Definir nunca es fácil. Sin embargo, resulta imprescindible a la hora de delimitar el territorio en el que se desea debatir o actuar. El problema surge cuando esos territorios son extensos, son fronterizos a otros muy parecidos y no existen cartografías fiables sobre ellos.
Algo semejante sucede cuando se intenta definir «qué es el diseño» con objeto de determinar cuál es la situación real en nuestra sociedad.
«Si atendemos al diseño como disciplina, sería una actividad creativa que tiene por objeto establecer las cualidades que definen los productos o servicios y los sistemas en los que conviven. Esto es posible a través de un proceso orientado a la resolución de los problemas, y estos problemas tienen que ver con las actividades que realizamos las personas», explica Anxo López, experto en la materia, que en la actualidad se encuentra realizando una investigación para determinar la situación del diseño en España.
Según su definición, para que exista diseño es necesario la concurrencia de personas, servicios y problemas. Pero eso solo es así cuando nos referimos a una situación que podríamos llamar de «laboratorio», es decir, aislada de otras variables importantes en nuestro entorno, como puede ser la dimensión económica de las actividades humanas.
«Si atendemos al diseño como función empresarial, me gusta utilizar la definición que escribió Xènia Viladàs en su libro Diseño Rentable. Según esta definición, el diseño cumple tres funciones: identificar el valor a través de otras disciplinas como la antropología, la sociología o la psicología interpretando las necesidad de las personas; conferir valor a través del propio proceso de diseño atendiendo a sus limitaciones presupuestarias, técnicas, temporales, etc., para, por último, comunicar el valor al usuario, para que se decante por la elección o no del producto o servicio».
De esta forma, a las personas, al servicio y al problema, se le añade el valor del servicio o producto. Una variable que está determinada por elementos más o menos fáciles de computar, como es el coste del proceso, y otros que no lo son tanto, como pueden ser saberes relacionados a las ciencias humanas o referentes culturales.
Lo que sí parece quedar claro de todo lo anterior es que el diseño no es un mero adorno que se añade al final del proceso de producción, sino que formaría parte del proceso mismo. Un proceso que, a su vez, está destinado a resolver un problema concreto y cuyo valor dependerá del éxito en su consecución. Pero mejor que sea Anxo López quien ratifique lo acertado o no de estas afirmaciones.
«Sin duda el diseño no es adorno. Es una respuesta profesional a un problema o reto basado en necesidades específicas de las personas. La belleza del resultado es uno más de los ingredientes necesarios para que esa generación de valor sea percibida por el destinatario del resultado que se ha de producir tras el proceso de diseño.
«El problema es saber lo que la sociedad en general opina sobre el diseño. Atendiendo a mi propia experiencia profesional y centrándonos en las personas que encargan el diseño, me he encontrado con clientes de todo tipo. Desde los que entienden perfectamente la función del diseño dentro de sus organizaciones hasta los que simplemente creen que es un ejercicio de embellecimiento de algo que viene predefinido y no puede ser modificado».
Las generalizaciones no son buenas, es cierto. Habrá tantas ideas del diseño como clientes o usuarios. Sin embargo, es de esperar que, por parte de las instituciones y poderes públicos, existan políticas relativas al fomento y promoción de ese sector que muestren su verdadera dimensión e importancia para que, antes o después, acaben calando entre el conjunto de la sociedad.
«Es difícil saber qué posición tienen respecto al diseño los poderes públicos. Si atendemos a la estructura del propio estado, la máxima institución con la que contaba para la promoción del diseño, el DDI (Sociedad Estatal para el Desarrollo del Diseño y la Innovación), fue integrada en ENISA (Empresa Nacional de Innovación) en el año 2010 dentro de los planes de austeridad que el Gobierno puso en marcha para reducir el número de sociedades públicas.
«Si consultamos hoy la web de ENISA, poco rastro queda del diseño entre sus iniciativas. El único rastro institucional que queda del diseño son los Premios Nacionales de Innovación y de Diseño, que dependen de la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación del Ministerio de Economía y Competitividad».
Algo no acaba de encajar. Si el diseño aporta valor a un proceso y ese proceso está dentro del desarrollo comercial de un país, cuanto más se invierta en ese sector, más y mejores productos se generarán y, por tanto, más riqueza. O en otras palabras, en épocas de recortes y austeridad, ¿por qué recortar de aquellos motores que generan riqueza? Porque, a todo esto, el diseño español genera riqueza, ¿verdad?
«La última información disponible sobre ese tema corresponde al año 2012. Las cifras de negocio corresponden a valores medios del sector cuyo cálculo se realiza entre las 1.974 empresas y profesionales registradas en esa fecha bajo el epígrafe de diseño y que arrojaban unas cifras de negocio medio de 306.362,74 euros».
Bien, ya tenemos una cifra. Aunque sea la facturación media por empresa, aparentemente no es muy elevada. Antes de aventurarnos a hacer juicios de valor, lo mejor será compararla con, por ejemplo, el volumen de negocio que supone el diseño en otros países de nuestro entorno.
«En lo que llevo buscando no he encontrado estudios de este tipo que nos permitan comparar magnitudes que midan los mismos parámetros», explica Anxo López. «Es cierto que a través de Eurostat podemos sacar cifras del número de empresas que se dedican al diseño en nuestros países del entorno, si bien no creo que sea relevante esta comparativa, pues países como Reino Unido, Alemania, Francia o Italia tienen una tradición de diseño que España no tiene. La industrialización llegó antes a estos países y con ella, el diseño».
