El regreso de las apps

19 de octubre de 2015
19 de octubre de 2015
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Lo intentamos. Intentamos abandonar la sección de apps de la manera más rastrera, es decir, sin avisar. Pensábamos que nadie se daría cuenta de la ausencia e intentamos distraeros a vosotros, estimados lectores, con dibujicos, buenos temas y esas cosas que os gustan más que los torreznos de Soria. Fracasamos.
El clamor popular ha sido tal que ahora nos sentimos peores personas que la periodista húngara que pateó a los refugiados sirios. Por eso, las apps vuelven a Yorokobu en un formato renovado. Por supuesto, como ocurre con todo en la vida, la primera parte era mejor.
Entrando en materia, hemos de contar que un estudio presentado por la Universidad de Lucainena de las Torres afirma que entre las tareas cotidianas más ingratas a las que los españoles odian enfrentarse está la de desatascar el váter de casa tras una fiesta de despedida de soltero con ovejas, fumadores chinos de opio y alcoholazo de marca blanca.
Por encima de todo eso hay algo aún peor, algo que hace a los seres humanos llorar como si fueran niños esperando a entrar el primer día de colegio: actualizar las apps del teléfono móvil. Sí, ese escalofrío que han sentido por el cuerpo al leer las palabras malditas es la misma encarnación del pavor.
«Configura tu móvil para que las aplicaciones se actualicen automáticamente, pimpollo», dirán ustedes. Esa sería la respuesta fácil, la que adoptarían los que cenan comida a domicilio todos los días o los que limpian el baño con toallitas de Mercadona ya impregnadas en producto de limpieza. Y la vida no funciona así.
La actualización de las apps ha de ser un proceso supervisado app por app para evitar que cualquier desarrollador con el alma negra intente hacernos la calandraca con una mejora que no consideramos como tal.
Este proceso es lo que lleva a las personas minuciosas a leer las descripciones que explican los cambios con cada nueva versión de una aplicación. Como corresponde a un texto escrito por un ingeniero en una mazmorra en algún oscuro parque tecnológico de Tres Cantos, la mayoría se limitan a un triste «Optimizado para iPhone 6 y iPhone 6 Plus. Bugs arreglados». Y con eso vamos tirando.
Como nosotros somos muy de leer cosas absurdas, hemos escogido tres apps que son las que marcan el camino alternativo, las que tiran de storytelling para convencerte de que, qué diablos, tienes que actualizar las apps de tu móvil.
citymapper

Citymapper

Ya hablamos en su momento, hace un año, de Citymapper. La aplicación sirve para encontrar las maneras más eficientes de moverte por más de dos decenas de ciudades en todo el mundo. La actualización del pasado 8 de septiembre incorporaba una nueva característica: la hora de llegada al lugar de destino en tiempo real. Que sí, que vale, que guay. Pero si vendes la mandanga con un poco de entusiasmo, puedes hacer que parezca el mayor avance tecnológico desde que alguien creó neveras que se pueden conectar a la toma de corriente del coche. «Es la hora de llegada más precisa para un humano hoy en día […]. Es revolucionaria y lo cambia todo. No es solo preciosa por fuera, sino que está cuidadosamente tratada por dentro. Solo Citymapper puede. Es la mejor hora de llegada en tiempo real que hemos hecho», cuentan en la descripción. «Tiene un color especial: verde». Y, oye, eso también tiene su importancia.
citymapper

El Tenedor

La app de reservas de restaurantes es capaz de explicarte que ha arreglado un fallo que hacía a la app cerrarse en iOS7 de una manera así de épica. «Tener más de 4 millones de usuarios móviles nos hace ser más conscientes que nunca de que todo gran poder requiere una gran responsabilidad. Tenemos que pensar en los que teclean con seis pulgares y en los que solo usan el índice, en los que a mediodía tienen la batería más pelada que el trasero de un mandril y en los que podrían iluminar la ciudad con lo que les queda de carga por la noche […]. Así que, si un usuario se queja de que no le funciona la app, nosotros sacamos nuestros Spectrum y lo arreglamos». Y luego se van a comer a un restaurante, imaginamos.
walla

Wallapop

Ya sabéis. Si queréis vender unos calcetines usados que ya no os gustan, unos fascículos del coleccionable ‘Mosquetones de la guerra de secesión estadounidense’ o, sin ir más lejos, lo que yo compré la pasada semana, un esterilizador de biberones, Wallapop es vuestro sitio.
Este verano han tenido trabajo, según cuentan. «El verano, esa época donde se llena Benidorm, se inventaron las siestas de tres horas y nos engalanamos con nuestras mejores cremas solares [sic] y chanclas. El verano, esa época donde lo que importa el resto del año no importa. Y nosotros decidimos lanzar grandes cambios. Porque somos así, diferentes, quizá algo estúpidos». Hombre, no es eso, pero podíais haber bajado a la playa algún día. Así que ya sabéis. Si veis a un individuo con la tez más pálida que los Caminantes Blancos de Juego de Tronos, sabed que estáis antes un desarrollador de Wallapop.

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