¿Cómo ha evolucionado el salón de casa en los últimos 400 años?

La historia del tiempo reposa en una sala de estar. Los muebles y objetos de decoración documentan una época y cuentan mucho de lo que entonces hacían sus habitantes. Eso es lo que muestra el Museo Geffrye de Londres y lo hace mediante un recorrido por las casas típicas de esa ciudad desde 1600 hasta la actualidad.
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Entrada y salón de casa. 1630. Imagen de Chris Ridley

A principios del siglo XVII la entrada era el lugar de reunión de la familia. Ahí comían, cuidaban de los niños, leían, charlaban… Era un espacio preparado para todas estas actividades y, a la vez, donde recibían a las visitas. Normalmente estaba situado en la primera planta. Abajo quedaban la cocina y el baño.
La sala que representa un hogar inglés de 1630 está basada en un boceto que hicieron en el siglo XIX de una casa situada en Aldersgate Street. Era una de las pocas viviendas de la época que habían sobrevivido al gran incendio de Londres de 1666.
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Sala de estar. 1695. Imagen de Chris Ridley

El incendio que devastó Londres en 1666 supuso un cambio en el uso de las habitaciones. En las nuevas viviendas, el centro de la vida familiar se trasladó de la entrada a una sala de estar. Ahí comían, se reunían y recibían visitas, pero desde entonces pasó a ser un espacio más privado y menos bullicioso que el hall.
Esta sala es una copia de una casa construída en 1686 en Denmark Street, en el Soho de la capital británica.
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Sala de estar. 1745. Imagen de Chris Ridley

La vida familiar seguía girando en torno a la sala de estar. Lo que cambió en el XVIII respecto al siglo anterior fueron los muebles y un nuevo elemento que se introdujo en las reuniones sociales: la cortesía. La conversación, la postura, el modo de comportarse, la forma de servir el té… Todo estaba envuelto ahora en un nuevo código que, bien usado, elevaba a la elegancia o, ignorado, arrastraba hasta la vulgaridad.
Oriente conquistó el gusto de la clase media inglesa. Muchos de los elementos decorativos de sus hogares procedían de Japón, China e India. Eran sus tazas de té, jarrones, vajillas… Originales o copias.
Es también la época en la que empiezan a construirse chimeneas para calentar la habitación. Esta sala de estar está basada en casas de Meard Street y Covent Garden construidas en 1732 y habitadas durante las décadas siguientes por artesanos, artistas y personas de negocios.
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Sala de estar. 1970. Imagen de John Hammond

El siglo de las luces no solo revolucionó la cultura. Entró también en la sala de estar. Las estancias se llenaron de luz y claridad. En los diarios y las cartas hablaban a menudo de espacios pulcros, limpios, ordenados… Los colores claros se impusieron sobre la sobriedad, y las paredes oscuras quedaron escondidas detrás de luminosos papeles tapiz.
Oriente seguía de moda. Muchas casas optaban por adornos de Oriente Medio y ponían alfombras turcas bajo sus pies. Esta sala es una réplica de la habitación principal de una casa de 1780.
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Salón. 1830. Imagen de Chris Ridley

El hogar dejó de ser un refugio. La sala principal de reunión de la familia empezó a mirar a la calle. En el salón o drawing room abrieron grandes ventanas hasta el suelo o pequeños balcones. Las cortinas decidían cuándo el espacio era privado y cuándo se asomaba al exterior.
El término parlour (sala de estar) cayó en desuso y se sustituyó por drawing room. Esta expresión es una forma abreviada de withdrawing room (sala para retirarse). Así llamaban a la habitación donde se retiraban las clases altas después de cenar en el siglo XVII. Un siglo después esta costumbre se impuso también entre las clases medias y ese espacio, además, adoptó una nueva función. Las mujeres pasaban allí gran parte de su tiempo dedicado a leer, coser, pintar o tocar algún instrumento de música.
En esa época se utilizó por primera vez la expresión ‘decoración interior’ y se acentuó el interés por que hubiera una armonía entre todos los elementos de la estancia.
Esta sala copia una casa de unos adosados en Clapham, al sur de Londres.
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Sala de estar. 1870. Imagen de John Hammond

