Los hombres (y las mujeres) que persiguen eclipses

9 de marzo de 2016
9 de marzo de 2016
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Atravesar el mundo para presenciar apenas tres minutos de oscuridad total puede parecer una locura o bien un capricho de esnobs, pero eso es lo que están haciendo miles de viajeros en este instante en Sulawesi, una remota isla con forma de pulpo en Indonesia, entre Borneo y Filipinas.

Sulawesi, antiguamente conocida como Las Célebes, o más concretamente Palu, capital central de la isla, fue designada por los astrónomos como el mejor lugar del mundo para observar el eclipse total del 9 de marzo de 2016, entre 8:36 y 8:39, hora local.

Una variopinta fauna de científicos, mochileros, místicos, raveros  y periodistas, incluido este que suscribe, han invadido pacíficamente esta isla del Pacífico Sur ante el estupor de los locales, que en su mayoría ignoran que su pedanía ha sido agraciada con el «Gordo» de un eclipse total («gerhanamata-hari», según el evocador término indonesio o la «totalidad», si nos atenemos a la jerga de los eclipsólogos).

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«Cuando asistes al majestuoso espectáculo de un eclipse total, no vuelves a ser el mismo», me cuenta Chris, australiano entrado en la sesentena y veterano de estas lides. Chris sabe de lo que habla: en su camiseta luce los 16 eclipses totales que ha presenciado hasta la fecha, desde Java 1985 hasta el que tiene lugar hoy mismo en Sulawesi, apenas 700 kilómetros al este de aquel. (NOTA: el número de eclipses vividos es en este mundillo el equivalente a los aros que adornaban las orejas de los antiguos marinos al cruzar los grandes cabos del océano, una suerte de currículo que acredita la pasión, la veteranía y, por qué no, la solvencia del aficionado).

El eclipse de Sol es un fenómeno que se repite cada aproximadamente 18 meses gracias a una improbable coincidencia cósmica: el Sol se encuentra a una distancia 400 veces mayor que la Luna desde la Tierra y, contra todo pronóstico, tiene un diámetro 400 veces mayor que nuestro satélite. En consecuencia, la Luna tapa casi exactamente al Sol cuando ambos astros se cruzan en el firmamento, entre 3 y 8 minutos de «totalidad» que provocan asombro, pavor o euforia entre los testigos, según la época y el lugar del avistamiento.

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¿Por qué los eclipses provocan tal fascinación entre los humanos? Kate Russo describe como «yonquis de la adrenalina» a los seguidores de eclipses en su libro Total Adiction. Uno de estos yonquis –con perdón- es Quique Mantecón, viajero impenitente y explorador de lo asombroso. El de Sulawesi va a ser su octavo eclipse total desde Francia 1999. «He perdido trabajos, novias y pisos por seguir eclipses –me confiesa- y tengo intención de seguir haciéndolo». En su caso, el eclipse es una excusa para viajar a territorios alejados de los circuitos turísticos convencionales, de Zambia a Mongolia Interior. «Viajar así es como lanzar un dardo al mapamundi, pero los astros hacen de dardo». El eclipse dura tres minutos. El viaje, dos o tres meses.

La persecución de eclipses es un fenómeno relativamente reciente. La primera expedición amateur para observar un eclipse tuvo lugar en 1972, cuando el crucero Voyage to Darkness navegó 900 millas náuticas desde Nueva York para interceptar el rastro de la totalidad del eclipse, una estrecha franja de apenas 50 kilómetros de anchura. Unos kilómetros arriba o debajo de esa línea imaginaria el eclipse es «solo» del 99% y, por tanto, «parcial».

El mayor enemigo de los eclipsólogos son, por descontado, las nubes. La oscuridad total se sigue proclamando, pero no es lo mismo. Los más previsores han estudiado minuciosamente el histórico meteorológico de Sulawesi para hallar el mejor punto de observación, aquel que combina altura y cielos claros. Jonathan y Helen, una pareja de ingleses que conocí semanas atrás en la norteña isla de Bunake, lo han dispuesto todo para observar el eclipse desde el archipiélago de las Molucas, al este de Sulawesi. En caso de que Eolo envíe nubes el día 9, J y H tienen preparado un plan de contingencia: alquilar un barco y salir a alta mar a perseguir la sombra de la Luna.

Foto: Beatriz Méndez
Foto: Beatriz Méndez

Por nuestra parte, los cuatro españoles que integramos la 8ª Expedición Mantecón hemos elegido una colina ubicada 10 kilómetros al sur de Palu, orientada al este y con un bebé macaco –el pequeño Gus- como sujeto experimental. Los animales se comportan de manera peculiar durante los eclipses. Chris me contó que durante la oscuridad que subyajo el eclipse de India 2007, cientos de peces empezaron a saltar fuera del agua.

Igual que mi primo lejano el mono Gus yo también tendré mi dosis de asombro y pavor en este mi primer eclipse total. Si mis mayores están en lo cierto, nada podrá detenerme para recibir un nuevo chute de «totalidad». Próxima estación: Estados Unidos, verano de 2017.

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