Alberto Ramírez lleva un año trabajando en Estado. Aún no ha terminado porque hay historias que, por desgracia, no terminan nunca. Cuando comenzó la concepción del proyecto, Ramírez estaba terminando un máster en BlankPaper, la escuela de fotografía impulsada por el colectivo del mismo nombre. Había que elegir un tema y al fotógrafo le interesaban tanto la cara visible de la inmigración como lo que subyace tras ella.
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