La belleza está en el interior, dicen muchas películas. Mienten. Están escritas y dirigidas por tipos frustrados por no haberse tirado a la animadora y que tocarían con un palo a una chica que califican por debajo de seis en una escala de uno a diez.
Él vale más que ella
Él vale más que ella, se dice cuando ella es fea. Ella vale más que él, se dice cuando él es un vago o mala persona o es adicto a las drogas. Un tipo debe ser feo de cojones para que se diga de él que vale menos.
Si ella vale menos debe tener buenas cualidades en grado elevado. Si es así, escucharemos: «Ella es fea, la pobre, pero un encanto de mujer». Si es fea y de trato distante o descortés, será despellejada: «¿Qué ha visto en ella?». Ahora, si él es feo y desagradable y ella parece que lo quiere, se dirá que tiene dinero o la tiene larga (y sabe usarla).
Sea como sea, aunque tenemos los últimos teléfonos inteligentes, manejamos baremos de belleza viejos: una mujer vale tanto como su belleza. Un ejemplo: un hombre famoso es pillado en una infidelidad y si la amante es menos agraciada que la esposa, llueven críticas así: «No se entiende; la tía esa vale menos que la mujer».
Otro ejemplo: «Menganito está fatal. Le deja la novia y va y sale con un gremlin». La última frase tiene su contraria: «Menganito está recuperándose. El otro día lo vi con una rubia…». Sospechamos que «rubia» equivale a «pibón».
La americanada, la españolada, la italianada
Cierto cine tiene parte de culpa de que la mujer debe ser necesariamente bonita, pero el hombre no tiene por qué. En concreto, comedietas de Hollywood, italianadas y españoladas de tipos que además de feos son tontos, perdedores cuya ambición o deseo es mojar el churro con la jefa de animadoras o la reina de fin de curso o la extranjera de vacaciones o la vecinita neumática… (Va por países).
A estas alturas, sino antes, muchos lectores se preguntarán: ¿acaso un hombre feo (e idiota) no tiene derecho a conquistar a una mujer guapa? Por supuesto y ocurre en la vida real. Aquí se cuestiona cómo el cine desarrolla estas historias de bellezas disímiles. El cine de perdedores que se tiran a la rubia no hablan de amor, aunque los directores insistan: es una catarsis para frustrados. La mujer es un premio.
Hay pocas historias de tipos feos que escapan al cliché. Y cuando lo hacen, caen en el drama, como Marty (1955) con guion de Paddy Chayesfksy (Network, un mundo implacable) y dirección de Delbert Mann. En esta bellísima y olvidada película, un hombre gordo y feo (Ernest Borgnine), como se describe a sí mismo el protagonista, duda que una mujer pueda interesarse en él. Una noche conoce a Betsy Blair y ambos se enamoran. Cuando se la presenta a su madre y a los amigos ellos están disconformes: «Ella es vieja y fea», dicen. Por esto, Marty se convierte a pesar de sus años en una rara avis.
Cada años se producen cientos de películas de feos estúpidos que acaban tirándose a la rubia. Películas que se venden al público con frases como «una pareja improbable» o «el amor en nuestros días», apropiándose con cinismo del concepto «la belleza está en el interior».
Si examinamos los créditos de estas películas veremos a hombres como guionistas y directores. El guionista, director y productor Judd Apatow defiende estas producciones: considera que los feos, que los perdedores que no consiguieron a la animadora, merecen una oportunidad para conseguir a la mujer de su sueños. ¿Y las mujeres?
Observemos que Apatow es el productor tanto de la serie Girls creada por Lena Dunham como la reciente Love creada por él mismo. Basta observar cómo los hombres en Girls son tipos corrientes. Dunham en ningún momento convierte Girls en una reivindicación de «las que no somos bonitas tenemos derecho a tíos buenos», sino que es una exposición de los problemas de adultescentes. Por el contrario, Love sí es una declaración de intenciones falsamente vestida de amor moderno: «Tú, feo; tú, tonto; no desesperes; puedes conseguir a la mujer que quieras: a la rubia de Community, por ejemplo».
(La mejor obra de Apatow es sin duda Virgen a los 40, que bajo la capa de la comedia muestra lo que constituye motivo de vergüenza y presión para muchos hombres que son vírgenes a su pesar pasada la treintena. Aunque la pérdida de la virginidad está en el título, aquí se habla del paso a la madurez y el establecimiento de una relación de amor partiendo del miedo).
Observemos que las historias de ellos y de ella tienen desarrollos distintos:
1. Autoconfianza para ellos
Un feo que no moja consigue autoconfianza gracias a un amigote o un coach de ligue. Enseñanza: un tipo feo solo necesita autoconfianza y un buen armario.
