Desde hace décadas, los expertos en desarrollo infantil han subrayado la trascendencia del lenguaje hablado en los primeros años de vida. Hablar con los niños no es un simple intercambio de palabras: es, en cierto modo, una siembra de mundos posibles, un acto fundacional donde se modela la arquitectura misma del pensamiento.
Uno de los hitos en esta línea de investigación fue el célebre estudio realizado en 1995 por los psicólogos Betty Hart y Todd Risley, quienes dieron forma empírica a una sospecha inquietante: estimaron que, al ingresar al sistema escolar, los niños provenientes de hogares acomodados habían escuchado hasta 30 millones de palabras más que aquellos criados en contextos de pobreza.