Esta podría ser, en realidad, una road movie muy especial. Dos artistas, Nacho Nevado, más conocido como Ampparito, e Irene Luna, abandonan sus trabajos durante unos días al año para dedicarse a recorrer España de fotomatón en fotomatón. Un viaje, como ellos mismos describen con cierta sorna, que nos invita a nosotros, como espectadores, «a descubrir la España que nunca vivirás». Algo así como el antiturismo, porque si hay algo menos atractivo para un viajero es el lugar donde se ubican muchos de estos fotomatones.
Lo de la ruta del fotomatón tiene un trasfondo artístico que tampoco lo es, en sentido literal. Luna y Ampparito utilizan la cámara de estas instalaciones, pensadas únicamente para hacer fotos de carnet, para obtener instantáneas de la realidad cercana que los rodea. Para ello, utilizan un espejo con el que amplían el ángulo de visión de esa cámara fija y la desvían hacia el exterior de la cabina.
No hay preparación de la escena, no hay ajuste de la lente, no hay nada. Simplemente se coloca el espejo, se mete el dinero y se obtiene la foto. Lo que sale, sea como sea y se vea lo que se vea, es lo que se llevan. Sin más.
Capítulo 1. Una grúa amarilla en la calle Ruda
Retrotraigámonos a ese ya lejano 2020, justo al final del confinamiento. En uno de los paseos que Nacho e Irene dan por las calles aledañas durante las horas que se permitía salir, una imagen les llama la atención. Están paseando por la estrecha y poco luminosa calle Ruda, en el centro de Madrid, una de las que albergan el Rastro los domingos. Una enorme grúa amarilla atraviesa el cielo de la calle formando una línea y una perspectiva curiosa.
«Ahí fue cuando vimos la grúa y el fotomatón al lado, y como no teníamos en ese momento otra cosa estimulante que fotografiar, esa grúa nos hizo el clic», explica Irene Luna.
Un confinamiento da para mucha conversación, y como ella y Nacho lo pasaron juntos, tuvieron muchas charlas sobre lo divino y lo humano. Pasar frente aquella instalación pensada únicamente para un fin práctico, hacer fotos de carnet, les llevó a reflexionar sobre el contraste con lo que ocurre en Instagram, donde todo es perfecto. «El fotomatón nos ofrecía un frescor y una naturalidad que no encontramos ahora mismo en ningún otro lado», recuerda Luna.
Entonces se les ocurrió la idea: «Cómo molaría hacerle una foto a la grúa usando la cámara del fotomatón». «Fantaseábamos con cómo poder redirigir la mirada desde esa máquina. Y entonces, un día cogimos unos espejos que teníamos por casa, de esos de Ikea de 30×30; los pusimos y, con toda la casualidad del mundo, al ser la calle Ruda, que era muy estrecha y el sol no entra directo, nos salió la foto perfecta. Nos pareció una pasada», cuenta Ampparito.
Pero la buena suerte de aquella primera foto no se repitió en otros lugares. Al ser calles más iluminadas, las instantáneas se quemaban. O, al contrario, si había poca luz, la imagen obtenida era demasiado oscura. ¿Qué iban a hacer con ellas? ¿Las desecharían y repetirían hasta obtener la adecuada? ¿Podría más su sentido estético de artistas que la magia de la espontaneidad de las imágenes tomadas desde un fotomatón? Ahí arrancó su ideario para un proyecto que acababa de nacer y al que bautizaron como Fotoenmatón.
Capítulo 2. Reglas del viaje
«Queríamos mantener esa cosa tan honesta que tiene el fotomatón, no queríamos decidir absolutamente nada de lo que fotografiáramos», aclaran sus creadores. Llegaran a la hora que llegaran, ocurriera lo que ocurriera en el exterior, ellos simplemente instalarían el espejo, meterían el dinero en la máquina y tomarían la foto.
«No decidimos si a esta hora va a ser más bonita, no hay ningún criterio —confirma Irene Luna—. Tampoco a la hora de fotografiar. Nosotros hacemos la foto, y si 30 segundos después pasa algo interesante en la calle, ¡aaaaah!… pues no repetimos la fotografía. Y nos ha pasado millones de veces».