Es un hecho que el retraso en el desarrollo industrial de nuestro país es algo que aún nos pasa factura. No solo en cuestiones de producción, enriquecimiento o creación de negocio, sino en el hecho mismo de entender la importancia que determinados procesos tienen en el desarrollo económico de un país, como por ejemplo, el diseño.
«No creo que sea un tema de concienciación. No creo que el diseño deba de estar en boca de todo el mundo para que sea respetado como disciplina empresarial y profesional, pero sí creo que falta conocimiento acerca de los profesionales y los servicios que prestan. Este desconocimiento hace que, en la mayoría de los casos en los que se requiera la participación de, por ejemplo, un diseñador gráfico, el asunto puede terminar reduciéndose a que cualquiera con conocimientos “de ordenador”, pero que desconoce todas las implicaciones o aspectos que un diseñador tiene en cuenta para hacer un trabajo, resuelva una pieza clave para la comunicación de un pequeño negocio».
Una buena forma de discriminar entre los profesionales que se dedican al diseño y aquellos que «saben utilizar un ordenador» son los registros oficiales. Especialmente aquellos que, estrechamente vinculados a la Agencia Tributaria y al Impuesto de Actividades Económicas, determinan cuántos profesionales están adscritos al epígrafe profesional de “diseñador”».
«La Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE) es un modo de determinar quién trabaja en el sector del diseño. La más reciente es de 2009 y por primera vez incorpora al registro el diseño como actividad económica para armonizar, a través de Eurostat, las actividades económicas en toda la Unión Europea».
El problema surge cuando los datos que arroja esta clasificación tampoco se corresponden con la realidad que se percibe en el sector del diseño. ¿La precariedad laboral hace que no se declare esa actividad? ¿Existe acaso desconocimiento por parte de los diseñadores de las diferentes disciplinas que conforman su profesión? ¿Provoca eso que no se inscriban correctamente en el epígrafe profesional correspondiente?
«Normalmente un problema de esta magnitud no tiene una única respuesta. Por lo que estoy comprobando con mi investigación es que se trata de un problema multifactorial cuyas posibles causas son que el epígrafe es relativamente reciente y no existe entre los diseñadores un conocimiento del mismo. Por otra parte, los diseñadores no hacen este tipo de trámites administrativos y, además, estar en un epígrafe que no te corresponde no suponen ningún tipo de problema porque, al fin y al cabo, no deja de ser información estadística sin otra consecuencia para el profesional. Tampoco hay que olvidar que hay empresas con grandes departamentos de diseño cuya actividad económica principal no es el diseño».
Si las clasificaciones del INE y la Agencia Tributaria solo tienen una función estadística; entonces, ¿para qué valen? ¿Qué implicaciones tiene que esos registros sean o no fiables? ¿Afectan a las inversiones públicas en el sector? ¿A las campañas de apoyo o desarrollo del mismo?
«No creo que sean implicaciones directas. De lo que sí estoy seguro es de que, si esos datos no son significativos, nadie va a pensar en el diseño como la disciplina clave para el desarrollo económico en el actual contexto de globalización y capitalismo avanzado.
»El objetivo de mi estudio es compartir estos datos recopilados y analizados con mis colegas de profesión ya que, como profesionales de las industrias creativas, creo que no ponemos suficiente atención a la importancia que tiene la economía en la sociedad y especialmente en nuestro trabajo. Al fin y al cabo, es difícil entender el diseño disociado de la economía y hay que entender la importancia de estar ahí, en los grandes números del Estado».
Aunque muchos de los diseñadores no sean conscientes de ello, la realidad es que su sector es uno de los motores económicos del país. Un hecho que debería motivarles a valorar su profesión y hacerla valer respecto de las instituciones.
«Para mí, y para el INE, claro, el diseño de moda es una disciplina más dentro de lo que entendemos por diseño», explica Anxo López. «En ese sentido, Inditex tiene una sociedad que presta servicios de diseño a cada una de sus marcas comerciales y, si nos referimos a los datos económicos de 2012, en el Top-5 de empresas por cifra de negocio nos encontramos a cuatro sociedades dedicadas al diseño para el grupo. En el primer puesto se encuentra Zara Diseño S.L., en el segundo Tempe Diseño S.L., que es la sociedad dedicada a todo lo relativo al diseño de calzado para las diferentes marcas de Inditex; en el tercero Bershka Diseño S.L. y en el quinto Massimo Dutti Diseño S.L.».
Definitivamente, parece imprescindible que, de una vez por todas, el sector del diseño se ponga las pilas y empiece a ser consciente de su importancia económica y social. Para ello es necesario tener presencia en los registros oficiales. Para averiguar cuáles son las razones de que eso no sea así, Anxo López ha desarrollado una encuesta online abierta a todos los diseñadores cuyos resultados permitirán, además de completar su tesis doctoral, conocer el porqué de esas divergencias entre realidad y datos oficiales.
Para participar, nada más sencillo que visitar la página web de Anxo López o responder directamente a la encuesta pinchando aquí.
«De antemano estoy muy agradecido a todos los que estáis colaborando en la difusión de la encuesta entre los profesionales del sector y espero que, si esto sirve para concienciar a los profesionales, los datos de los próximos años del CNAE reflejen una realidad diferente a la actual».
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