El auge del comercio internacional ha cambiado nuestra manera de consumir de forma radical. Lo que antes requería largas cadenas logísticas, intermediarios locales y semanas de espera hoy puede resolverse con un clic y una entrega exprés. Un cambio que se ha producido al albur del auge de gigantes tecnológicos como Amazon, Alibaba o Temu.
Antes, para el consumidor medio, comprar un producto fabricado en China o en Estados Unidos suponía una barrera casi infranqueable: precios elevados, escasa oferta y un proceso indescifrable. Hoy cualquiera con conexión a internet puede acceder a millones de artículos extranjeros, comparar precios y recibir algo fabricado a miles de kilómetros de distancia en cuestión de horas. El fenómeno ha roto fronteras y redefinido cómo y qué consumimos.