Y si no hay criterio estético para elegir la foto tomada, tampoco deberían tenerlo para escoger el fotomatón desde el que se hará. ¿Por qué el de aquí sí, pero el de allí no? ¿Y por qué limitarlo solo a una ciudad? «Así que nos dijimos, nada, si vamos a todas, vamos a todas». Y a todas fueron, porque empezaron a localizar en un Google Maps otros fotomatones en Madrid y otras comunidades autónomas.
«Desde el principio, fue un proyecto muy honesto para los dos porque no teníamos ninguna pretensión de hacer nada con esto —aclara Luna—. Era un poco como un reto: ¿seremos capaces de recorrernos toda España? Pero como no había ningún deadline, una galería detrás, nadie… Ni nosotros mismos sabíamos lo que iba a salir de ahí… En todo momento ha sido un proyecto que ha ido evolucionando él solo, en que tal cual íbamos acumulando fotos, iban sucediendo cosas; hablaban las fotos entre ellas. Había más oscuras, más claritas, con gente, sin gente… Con las fotos te dabas cuenta de que España es muy diversa y, a la vez, es toda igual… Puedes hacer millones de lecturas».
«Lo bueno del proyecto, lo que nosotros, ya con el tiempo, reflexionando, nos ha parecido significativo, es que hemos creado un protocolo para anular nuestras decisiones creativas, no vernos influenciados por lo que nos pueda gustar en el momento. Creamos un protocolo por el que lo que sale es lo que sale y no puedes estetizarlo ni llevártelo a tu terreno. Es lo que se ve en perpendicular al fotomatón», concluye Ampparito.
Pero una cosa era que las fotos obtenidas fueran imperfectas (de ahí su gracia), y otra que no se viera nada de nada. Por otro lado, se veían constreñidos a un horario muy muy limitado para poder tomar las fotos sin que se quemaran o quedaran negras. Apenas tenían unos 15 minutos después de que saliera el sol y otros 15 justo antes de que se pusiera.
Eso limitaba muchísimo su horario de trabajo, especialmente cuando tenían que desplazarse más lejos hasta llegar al siguiente fotomatón. El resto del día, recurrían a los que estaban situados en interiores, especialmente en centros comerciales. A ese paso, el viaje y el proyecto iban a durar una eternidad.
«Entonces, a Irene se le ocurrió poner unos filtros ND, que son unos filtros que oscurecen y no alteran para nada la cuestión de la foto. Lo que sale es lo que sale. Eso nos permitía trabajar durante todo el día», confirma Nevado.
Pero necesitaban un pequeño ajuste más: modificar el espejo para adaptarlo al espacio reducido del fotomatón. «Los que teníamos al principio eran espejos que comprábamos en los bazares, que eran muy incómodos porque eran muy grandes. Y conseguimos hacer un espejo adaptado al fotomatón, con una forma romboide, en fuga. Esos son los dos únicos avances técnicos que, en realidad, son más logísticos que estéticos», remata Ampparito.
Capítulo 3. Trazar un plan de ruta
Ahora solo faltaba localizar todas las instalaciones de ese tipo que había en España. Para ello, acudieron a la web de la empresa que los gestiona, Tecnotron, que ofrecía un mapa donde el usuario podía localizar los más cercanos a su ubicación. El problema es que ese mapa estaba desactualizado y más de uno había desaparecido cuando fueron a visitarlo. Incluso es más que probable que se saltaran alguno cuando empezaron a visitarlos.
Al final, ellos mismos han acabado haciendo su propio Google Maps con todos los que han visitado (marcados en verde) y con los que aún les falta por visitar. Los primeros fueron aquellos ubicados en comunidades autónomas donde tenían conocidos.
«Donde más amigos tenemos lo acabamos antes, porque nos podemos quedar a dormir en su casa. Los sitios donde no conocemos gente nos cuestan más, porque la logística es más complicada. Pero lo que hacemos es ahorrar dinero de nuestros trabajos, y cuando tenemos una semana libre, por ejemplo, nos coordinamos para programar el viaje», explica Nacho Nevado. «Lo que solemos hacer muchas veces es norte en verano y sur en invierno».
Y así, aprovechando fines de semanas, puentes y días libres, han recorrido ya una cuarta parte de esa ruta de fotomatones. «Habrá mil y pocos, pues llevamos un poco más de la mitad. Nos falta la franja de Murcia a Barcelona y el País Vasco también. Y las islas. Pero Galicia, Asturias, todo Castilla y León, prácticamente toda Andalucía… todo eso ya está más o menos hecho».
