El gran obstáculo para descubrir la forma de la tierra, los continentes y el océano no fue la ignorancia sino la ilusión del conocimiento. La imaginación trazó trazos audaces, instantáneamente al servicio de las esperanzas y los temores, mientras que el conocimiento avanzaba con lentos incrementos y testigos contradictorios.
The Discoverers, de Daniel J. Boorstin
Spider-Man: Cruzando el Multiverso (2023) es un barroco artefacto sinestésico. Un palimpsesto estético. Una alucinación hipnagógica. Un fractal narrativo que arrasa con el algoritmo chatgepetero que rige el blockbuster actual. Un stendhalazo en los morros.
Pero, más allá de sus virtudes plásticas, la película también plantea una trascendental reflexión sobre la identidad y nuestro lugar en el mundo. Y, también, cómo quienes creen saberlo todo (en este caso, los que pueden visitar el multiverso a voluntad), quizá tienen una lente cognitiva demasiado estrecha a la hora de resolver un problema complejo. O ponerse en la piel del otro.
Que mucho conocimiento sea igual a escaso conocimiento es una idea profundamente contraintuitiva. De hecho, la literatura científica nos habla justamente de lo contrario: el conocido como Efecto Dunning Kruger (quien opina de todo creyendo saber más que los demás, cuando en realidad sabe bastante menos que los demás; la incompetencia sobre la propia incompetencia). El cuñadismo es un mal endémico, y además todos podemos ser víctimas de él, porque estriba en un efecto secundario del funcionamiento de nuestro cerebro.
De hecho, el impacto puede ser incluso más significativo en individuos con formación y educación, ya que cuentan con argumentos más sólidos para respaldar sus puntos de vista. A esto se suma el hecho de que si una persona es particularmente experta en un área del conocimiento, tiende a creer que su competencia se extiende a otros campos. Es lo que se denomina ultracrepidarianismo: el hábito de dar opiniones o consejos sobre cuestiones ajenas al conocimiento o competencia de uno.
Pero podemos ir un poco más allá. Cuando uno cree que sabe lo que, incluso, no se puede saber porque resulta incognoscible.
ILUSIÓN DE PROFUNDIDAD EXPLICATIVA Y SOBREAFIRMACIÓN
Las investigaciones sobre la ilusión de profundidad explicativa muestran que las personas tienden a creer que entienden mejor cómo funcionan los objetos (por ejemplo, un bolígrafo) de lo que pueden demostrar cuando se pone a prueba su comprensión.
En ocasiones, las personas incluso afirman tener un conocimiento que no pueden tener, dado que el objeto de su conocimiento no existe, un fenómeno conocido como sobreafirmación, gracias a los estudios de la psicóloga social israelita Stav Atir, de la Universidad de Cornell.
Por ejemplo, a finales de la década de 1970, casi un tercio de los encuestados estadounidenses expresaron una opinión sobre la Ley de Asuntos Públicos de 1975 cuando se les preguntó directamente al respecto, a pesar de que dicha ley era completamente ficticia. Aproximadamente un quinto de los consumidores informan haber utilizado productos que en realidad no existen.
Investigaciones más recientes han pedido a los participantes que califiquen su familiaridad con una mezcla de conceptos, nombres y eventos reales e inexistentes en campos como la filosofía, las ciencias de la vida, las ciencias físicas y la literatura. Los participantes informaron estar familiarizados con los ítems reales, pero también, aunque menor medida, con los inexistentes.
A pesar de que estos y otros estudios documentan la tendencia a afirmar conocimiento inexistente, se ha investigado poco sobre cuándo o por qué las personas probablemente muestran esta tendencia. Para llenar esta laguna de desconocimiento, David Dunning (el del efecto Dunning-Kruger) ha llevado a cabo un nuevo estudio con sus colegas Stav Atir y Emily Rosenzweig.
DE EXPERTO A VENDEHUMOS
En este nuevo trabajo, se han centrado en el papel del conocimiento del dominio percibido por uno mismo. Por ejemplo, si Janet cree que su conocimiento en biología es excelente y Brad piensa que el suyo es débil, cabe sospechar que Janet tendrá mayor probabilidad que Brad de mostrar conocimiento verdadero sobre términos biológicos. Esto también debería aplicarse a nivel individual: si Janet se considera altamente conocedora en biología pero cree que su conocimiento de filosofía es pobre, será más probable que afirme tener más conocimiento de conceptos biológicos que filosóficos.
Sin embargo, el problema es que creían saber demasiado de lo que creían saber. Hasta el punto de que se lo inventaban. El conocimiento les cegaba. Este descubrimiento desafía la noción popular derivada de investigaciones previas de Dunning, que sugieren que la experiencia generalmente conduce a una mejor comprensión de nuestros conocimientos y carencias; porque es posible que, a medida que adquirimos más conocimientos, nuestra percepción de nuestras propias limitaciones se desdibuje.
Así, en este estudio, aquellos que se consideraban más expertos en un área dada eran más propensos a afirmar conocer términos ficticios creados por los investigadores, mientras que la mayoría de los demás participantes en esta situación se inclinaban más a reconocer que nunca habían escuchado de dichos términos.
De forma sorprendente, un 92% de los participantes afirmó conocer términos biológicos ficticios como meta-toxinas, bio-sexual y retroplex. Estos términos, inventados por los investigadores, se presentaron como si fueran conceptos reales dentro del campo de la biología, y la mayoría de los participantes se mostraron seguros de estar familiarizados con ellos.
Este hallazgo no refuta necesariamente el efecto Dunning-Kruger original, sino que añade una nueva perspectiva, sugiriendo que, en ciertas circunstancias, la experiencia y los conocimientos pueden, en realidad, dificultar nuestra capacidad para reconocer lo que no sabemos.
Este fenómeno podría explicarse porque, al desarrollar una gran experiencia en un campo específico, las personas pueden llegar a creer que su competencia se extiende a otros campos relacionados, y por lo tanto confían en su capacidad para entender términos y conceptos que en realidad no existen, aunque dichos conceptos parezcan pertenecer su dominio intelectual.
Mutatis mutandis, tampoco es imprescindible haber experimentado un hecho para ser más consciente de los detalles e implicaciones de dicho hecho. Por esa razón, haber sido pobre no te hace más empático con los pobres. Como un exfumador no es más empático con los fumadores.
Por consiguiente, todo este cuerpo de investigación sugiere que, en algunos casos, la experiencia y el conocimiento pueden crear una especie de ceguera cognitiva/empática que nos hace menos conscientes de nuestras limitaciones de conocimiento y nuestra capacidad de entender a los demás. Es decir, que la experiencia, al igual que la ignorancia, puede en algunas circunstancias limitar nuestra percepción de lo que realmente sabemos y no sabemos. Y convertir a un experto en un verdadero vendehumos. O en una mala persona.