No se sale de lo común que uno de los puntos calientes del alpinismo europeo se llene de visitantes con recurrente frecuencia. Cobra todo el sentido que en el lugar haya un centro de visitantes que canaliza el flujo de personas que llegan al sitio. Reiulf Ramstad Architects ha creado un espacio que parece hecho a imagen y semejanza del Trollveggen, la pared vertical de roca más alta de Europa, que le sirve de telón.
Si hay algo que se parezca en este planeta al Muro de Juego de Tronos es otro muro; en este caso, real e igual de inquietante. El Trollveggen es una pared de roca que se alza más de 1000 metros desde su base hasta su punto más alto, en Trolltindene, la cadena montañosa que se alza junto al valle de Romsdalen noruego.
El paraje es fuente de leyendas que implican a trolls y otras criaturas de la mitología legendaria nórdica. Ahora los que más se pasean por allí son los escaladores que intentan hacer cumbre y los aventureros que se lanzan desde la coronación convirtiéndolo, también, en santuario de salto base.
El estudio de arquitectura de Reiulf Ramstad, con sede en Oslo, recibió el encargo de crear un lugar que pudiera hacerse cargo de quien pasaba por allí. “El centro es el resultado de la estrecha conexión de la localización y el muro de roca”, explica el arquitecto noruego.
El restaurante y centro de servicios fue planteado desde su inicio como una estructura en constante diálogo con el entorno. En primer lugar, desde un punto de vista de paralelismo formal y estético, de hermano menor del impresionante hito geológico. El edificio juega con la verticalidad que inspira el Trollveggen y se viste de piedra para mimetizarse con el escenario que le sirve de cimiento. “El proyecto siempre se planteó para mantener una cuidadosa relación con la pared”, dice Ramstad.
Por otro lado, la importante aportación de vidrio a las fachadas diluye la línea que separa a montaña y edificio. La propuesta del estudio de Oslo no solo mira a su alrededor. Lo refleja maximizando la importancia del telón y contribuyendo aún más a una integración paisajística total. “Hemos empleado pautas sencillas de diseño. Creemos que así otorgamos al edificio un carácter y una identidad que lo convierten en un imán de miradas y en una atracción arquitectónica para la región”, señala Ramstad.
El centro, que ha de estar preparado para las extremas temperaturas bajo cero que se alcanzan en Romsdalen durante los meses fríos, tiene una clara vocación de orientación al exterior. Los altos paños de vidrio ensanchan el espacio, invitan a la entrada de la escasa luz del invierno y amplían el diálogo que establece el edificio con el entorno añadiendo el concepto de fusión entre interior y exterior. Por supuesto, el restaurante cuenta con terraza y un graderío de piedra para cuando las nieves dejan paso a la hierba y el sol.
El plan no parecía complicado: crear algo que conviviese de manera armónica con el entorno natural. Sin embargo, resulta satisfactorio ver como los planes, aunque parezcan sencillos, acaban por salir bien.