A veces la vida te lleva a lugares inesperados. En ocasiones son sitios en los que ya habías imaginado estar, pero que fueron desechados por falta de valor o miedo a lo desconocido. Otras veces ni sospechabas de su existencia, y menos que tú tuvieras un lugar allí. Enrique Tellechea sí había imaginado otra vida profesional, aunque nunca fue valiente para tomar decisiones arriesgadas.
Pero hace cuatro años algunos acontecimientos familiares y profesionales dieron un giro inesperado y tuvo que reaccionar. «Simplemente una cosa llevó a la otra. No fue esa una gran oda al emprendimiento de la que tanto se habla, pero lo que desde luego no hice fue dejar que el vértigo me paralizara».
Atrás quedan más de 20 años en grandes empresas, siempre vinculado a departamentos de marketing y sobre todo liderando proyectos de branding. Telefónica, Terra, NH Hoteles, Banco Popular…
Hoy Enrique Tellechea se ha inventado un trabajo en el que sus ideas e imaginación se conjugan con su perfil y experiencia corporativa. Un trabajo a mitad de camino entre un consultor estratégico y un creativo, desde el que se dedica a idear hoteles, crear marcas o imaginar espacios y experiencias para sus clientes (NH Hoteles, Santander, Radisson Group, Securitas Direct o algunos fondos de inversión en Emiratos Árabes).
Entonces, ¿no llevabas pensándolo mucho tiempo?
Todo el mundo piensa e imagina su futuro. Todo el mundo fantasea con proyectos, pero ese es un tipo de pensamiento balsámico, no real. Y lo que yo imaginaba no es lo que tengo hoy. Las circunstancias no cambian con preaviso. De pronto, estás en una situación diferente y tienes que reaccionar. El impulso inicial es buscar tu zona de seguridad y ponerte a la sombra de otro árbol, pero yo sabía que era el momento de probar.
Tenía algunas ideas y algunas conversaciones que podrían convertirse en proyectos, así que aposté por ello. Gasté bastante dinero en viajes y reuniones. El tiempo iba pasando. Pero un día me aceptaron mi primer presupuesto.
¿Cuál fue ese primer proyecto?
Mi primer proyecto sigue siendo uno de mis favoritos. Tuve el tiempo y la sensibilidad para proponer algo relevante y estratégicamente bueno. Nunca había hecho un diseño de concepto, y me encargaron un concepto creativo para un hotel en Santiago de Chile. Mi trayectoria en la industria hotelera me avalaba y sabía que, además de creatividad, necesitaría buenas razones. Nunca había hecho yo mismo algo así, pero me resultaba muy familiar.
Llevaba 20 años gestionando marcas, intangibles, conceptos, había participado en proyectos increíbles como cliente… y resultó que todo eso se había quedado conmigo. Y me di cuenta de que uno no sabe freír un huevo hasta que se pone delante de una sartén con aceite.
¿Qué ocurrió entonces?
Desde ese momento he ido enlazando un proyecto con otro sin descanso. He ido ampliando el mercado, abordando otros sectores…La vida se convierte en una aventura. Sacas resortes que no sabías que tenías. Aprendes, devoras ideas, conocimiento, estás en modo supervivencia, pero a la vez estás en modo generador de ideas.
¿Cómo describirías tu trabajo ahora?
Después de pensarlo mucho creo que lo que yo hago se podría llamar Imaginación corporativa. Es branding, pero no es solo branding. Es diseño, pero no es solo diseño. Es estrategia, pero no es solo estrategia. Es una mezcla de todo eso y de una intuición y sensibilidad desarrollada a lo largo de muchos años. Muchas empresas articulan sus proyectos juntando equipos de distintas disciplinas, dispersan los trabajos y estos acaban a veces desmembrados o a la deriva conceptual.
Yo orquesto todo el proceso desde antes de que empiece. Analizo, imagino, describo y pinto el proyecto antes de que se inicie. Así el cliente visualiza el resultado creativo, los motivos y la estrategia que hay detrás. Y eso sirve de guía para todo el proceso, hasta el final. Y además, y esto es clave, no me conformo con que mis ideas gusten, quiero que enamoren.
¿Consultor o creativo?
Soy un consultor que vive dentro de un creativo; y al revés. Y creo que soy muy cercano. Me implico en cada cosa que hago al máximo; me encanta explicar ideas complejas, diseñar la personalidad de una marca, idear espacios, sensaciones, experiencias a partir de un concepto y una estrategia. Dicho de forma sencilla, creo que conjugo muy bien el lado corporativo con mi imaginación. Lo dicho, imaginación corporativa.
