Emprendedor y emprender. Son, quizá, dos de las palabras más denostadas del momento. Despreciarlas es el nuevo deporte nacional y no es difícil entender por qué. Han sido utilizadas para crear esperanzas poco realistas entre los ciudadanos. Han sido un instrumento para delegar las responsabilidades del Estado en aras de que vendrán “los emprendedores a solucionarlo”. Se ha empleado para hacer autobombo del político de turno que busca empaparse del halo de supuesta modernidad que rodea este término. Han servido de reclamo de marketing para promocionar saraos que cobran 500 euros por barba en el que los verdaderos emprendedores brillan por su ausencia. Todo apunta a que será la palabra más odiada del año 2013.
[pullquote]Los medios asocian ser empresario con los representantes de la CEOE que vemos frecuentemente por la televisión, esos personajes oscuros, engominados que parecen salidos de Cuéntame.[/pullquote]
Sin embargo, su desprestigio no debería invalidar la creciente necesidad de promover la idea de montar algo como una opción tan valida como ser médico o abogado. Una opción profesional que muchos de nosotros ni siquiera contemplábamos porque crecimos en un sistema educativo orientado a formarnos para trabajar en una gran empresa.
La imagen difundida por los medios de comunicación no ayuda. Se sigue promoviendo una visión anticuada de la empresa y los empleados. El empresario se acaba asociando con los representantes de la CEOE que vemos frecuentemente por televisión, esos personajes oscuros, engominados que parecen salidos de la serie Cuéntame.
Las declaraciones de estos sujetos no ayudan cuando utilizan frases del tipo: “Tenéis que trabajar más por menos, mirad a los chinos”, como si lo único que importase fuese el número de horas que echas en vez de la productividad.
Se promueve una dinámica en la que el trabajador debe dar gracias por estar allí en vez de fomentar acuerdos entre iguales en los que todo el mundo sale ganando.
Por eso, ha llegado la hora de darle la vuelta al término emprender en vez de asociar montar una actividad con aspirar a ser Díaz Ferrán.
– Deberíamos relacionarlo con personas como Som Energía, que trabajan de forma colaborativa para crear alternativas a las grandes eléctricas.
– Deberíamos pensar en Alegria Industries, que han encontrado una oportunidad en la menguante industria textil de Alicante para diseñar y vender sombreros de calidad y que han recuperado los muñecos de futbolín de una manera creativa.
– Deberíamos acordarnos de Domanises, que lucha cada día por dar valor a la cerámica en un mundo cada vez más industrializado.
– Deberíamos considerar emprendedores a grupos como Fundación Civio, que ha creado una organización que lucha cada día por hacer más transparentes las instituciones en España.
– Deberíamos mirar a personas como Antonio Serrano, que a sus 57 años se ha reinventado con una marca de muebles hechos en España.
– Deberíamos pensar en personajes como Romero, el vendedor de jamón y queso en el mercado de Antón Martín que pone un cuidado meticuloso a sus productos y se desvive por sus empleados y clientes. Y que, hace pocos meses, empezó a vender sus jamones en Japón.
– Deberíamos pensar en la multitud de publicitarios que se han lanzado a la piscina en los últimos años para crear pequeñas agencias que intentan dignificar el trabajo de esta profesión tan maltratada en los últimos años por multinacionales que solo piensan en cumplir con los números que les imponen sus matrices en Nueva York o Londres.
– Deberíamos recordar el ejemplo de Mongolia, que han demostrado que es posible crear un medio satírico de alcance nacional sin tener que depender de un gran grupo mediático.
– Deberíamos pensar en las personas que han creado un nuevo modelo de comercio en el mercado de San Fernando (Madrid), en el que lo que importa son las ideas en vez de quién tiene la concesión con el gobierno local.
– Deberíamos pensar en esos ingenieros y programadores que trabajan para crear startups, aplicaciones y webs que dan trabajo a muchísima gente.
– Deberíamos pensar en iniciativas como el Campo de cebada, un ejemplo increíble de colaboración vecinal para recuperar el espacio público.
– Deberíamos pensar en Will Ruddick, que creó una moneda hiperlocal en Bangladesh (Kenia) que ayudó a aumentar el comercio local en un 22%. Su «osadía» lo ha llevado a estar perseguido por la justicia.
– Y los miles de ejemplo que suceden cada día que empoderan a los ciudadanos que deciden tomar la inciativa. Habría que celebrarlo y promoverlo por mucho que el circo emprendedor nos dificulte verlo. Los países más sólidos económicamente se sostienen gracias a sus pequeñas y medianas empresas. Todas han sido creadas por emprendedores o como queramos llamarlo.
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Facilitar la vida a quien quiera montar una actividad no significa aceptar las nociones más descarnadas del capitalismo estadounidense
[/pullquote]La alternativa es delegar todo a las multinacionales y dejar que llenen las ciudades de sus tiendas, sus marcas, sus productos. Que la estandarización se apodere de nuestras urbes. Que los ritmos cortoplacistas de la bolsa marquen nuestro camino para exprimir hasta el último centavo en beneficio de unos pocos. La clave, como todo, estará en el equilibrio.
Por mucho que los políticos se empeñen en decir que apoyan a los emprendedores, la realidad cruda es que en muchos casos nunca ha estado tan difícil. Entre los problemas de crédito y el afán recaudatorio de las administraciones crear una empresa se vuelve muy complicado. Por eso se hace necesario no dejarse llevar por la ola ‘odiosa’ de emprender y tener una visión más sosegada sobre este asunto.
Facilitar la vida a quien quiera montar una actividad no significa aceptar las nociones más descarnadas del capitalismo estadounidense. No significa renunciar a un estado de bienestar razonable. En muchos casos puede ser la vía para rescatarlo ya que las pequeñas y medianas empresas defraudan mucho menos que las grandes multinacionales. Podemos aprender de algunos aspectos positivos de Estados Unidos sin copiar los aspectos negativos.
Llegado a este punto, ¿deberíamos borrarla de nuestro vocabulario? ¿Qué alternativas proponéis?
Quizá no haga falta llevar a cabo ninguna de las dos cosas. Se puede seguir usando la palabra siempre sin perder nuestra capacidad crítica.
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Foto Globos: John H White