En el siglo XIX el trabajo y el hogar dejaron de compartir edificación. El lugar de residencia se desplazó a las afueras de la ciudad y el espacio de trabajo permaneció en el centro. Los desplazamientos, cada día, se hacían en carroza, tranvía o tren.
En la entrada de la casa se situaba la habitación de estar. Era ahí donde la mujer de la casa pasaba más tiempo, y ahí también donde recibía a las visitas. La estancia se convirtió en el escaparate del hogar, el lugar para mostrar, y por eso era la habitación más cuidada y más atenta a las modas y tendencias del momento.
El estilo victoriano se impuso y todas las salas de estar solían estar muy recargadas. Muchos de sus muebles eran de producción industrial y otros, hechos a mano. La decoración, a menudo, era artesanal. Especialmente, las elementos de tela y croché que acompañaban a las mesas y asientos.
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Sala de estar. 1890. Imagen de Chris Ridley

A finales del XIX la belleza por la belleza se impone. El gusto por el arte y diseño entra en los hogares, y se produce una reacción contra el gusto generalizado de la época anterior. Es entonces, en la época victoriana, cuando surge el movimiento artístico que antepone la estética a cualquier argumento político o social.
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Sala de estar. 1910. Imagen de Chris Ridley

La electricidad entra en casa. A partir de entonces a cualquier hora habrá luz. No solo artificial. En la construcción se aseguran de que el sol entre en casa a través de ventanas francesas, con acceso directo al jardín. Los techos bajan y predomina el gusto por el Art Nouveau.
Los muebles son más funcionales, más cómodos, y están pensados para un uso diario. El drawing room se convierte en el living room o sitting room. Ya no es un lugar decorado para recibir a las visitas. Ahora es un espacio amable y relajado para descansar.
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Sala de estar. 1935. Imagen de Chris Ridley

En Londres empieza a crecer la población urbana y a escasear el suelo. Los apartamentos sustituyen a las casas y en ellas viven, sobre todo, personas solteras o parejas sin hijos. Los pisos son pequeños pero están muy bien equipados. En la década de los años 30 disponían ya de agua caliente, calefacción central y electrodomésticos.
Las ventanas son amplias en busca de luz natural. Desaparece el papel pintado y ahora, en su lugar, se pinta la pared. Los tonos son claros, para acentuar la luminosidad, y desaparecen muchos muebles para acentuar la sensación de amplitud de la habitación. En el mobiliario también suelen optar por tonos claros: verdes, naranjas y beiges pálidos.
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Sala de estar. 1965. Imagen de Chris Ridley

La televisión destrona a la chimenea. La sala de estar de la casa gira ahora en torno a la pantalla. Esa habitación es el comedor, el lugar para trabajar y el espacio de ocio.
El estilo escandinavo predomina en los hogares londinenses y, en general, en las casas de Occidente. Los muebles son sencillos, con pocas florituras, y están hechos de materiales fáciles de limpiar. Las paredes son blancas para dar amplitud a la habitación y el suelo es de parqué.
En esta época entran en las casas las mesas bajas. Les han acortado las patas para que la mesa no se interponga entre el sofá y la televisión. Y es ahí también donde se ponen las revistas y las bebidas.
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Loft. 1998. Imagen de Chris Ridley

En los años 70 muchos almacenes del siglo XIX en las ciudades de Londres y Nueva York se convierten en viviendas. Son los lofts, y ninguna pared separa la cocina del comedor ni la sala de estar. Todo está en un mismo espacio abierto.
El suelo sigue siendo de madera, y en la decoración, en su mínima expresión, entran colores vibrantes y atrevidos. Esta disposición es la más habitual hoy en el centro de Londres.

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Patrick Thomas

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