Una fea necesita materia prima además de autoconfianza y ropa nueva: si al quitarse las gafas y soltarse el pelo no se hace bella, la autoconfianza no vale nada.
2. El feo aprende a ligar
El feo con la autoconfianza por las nubes sale con chicas monísimas y su objeto de deseo siente interés por él. ¿Qué tendrá ese hombre?, se pregunta la vecinita rubia. Esto es un cliché que pretende enseñarnos que la mujer es un animal cuyo comportamiento puede ser reconducido como los perritos de Pavlov (aquellos que salivaban solo con oír la señal de «¡a comer!»)
La fea/guapa-sin-gafas solo tiene un objetivo: el chico.
3. Ella está loca, pero está buena
Muchas de estas historias acaban cuando el feo o la fea consiguen su propósito, aunque muchas continúan con un idilio en el que comparten piso. Aquí también aparecen conclusiones distintas:
El feo descubre que la guapa tiene manías peculiares o eructa y bebe cerveza como un cosaco. El feo se distancia, pero recuerda los buenos momentos y vuelve con ella. La realidad es otra: está loca, pero está buena. (Un argumento recurrente en series como Men at Work).
La fea desconfía de sí misma. «Me gustaría ser más guapa para ti» o «quizá no soy lo suficientemente bonita para ti», dice. Un pensamiento probable, pero que en ningún caso aparece en las películas de feos, excepto en Amor ciego (Shallow Hal, 2001), escrita y dirigida por los hermanos Farrelly. Aquí, Jack Black teme que la hermosísima Gwyneth Paltrow vuelva con su exnovio, al que ve como un tipo atractivo y atlético. Pero Amor ciego es tramposa: no nos enamoramos de un personaje de látex, sino del que oculta: la Paltrow de palo y amplia sonrisa que ocupa gran parte del metraje. De manera que el mensaje de «la belleza está en el interior» queda un tanto diluido.
Austin Powers y el alarde de lo grotesco
Curiosamente, las películas de Austin Powers son honestas. Estas producciones escritas y protagonizadas por Mike Myers parodian las películas de Bond. Comprendemos que las mujeres caigan rendidas ante Bond, pero resulta chocante que Elizabeth Hurley o Heather Graham muestren un deseo sexual exacerbado por Myers. Por su parte, Myers no duda en ningún momento de su atractivo. Aun así, resulta grotesco que Beyoncé o Hurley reclamen con violencia a Myers para su placer. No hay en Austin Powers un «deseo de venganza» del niño feo que es rechazado por la niña guapa y superficial (porque si ella rechaza es considerada superficial). Un niño feo que jamás consideró tener como novia a una niña fea para no ser objeto de burla.
Muy atrás atrás quedó un cine romántico donde las personas no eran objetivos. Películas como Tú y yo u Obsesión, donde lo importante no era a quién amar, sino por qué amar.
—
Imagen de portada: Póster de Ni en sueños (She’s Out of My League). Enésima revisión del argumento«chico feo conquista a chica guapa».
Me encanta el artículo! Gracias por escribir algo así. Pensé algo similar con Deadpool; todo el mundo está flipando con la peli pero a mí me parece bochornoso seguir retransmitiendo esos valores. Desde el principio se alaba la belleza de ella, y si ella hubiera sufrido una deformidad como la de él, el final habría sido totalmente diferente.
Me gusta saber que no soy la única que piensa así. Gracias, de nuevo!
¡Por fin! Suscribo a cada palabra y me encanta que esta vez sea un hombre quien lo diga… con suerte, así los demás presten más atención. Muchas gracias, Javier.
Algo más: TANTAS veces los hombres son más felices con las feas pero no se animan a decirlo…
Mi padre tenía una frase que nos destrozaba la inmersión en las películas: «película tenía que ser….». Cualquier cosa evidentemente «peliculera» disparaba la frase. Por aquella época al resto de la familia nos sacaba de quicio que cuando el feo de la peli (por ejemplo) se ligaba a la «tía buena» soltara la dichosa frase y acabara con el milagro romántico. Pero visto con perspectiva me ayudó (a mi yo adolescente) a separar ficción de realidad y a tener claro que esas cosas «solo» ocurren en las películas. Parece una tontería, pero a posteriori me he encontrado a mucha gente frustrada porque su vida no discurría por los mismos caminos que los protagonistas de series y películas (obviamente aquellas que cuentas historias de gente supuestamente «normal»).
Gracias.
Aunque lo hayamos visto y olido y hemos dicho másde un ¡bufff!! alver estas pelis, da mucho gusto leerlo tan bien escrito y tan bien contado.