Tenemos una imagen de la historia en blanco y negro. Pensamos que las personas tenían las caras grises y solo vestían ropas claras y oscuras. Imaginamos un mundo tristón donde no existía el color.
Lo visualizamos así porque la mayoría de fotos y películas que nos han llegado de finales del XIX y principios del XX eran en blanco y negro.
Pero entonces también había color, emoción, pasión. Hubo momentos fabulosos (aquel 1 de octubre de 1931 en que las mujeres consiguieron el voto) y situaciones espantosas (el crimen de Fuencarral).
Hubo personajes ejemplares (Carmen de Burgos, Ángeles López de Ayala, Ramón Verea) y siniestros (Aurora Rodríguez, la mujer que mató a su hija prodigio).
El libro El folletín ilustrado, de Mar Abad y Buba Viedma, recuerda a muchos de ellos y revive escenas de la España reciente en unos dibujos llenos de color y esplendor.
Estos relatos empezaron a aparecer en la revista impresa de Yorokobu en 2015 y han dado origen a una obra, editada por Lunwerg, con nuevos personajes y escenas de la España reciente.
Tampoco es cierta la idea de que el pasado es serio y aburrido. Todo depende de cómo se cuente. En El folletín ilustrado el relato es juguetón; está inspirado en las narrativas dramáticas de entonces, en sus historias folletinescas.
Pero sin dejar que la fantasía ni la ficción se entrometan en los textos ni un pelo. Porque el rigor histórico se puede contar en dibujos excesivos, colores chillones y palabras rimbombantes.
«Enamorada de cada uno de los artículos de Manuel Chaves Nogales, pensé en crear una sección en la revista Yorokobu que diera a conocer a muchos de los personajes fabulosos que iba encontrando. Lo hablé con Buba Viedma porque quería que fuese un proyecto conjunto: él dibujaba y yo escribía», explica Mar Abad. «Y lo llamaríamos ‘El folletín ilustrado’ por dos motivos de cajón: folletín en homenaje al modo de contar las historias de los folletines de principios del XX e ilustrado porque los dibujos hablarían tanto como los textos».
A Buba Viedma le gustó la idea y después del primer folletín que hizo, fue a la biblioteca de su barrio y cogió un libro más sobre la historia que había ilustrado. «Eso es lo que me sucede cada vez que ilustro un texto de El folletín. Es como un aperitivo, un teaser de algo más gordo que pica tu curiosidad y te invita a saber más. Es la primera muestra gratis de un camello de Cañada Real», dice. «Cada vez que entrego un arte final, soy un poco más culto, un poco más curioso, un poco más crítico… un poco mejor. Acabo de entregar 50 de golpe, ya estoy un poco más cerca del Nobel».
