São Paulo es la ciudad principal de Brasil, con 11,89 millones de habitantes. En esta urbe desmedida todo resulta desproporcionado: desde las filas para ir al cine o a una exposición, hasta la cantidad de seres humanos que circulan por los pasillos del metro en la hora punta.
Siguiendo su estela de grandiosidad, el Ayuntamiento de la metrópoli acaba de inaugurar el mayor grafiti de América Latina: 15.000 metros cuadrados de pintura, repartidos en 70 muros da Avenida 23 de Mayo, en frente del Museo de Arte Contemporánea (MAC).
Más de 200 artistas han participado en esta hazaña pictórica, en la que alguien ha decidido hacer un homenaje a Picasso. El proyecto tiene 5,4 kilómetros de extensión y, muy lejos de ser multado, tiene la bendición del propio Ayuntamiento.
«El grafiti de São Paulo es respetado por los brasileños y en el extranjero. Estamos abriendo el eje principal de movilidad de la ciudad, el corredor Norte-Sur, al arte urbano, con el apoyo del Ayuntamiento, en un diálogo con la ciudad y con los comisarios del proyecto, con el fin de hacer nuestra vida más agradable», ha dicho el alcalde Fernando Haddad.
Dicho sea de paso, Haddad es el alcalde más amado (por los progres y los jóvenes) y más odiado (por los conservadores) que ha tenido São Paulo en muchas décadas. Su proyecto estrella: introducir en este monstruo congestionado de tráfico una amplia red de 400 kilómetros de carril bici, una decisión que le va a costar la reelección.
Por lo pronto, el maxigrafiti ha sido inaugurado el domingo pasado con una procesión en bicicleta, en la que han participado más de 100 personas, con alcalde incluido. Muy al estilo de Haddad, que quiere humanizar la ciudad introduciendo wifi libre en las plazas, y regularizando la venta ambulante de comida y la labor de los artistas callejeros.