De hace un tiempo a esta parte parece que tiktokers, críticos y periodistas de moda están acuñando constantemente nuevos core, nuevas aesthetics y nuevas microtendencias en un intento por definir una determinada imagen (que puntualmente llega a la cima de la saturación y es derrotada por el tiempo y la cambiante conciencia social).
De la mejor versión de uno mismo —that girl, es decir, el ser estética y espiritualmente perfectos—, hemos pasado a la imagen de la mujer profesional —girl boss, término acuñado por Sophia Amoruso, fundadora de Nasty Gal—, al bucólico cottagecore de inspiración pastoril (que huele a pan recién horneado, a tierra húmeda y a fruta recién recogida) y al derecho a dar asco del goblinmode.
EN EL PRINCIPIO ERA EL NORMCORE
La historia del -core empieza en 2013, con el nacimiento del normcore, término acuñado por el dibujante Ryan Estrada y utilizado posteriormente por K-Hole (un colectivo-agencia de investigación con sede en Nueva York) en un momento en el que el mundo editorial comenzaba a enfrentarse al mundo digital. Pero el normcore (la hipernormalidad), con su narrativa estética basada en el poder de la uniformidad, sigue siendo más que una simple microtendencia. Y es precisamente la narrativa la que a menudo le falta a los -core del momento, porque no reflejan generalmente ningún tipo de tensión que cuente los cambios reales en la forma en que la gente se acerca a la moda. En consecuencia, no dejan de ser tendencias que pueden ser estéticamente interesantes, pero que suelen ser extremadamente efímeras.
Y mientras nos adentramos en un bosque repleto de -core relacionados con la moda, cada uno con su hashtag correspondiente (que parecen renovarse con tanta frecuencia como la página de inicio de Netflix), surge una pregunta: ¿qué ha provocado la aparición de estas innumerables microtendencias y por qué generan tanta expectación?
Durante la pandemia y el consiguiente aislamiento surgió una nueva corriente creativa: la generación Z empezó a divertirse explorando y definiendo nuevas estéticas y tendencias. Un entretenimiento que ha continuado incluso cuando hemos podido volver a las calles, y que Angela Yin, joven de dieciocho años residente en Los Ángeles, ha tratado de organizar a través de Aesthetics Wiki, un catálogo que recoge casi 600 microtendencias y que nace como «comunidad online dedicada a identificar, observar y documentar patrones visuales». Una especie de diccionario con entradas que incluyen explicaciones detalladas de todos los -core imaginables (como royalcore, kidcore, lovecore, goblincore, fairycore y angelcore), así como páginas dedicadas a estéticas como dark academia, light academia, vaporwave y synth-wave, por nombrar algunas. Todo ello porque, afirma Angela Yin, la gente «quiere saber cuál es su estética, porque quiere algo que la defina».
MARÍA ANTONIETA, EL COTTAGECORE Y EL ALGORITMO
El fenómeno de jugar a disfrazarse de algo no es nada nuevo: ya en el siglo XVIII, María Antonieta era una fanática del cottagecore —le gustaba disfrazarse de pastora de campo para recorrer el jardín del Petit Trianon, lugar emblemático del palacio de Versalles—. Y también lo eran los aristócratas franceses conocidos como Les Incroyables et Merveilleuses, que escandalizaban a la sociedad parisina con vestidos y túnicas similares a los que llevaban los antiguos griegos y romanos. De esta manera, dieron lugar a una microtendencia que seguramente tomaría hoy el nombre de greekcore.
Al igual que entonces, muchas de las tendencias que hoy son populares en TikTok se inspiran y recuperan imágenes tomadas directamente de los moodboards de subculturas y momentos pop del pasado, y son alimentadas por una mezcla de nostalgia y de una cuidadosa selección de prendas y accesorios preamados. Pero ¿qué significa todo esto para el estilo personal?
La mayoría de las tendencias que vemos se filtran a través de plataformas como TikTok e Instagram, donde los looks más atrevidos, con ayuda del todopoderoso algoritmo, tienden a llamar más la atención (y si interactuamos, aunque sea una vez con un look cottagecore o Y2K aesthetic, inspirado en la estética de la primera década del 2000, tu página Para ti de TikTok se inundará de contenido similar). De este modo, los contenidos de moda, que quizás empiezan siendo auténticos y expresión original del estilo personal de una persona, acaban siendo engullidos por el algoritmo. Entonces periodistas, pronosticadores de tendencias de TikTok y comentaristas de moda de Instagram deciden que ha llegado el momento de bautizar la nueva tendencia como algo-core, y los gigantes de la moda rápida, antes de que te des cuenta, ya han puesto a la venta todo lo que de alguna manera tiene que ver con la nueva tendencia viral. De esta forma, la despojan de su autenticidad y la revisten de materiales y procesos de dudosa sostenibilidad.
COLECCIONES Y MICROTENDENCIAS
Estas microtendencias, al mismo tiempo, se han convertido en una forma fácil de acercar las nuevas colecciones y las ideas de los diseñadores a un público más amplio, haciéndolas más digeribles y comprensibles. De hecho, las colecciones presentadas en las distintas semanas de la moda suelen dividirse en categorías.
Al fin y al cabo, no todo el mundo busca un análisis en profundidad de por qué Dior o Balmain han optado por una estética motera —resumir las colecciones con un bikercore se vuelve más inmediato y mucho más atractivo—, y la colección de Miu Miu se vuelve, sin duda, más llamativa si se presenta al gran público como Y2K aesthetic. O la de JW Anderson, con accesorios-juguete y creaciones multicolores que parecen sabrosos caramelos, resulta enseguida más inmediata si se enmarca en un más sencillo estilo kidcore, inspirado en la moda de la infancia.
En la vida real, sin embargo, todas estas microtendencias se mezclan, y aunque tal vez algunos se ofendan porque los preciados símbolos de sus subculturas son adoptados por personas ajenas a su grupo, lo que importa, al fin y al cabo, es que la ropa que lleves sea una extensión de lo que eres, de lo que quieres ser o, simplemente, de cómo quieres verte en un momento dado: un payaso vestido de niño, un motero o una pastora a lo María Antonieta. Las posibilidades son infinitas, eso es lo bonito, y nunca debemos tomárnoslo demasiado en serio.