En el ojo ajeno: Cosas que se pueden esperar, pero no pedir

dar sin recibir

Qué difíciles las relaciones humanas y sociales. Tenemos códigos de conducta aprendidos. Cosas que están bien y cosas que están mal. Parece simple, pero hay lagunas. Situaciones no resultan en que dan cierto cringe o pelusa.

Una de ellas es esa situación en la que tu esperas algo, pero que por razones obvias de elegancia y cortesía no puedes explicitarlo, ni pedirlo ni siquiera comentarlo. Cosas que esperas que sucedan pero que no puedes pedir.

El caso más obvio quizás sea el agradecimiento de un favor. Es algo que uno puede esperar, pero no exigir. Cuando haces un favor a un amigo, lo haces desinteresadamente, es así. Pero, en el fondo, esperas una llamada o un gesto posterior por su parte. Por pequeño que sea. Es humano. Pero ¿y si no ocurre?

Ser invitado a una fiesta. Te consideras parte de un entorno, de un grupo de amigos, pero te enteras que algo va a ocurrir y no te han llamado. Piensas que igual tienen mal tu email… Seguro que es eso. Pero ¿cómo lo dices?

Un regalo de cumpleaños. Has participado en al menos siete regalos para otros compañeros de la oficina este año, parece obvio que tendrás el tuyo, pero simplemente no ocurre.

Que pague la cena la otra pareja. La última vez pagasteis vosotros, lo recuerdas nítidamente, pero quizás ellos no.

Esperar una felicitación. Has conseguido algo importante con tu esfuerzo. Un proyecto, una gesta deportiva, un ascenso… Es algo importante para ti y muchas personas saben que estabas en ello y lo has conseguido. Pero no te llama quien crees que debería llamarte… decepciona.

Celitos. Presentaste a dos buenos amigos tuyos hace unos meses. Han congeniado bastante. Ves que están quedando entre ellos, pero no te han llamado.

Dejas el coche a un amigo el fin de semana y te lo devuelve en reserva.

Si hablamos de dinero, la cosa se complica. Y mucho. Si le has dejado 2.000 euros a un amigo y no te los ha devuelto, ocurre algo perverso. No quieres pedirlo, pero sientes que deberías hacerlo. Sin embargo, al hacerlo estás provocando una situación muy incómoda al otro lado. Piensas que si no te lo ha devuelto aún es porque está pasando un mal momento, y seguro que le da vergüenza la situación. Si sacas el tema, le pones en evidencia y te conviertes en un recaudador de Hacienda. De amigo pasas a prestamista. La cosa deja de ser amiga y se vuelve transaccional. Mal asunto.

En general, todas estas situaciones tienen algo que ver con la gratitud, la reciprocidad o la cortesía, que son palabras que suenan como antiguas, de otra generación. Pero también puede ser que seas alguien interesado y esperas un rendimiento de todo lo que haces. En cualquier caso, son situaciones incómodas.

Y aunque nadie me lo ha pedido, quizás alguien espere algunas enseñanzas en este artículo. Aquí van.

Uno: la naturalidad es siempre la mejor herramienta. La naturalidad no se entrena, no se prepara, no se imposta, simplemente ocurre.

Dos: la cortesía y la educación se trabajan, se aprenden y se ejercen, solo requieren de empatía.

Y el tercero y más importante: esperar algo de los demás es limitante y generalmente frustrante. Aprende a no hacerlo y a vivir sin rencor.

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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