En este libro se entra por la recepción. Ahí está Wes Anderson, con la cámara en la mano y el culo en el suelo. Hay una especie de carné de identidad con los datos que le gustan a la policía (nombre, fecha de nacimiento…) y con los datos que le gustan a los cotillas (vegano, odia los aviones…).
En la recepción de El Gran Hotel Wes Anderson está también Nuria Díaz. Ella es la arquitecta que ha construido este hotel y la guía de esta visita que, sala por sala, va explicando los detalles de las películas del cineasta: la estructura, el vestuario, la música, el color, la colección de gafas, gorros y bigotes de sus personajes.
En este hotel de la editorial Lunwerg no se esperan lectores; reciben huéspedes que asistirán a un curso de cine y, a la vez, a la proyección en papel de la biografía del guionista y director de cine de Texas. En la primera habitación está su infancia. Ahí se encuentra el pequeño Wesley que a los 8 años empezó a hacer una serie de películas mudas con la cámara de Super-8 de su padre. Esa ha sido su escuela: trastear, probar, leer, ver películas hasta hartarse… Nunca fue a una escuela de cine; es autodidacta.
Nuria Díaz también se ha hartado de ver películas: las de Wes Anderson. El Gran Hotel Budapest, Isla de perros, Fantasctic Mr. Fox, Rushmore, Viaje a Darjeeling… Secuencia a secuencia, escena a escena; una vez, dos, tres… ochenta y cinco. Así es como ha ido descubriendo las obsesiones, las repeticiones, las razones invisibles del porqué de cada decisión del tejano.
Ha visto esas cosas que pocos ven cuando ven la película. Que «los colores del vestido de Suzy, en Moonrise Kingdom, van cambiando a lo largo del film para mostrar un cambio en su personalidad». Que «utiliza mucho los grandes angulares para encuadrar a los personajes y filma en soporte analógico de 35 mm, excepto en las pelis de animación».
—¿Cuántas veces has visto sus películas?
—Empecé a verlas una tras otra. Pero cuando comencé a hacer el libro, las veía a cachitos. Me iba parando escena en escena —cuenta Díaz—. Siempre las tenía de fondo en el ordenador mientras iba escribiendo.
La ilustradora dedicó cinco meses a documentarse. Veía sus películas, leía sus entrevistas, lo buscaba en Youtube… Fue entonces cuando decidió la estructura: sería un hotel y en cada sala hablaría de un aspecto de su vida y su obra.
—¿Por qué un hotel?
—Porque en las películas de Anderson todo está dentro de otro elemento. Tenía mucha lógica que fuera un lugar donde estuvieran todas sus cosas. Así es muy fácil ordenar la información y me gusta que todo esté ordenado.
Poco más podía aprender ya Díaz de Anderson. Ahora tocaba escribir pero entonces… costaba… lo retrasaba…
—El texto me llevó la vida —exclama—. A mí que me den lo que sea para dibujar, pero no estoy acostumbrada a escribir.
Hasta que un día abrió el Word y las palabras empezaron a correr por la pantalla. Ahí volcó, con un orden ejemplar, todo lo que había aprendido sobre el cineasta. «La gente conoce lo mítico de Wes Anderson, pero no sabe cuáles son sus influencias ni por qué su cine es así. Eso es lo que nosotros queríamos contar. Así se entienden mucho mejor sus películas», indica la ilustradora. «No había ningún libro en España sobre su trayectoria, su forma de trabajar y sus obras. Por eso decidimos publicar este. Y queríamos que fuera muy visual y muy fácil de leer».
—Dices que Wes Anderson es un personaje en sí mismo.
—Sí. Es una persona muy tímida. Yo pienso que se creó un personaje para salir de situaciones que le incomodan. En las entrevistas nunca lo ves tranquilote —indica Díaz—. Siempre viste igual. Siempre lleva un traje de pana y botines Wallaby. Nunca cambia de peinado. Lleva una media melenilla como de paje. Parece un hombre salido de los años 70.
Durante la estancia en el hotel, cuando el huésped está en la habitación de «Una oda a los raros», puede ver un cartel colgado en la pared que dice: «Quizá todos vivamos un poco en una peli de Wes Anderson».
—¿Qué te ha hecho pensar así?
—En todas sus películas hay conflictos entre todos los personajes; tienen movidas entre sí. Eso es un reflejo de nuestra vida. Todos podemos vernos en cualquiera de sus personajes. Al principio, alguno de sus personajes te puede producir un poco de rabia, pero después le coges cariño porque lo acabas comprendiendo. Pobriño…
El último lugar donde puede entrar el huésped de este hotel es el área de descanso. Nuria Díaz le ha preparado varios juegos y ha colocado un expositor de postales de las películas de Anderson. Y como ella ya ha construido su Gran Hotel Wes Anderson, deja en esta sala un diorama para que los demás se puedan construir el suyo. Incluido a Wes en su silla roja de director.