Durante mi adolescencia, no era chico de fiestas. Lo que puedes esperar de un quinceañero durante un fin de semana no lo encontrarías en mí.
Yo iba al cine. Tanto como mi economía me lo permitía. E iba solo porque el resto de mis amigos hacían lo que se espera de un quinceañero durante un fin de semana.
Tanto iba al cine de mi ciudad que me acabaron contratando años más tarde para echarles una mano.
El chico para todo: vendía entradas, las picaba, acomodaba con una linterna a quienes llegaban tarde, vendía palomitas, me las comía, cambiaba los carteles de cine por los próximos estrenos… y, sobre todo, veía la misma película que programaban en ese cine de única sala.
Terminaba aprendiendo de memoria los diálogos, los planos, la banda sonora y las reacciones del público.
Me gusta pensar que durante aquellas tardes y noches en ese cine se fue cimentando todo ese imaginario visual que años más tarde acabaría saliendo a través de las historias que ahora contamos en People.
Muchas de estas referencias son conscientes. Ves una escena en una película o serie y la estudias para poder hacer algo similar cuando encuentres una ocasión ideal para aplicarla. Pero la mayoría de referencias están en el subconsciente, se quedaron grabadas ahí y han sido reproducidas de manera casi automática cuando la situación se ha presentado.
Esa pasión por el cine y la fotografía de boda confluye en este tipo de imágenes que os muestro ahora y en proyectos como (500) Podcast Juntos, un programa donde fotógrafos de videógrafos de boda hablamos de cine y series. Nada de bodas. Porque hablando de las cosas que te gustan puedes conocer un poco mejor quién eres.