveles. De todo hay en la viña del Señor.
Cada pareja es un mundo y lo que es bueno para una no funciona para la de al lado. Por lo tanto, conviene que te preguntes si el hecho de dormir por separado es resultado de una elección que hiciste de manera consciente (y estás más feliz que una perdiz) o se trata más bien de un hábito adoptado pasivamente con el tiempo, pero con el que no estás demasiado contento (en cuyo caso, ya estás tardando en hablarlo con tu pareja).
A fin de cuentas, no parece demasiado inteligente dejar que las ocho horas que solemos dedicar al sueño sean lo único que defina la calidad de nuestra relación de pareja.
Sería genial que es vuestros artículos pasárais cierto filtro para evitar contar historias de forma tan heteronormativa como habéis hecho en este en concreto. Marido y esposa, novio y novia, hombre y mujer… ¿En serio? ¿A estas alturas? Creo que tenéis un medio lo suficientemente creativo como para usar el lenguaje a favor de la inclusión, la diversidad. Si soy lesbiana y vivo con mi pareja que es una mujer, ¿por qué me tengo que sentir incluída en esta realidad si no me nombrais? Y esta es sólo una de las infinitas realidades que existen. Escribir en binario es nombrar en binario y eso significa que quedan excluidas muchas de vuestras lectoras y lectores. Gracias.
Gracias. Pensaba lo mismo a medida que leía la nota.
Pues yo os agradezco todo lo q decís, mi marido y yo dormimos separados x el nacimiento de mi segundo hijo y estoy mejor q con el primero,no escucho sus ronquidos mientras yo doy el pecho, y asi no me da envidia q el duerma toda la noche sin despertarse x mis golpes para q cambie de postura…