¿Cuáles son las principales dificultades de tu trabajo?
Básicamente, mi ancho de banda. A veces no doy abasto. A algunos clientes les he tenido que decir que no podía ayudarles en ese momento. Es muy duro defraudar las expectativas de tu cliente. Pero no consigo delegar ni desdoblarme. Yo soy quien atiende y entiende a los clientes. Aporto mi visión y mi experiencia, no la de otros. Delego algunas partes operativas de los proyectos, y a veces incorporo talento creativo como complemento, pero, en general, la estrategia y la visión las aporto yo. Eso y que pago una barbaridad de impuestos… como autónomo.
¿Cómo es tu día a día ahora?
Viajo mucho. En cuatro años llevo realizados unos 32 proyectos en 18 ciudades tan distintas como Roma, Ámsterdam, Dubái, Lima, Cartagena, Baréin, Londres, París…. Necesito un portátil potente y aprovecho cualquier momento y lugar para trabajar. Me hice un estudio/oficina en casa y tengo reuniones casi cada día en hoteles, oficinas o restaurantes.
Vivo pegado a Skype, Webex, Botim y Zoom. Tomé algunas decisiones que a día de hoy mantengo a pesar de lo que me recomiendan algunos amigos más empresarios que yo. Una de ellas, que yo dependería solo de mí, pero nada más. Por eso no quiero tener empleados directos, sino colaboradores externos.
¿Se puede abordar tantos proyectos sin empleados?
Absolutamente. El mundo funciona así hoy. Yo reúno talentos y equipos cuando es preciso. Y, además, no siempre los mismos. No es solo que haya mucho talento en el mercado, es que gracias a ello los proyectos son mejores, mucho mejores, con nuevos puntos de vista, mayor riqueza, matices…. Así puedo adaptar sensibilidades creativas a proyectos concretos. A veces necesito datos de mercado, a veces necesito ayuda en la dirección de arte o un maquetador técnico. Yo genero trabajo, pero sin servidumbres.
¿Era necesario crear una marca comercial como las de siempre? ¿Qué es The Null?
The Null es una etiqueta, mi marca, una carcasa comercial con la que presento los proyectos. Pero The Null y yo somos lo mismo. Algunos clientes insisten en que debería operar con mi nombre propio. Pero a mí me gusta pensar que no hago trabajos de autor y que, aunque tengo un estilo propio, lo adapto a cada cliente.
¿Echas algo de menos del mundo de la gran empresa? ¿De qué reniegas?
Es una tremenda escuela. Los grandes proyectos solo están en las grandes empresas y haber sido parte de proyectos globales es un regalo profesional impagable. Yo trabajo ahora para compañías importantes, porque he estado en ese lado de la mesa. Aprendes la geopolítica, el lenguaje, las circunstancias de cada proyecto; y creo que tengo una gran capacidad empática.
¿Algo que nunca copiarías?
No tengo vocación de crear una gran consultora, porque se pierden los matices y la implicación directa. Y por ahora va muy bien la cosa. Consigo aportar mi intuición a todo lo que hago, aunque sean proyectos muy grandes.
Y todo este cambio profesional se puede realizar después de los 40…
A los 46 exactamente. Y nunca he estado tan vivo como ahora. Pero no espero ser un modelo de nada. Odio el efecto «españoles por el mundo» que ha llevado a mucha gente a idealizar situaciones y dar saltos al vacío. Con el emprendimiento creo que pasa algo parecido. Hay toda una estética épica y maravillosa que debería filtrarse. Uno no es parte de un movimiento, uno tiene que pagarse sus ivas, sus gastos y conseguirse sus clientes.
A mí me ha ido bien y no ha sido gracias a una tendencia de mercado o a una etiqueta. Ha sido porque me he metido yo solo en los charcos, mis charcos. He aprendido, me he inventado mi profesión y tengo auténtica vocación por hacer las cosas bien. Y gracias a eso en estos cuatro años he hecho más cosas que en los otros 20 juntos.
Dame un consejo antes de terminar.
Lo que recomiendo a cualquiera es que se ponga delante de una sartén, coja un huevo, caliente el aceite, lo abra y lo eche en la sartén. Y que le salpique el aceite y se queme, se le rompa la yema, le salga soso…y aun así será su mejor huevo frito del mundo. Y que se coma el huevo él solito y no haga de ello un tuit. Que descubra todo lo que sabe hacer, pero nadie le había pedido hasta ahora.
Inspirador