Las paredes no son eternas

16 de junio de 2014
16 de junio de 2014
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Dicen que nunca se puede decir nunca y puede que por eso este artista argentino tradujera su nombre artístico. Ever es el seudónimo de Nicolás Romero, que lleva 28 años por este mundo tratando de descifrar las bondades de la vida.

Como muchos otros artistas callejeros, sus primeros pasos los dio escribiendo graffiti. La letra E le permitía jugar con las formas, con la R compensaba pesos; pero poco tiempo después se dio cuenta de que las letras no eran lo suyo.
Su formación pasó por un par de academias de arte durante su adolescencia. Allí aprendió el uso de distintos materiales. «Mi familia, además, me educó en un entorno muy visual y mi papá siempre me traía libros de Van Gogh, Velázquez, Mondrian, etc».
Ever no se consideró artista hasta el momento que entendió que con lo que hacía podía comunicarse generando mensajes o experiencias a través de sus paredes. «A medida que vas madurando, las cosas pueden ser un poco mas gratificantes».
Al argentino no le gusta definir su estilo, considera que haciéndolo perdería la incertidumbre que alimenta su faceta artística.
 
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En sus composiciones juega con las contradicciones de la vida y se inspira con las preguntas que se hace constantemente. «Mis murales no son respuestas, son preguntas que el observador tiene que responder, son inquietudes». Además, destaca los detalles de Egon Schiele, el horror de Francis Bacon, los sueños que le provocan las pinturas de Klimt o la cruda realidad de otro artista callejero como Blu.
Su tiempo lo divide entre la calle y el estudio, pero reconoce pasar más horas en el exterior. Cuando se pone a trabajar, comienza con un boceto que le ayuda a ganar confianza y luego trata de conectar la obra al entorno. «Mi prioridad es generar un trabajo que no satisfaga mi «yo» individualista. No firmo mis murales porque, una vez terminados, no son míos, pertenecen al transeunte».
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Su trabajo, íntimo y existencial, vive en puntos diversos del planeta. Desde Viena a Chicago, hasta uno de sus lugares preferidos en una reserva india en Arizona, donde a pesar de haber pintado algo muy pequeño le provocó algo muy grande.
Puede que las paredes no se sostengan para siempre, pero a Ever le queda pintura para rato.
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