Las fotos obtenidas las fueron subiendo a su Instagram a modo de diario. Además, esa red social les permitía subir un post con más de una foto, lo que les servía para mostrar todo el proceso. «Un poco a modo de “¡Acompáñanos en este viaje!” —bromea riendo Irene Luna—. Que veas un poco qué cosas nos pasan, qué comemos… Porque para nosotros es igual de importante, si no más, lo que hemos comido ese día que la foto que sale». «O las situaciones extrañas que a veces ocurren…», remata Nacho Nevado.
«Claro, un poco como “Descubre con nosotros la España que nunca vivirás” —insiste Luna—. Y era también una manera para nosotros de tenerlo ordenado en la cabeza, porque el proyecto ha ido evolucionando y se ha ido construyendo a sí mismo según ha pasado el tiempo y según íbamos nosotros acumulando fotos».
Capítulo 4. Lecciones aprendidas en el camino
En todo viaje, lo más hermoso es lo que vas aprendiendo de él. A base de pequeñas instantáneas, acabas recomponiendo una imagen más amplia de un país, de una región, de una ciudad. A Irene Luna y a Ampparito les ha ocurrido lo mismo con este proyecto.
Un fotomatón no está ubicado en un sitio bonito para que tú te tomes la foto perfecta que subirás a tus redes. Normalmente, estos espacios situados a caballo entre lo público (por estar en la calle o en centros comerciales) y lo privado (por sus cabinas que pretenden aislar de la mirada del exterior a sus usuarios), como en tierra de nadie, están ubicados en lugares permitidos por ley, cerca de tomas de corriente y siguiendo una lógica mercantil (suelen estar en puntos donde saben que van a obtener un máximo beneficio, como una comisaría, por ejemplo).
Recorriéndolos, la pareja de artistas ha ido descubriendo una España muy peculiar, muy distinta y a la vez muy igual. «Por ejemplo, los centros comerciales, donde los materiales, los diseños, son prácticamente iguales —aclara Nevado—. Hay mucha lectura de eso que dicen de que el medio es el mensaje: hay mucho medio en las fotos, hay mucho diseño, materiales, ropa, cómo viste la gente, cómo son los coches… A medida que el tiempo vaya pasando, yo creo que eso se va a enriquecer. Nosotros decimos que es una foto de larga exposición de un país entre 2020 y hasta que acabemos, porque vas viendo cómo va cambiando todo eso».
Y, claro, las lecturas que se pueden hacer de todo el conjunto son múltiples. Para Irene Luna, el de Fotoenmatón es un proyecto a contracorriente del capitalismo, en términos genéricos. «Las fotos no son bonitas, la calidad es mala, no elegimos el encuadre, no elegimos si pasa alguien; tienes tú que desplazarte a hacer la foto a un pueblo de Teruel o una gasolinera en medio de Teruel… Bueno, es que hasta nos hemos comprado un coche. De segunda mano, muy barato, pero nos lo hemos comprado. Así que no es que no ganemos dinero con este proyecto, es que lo perdemos a cubos. Pero esto también nos parece muy interesante, porque creas desde un punto mucho más libre, mucho más diferente».
Ampparito lo define como la antítesis de un móvil. En la fotografía analógica de hace 30 o 40 años, quien hacía la foto estaba obligado a pensarla primero, a tomar la decisión de qué instantánea quería tomar. Hoy esa toma de decisiones se posterga a después de haber tomado muchas de un mismo escenario. Fotoenmatón «era, de repente, otra vez, esa vuelta a cuando revelabas un carrete y te preguntabas qué había salido. Tiene ese punto de no poder decidir, de que está por encima de ti. Un poco como cuando vienen los Reyes Magos, con la emoción de la sorpresa», explica el artista.
«Esto también te reconcilia con el método, a pesar de que nosotros no lo vemos como un proyecto fotográfico. Lo que nos parece más interesante es esa búsqueda de la antieficiencia: hacer fotos que son muy deficientes, de una manera muy deficiente, usando lo de máximo esfuerzo, mínimo resultado, como decimos nosotros», concluye.
Por eso les gusta hablar del proyecto como de un camino, aunque sea, afirman, un concepto supermanido del arte. Porque lo más interesante del proyecto para ambos son las cosas que les van ocurriendo y que no se muestran. «A mí eso me reconcilia un poco con el mundo y con la vida, que esa salida sea ir a un pueblo a tomar una muestra de la realidad, que es así como lo vemos, y te vas. Y así continuamente. Es como un peregrinar, como un Camino de Santiago loco de ir dando vueltas por sitios a los que nadie iría», aclara Ampparito.
Capítulo 5. La meta ¿cercana?
Pensado más como un reto, una apuesta contra sí mismos, no estaba en los planes de esta pareja de artistas exponer las fotos de Fotoenmatón. Primero, porque son tantas (ahora, con solo una cuarta parte de la ruta de los fotomatones completada, tienen más de 700 imágenes) y con un formato tan peculiar, que resulta muy difícil planificar un espacio y la exposición en sí.
Pero la oportunidad se presentó de la mano de dos coleccionistas de arte, José Trujillo y Elsa Aparicio, que les ofrecieron mostrar su trabajo en OTR, el espacio que ofrecen a artistas emergentes, con proyectos no comerciales que no tendrían cabida en otras galerías.
«Dijimos que sí a lo de hacer la expo en OTR porque nos parecía igual de honesto que el proyecto —explica Irene Luna—. Su punto de vista coincidía con el nuestro: nuestra función no es que aquí nadie gane dinero. A Jose le encantó el proyecto y nos dijo: “Quiero que lo mostréis como vosotros queráis. Yo os ayudo económicamente para la producción y os traigo gente”. Nos pareció que hablábamos el mismo lenguaje».
El primer paso fue elegir entre las muchísimas fotografías que habían guardado en álbumes. Seleccionaron 160, y, aun así, parecían muchas. Su temor era cansar al espectador.
«Estuvimos dándole muchas vueltas a cómo exponerlo porque era muy importante que todas las fotos tuvieran la misma lectura. Por eso no hicimos pisos. Decidimos hacer una línea horizontal donde estuviera iluminada solo esa foto que mirabas». Una especie de scroll, pero en horizontal, que coincidía también con el propio formato de las fotos.
En los fotomatones, suele haber dos opciones: una tira vertical de 6 fotos carnet, y otra opción pensada para que dos personas se tomen una foto y luego se la repartan. Ellos eligieron esa segunda, en principio, porque era más barata (2 euros frente a los 6 de las fotos carnet), pero también porque el formato retrato, pero apaisado, les encajaba mejor.
«Tienen esa cosa de ser horizontales en lugar de verticales, como tienen los móviles. Esa cosa vertical te da la sensación de que siempre va a venir algo. En cambio, el horizontal es un formato que es para admirar, como más pausado, frente al vertical, que es dame más, dame más… El horizontal es más como una panorámica, de estar sentado y mirando», explica Ampparito.
¿Tendrá fin Fotoenmatón? Si se atienen a completar la ruta de estas instalaciones por todo el país, es lógico pensar que sí. Pero tanto Irene Luna como Nacho Nevado sienten una especie de síndrome de Estocolmo hacia su proyecto. Ellos se agarran a la esperanza de que siempre habrá un fotomatón nuevo ubicado en un nuevo lugar que no les quedará más remedio que volver a visitar.
En el fondo, saben que no podrán dejarlo. Como explica Ampparito, «es como un método de vida, no es para nada una penitencia, sino que hemos aprendido a disfrutarlo». Lo interesante para él es ver la evolución que tendrá todo esto cuando pasen los años, «ver cómo han ido variando los formatos, las calidades, cómo llegará un momento en que no te den físicamente la foto, sino que sea ya todo digital y te la envíen a tu correo».
Quizá, como bromea Luna, sea la obsolescencia la que ponga fin a Fotoenmatón. O tal vez, desea Nevado, solo vaya mutando, quién sabe. Ahora, cuando están metidos en una rutina de trabajo con fechas de entrega, con briefings que cumplir, con trabajos repetitivos…, un proyecto como este les sirve de desconexión, de motivación. Aquí no tienen que estar pensando en cómo hacerlo, cómo plantearlo y cómo llevarlo a cabo. Simplemente van y recogen el fruto, van y recogen el fruto, van y recogen el fruto…. Y eso, dice Ampparito, «tiene una dinámica muy relajante, desde el punto de vista creativo».