Un vehículo pasa cada mañana, sobre las 8.45, por alguna de las paradas de autobús del municipio de Las Rozas. El conductor se quita las gafas de sol para no dar miedo, baja la ventanilla, mira a los que están esperando y pregunta: «¿Alguien se viene conmigo a Madrid?». Y todos los días hay alguien que acepta, sube al coche y así, Gonzalo Urbez, puede conducir por el bus-VAO para llegar antes a la ciudad.
Este publicitario lleva un año invitando a desconocidos a montar en su automóvil para poder usar este carril. El bus-VAO está destinado exclusivamente a vehículos en los que viajan, como mínimo, dos personas y eso hace que, por lo general, haya muchos menos automóviles por esa vía y el tráfico sea más fluido.
«Antes iba a trabajar en transporte público, pero tenía que coger el autobús, el metro y el coche. Tardaba muchísimo. Entonces decidí ir solo en coche, pero pasaba mucho tiempo atrapado en atascos. Iba solo en mi vehículo y, desde la ventanilla, veía pasar a los automóviles del bus-VAO a 120 kilómetros por hora», relata este director creativo de Ogilvy. «La propia lógica me llevó a invitar a otras personas a subir a mi coche y poder usar el carril».
Hace un año, el publicitario pensó: «La gente ya la tengo. Está ahí, en la parada de autobús», y al poco, empezó a detenerse en las paradas para ofrecer los asientos libres de su coche. Desde entonces, todos los días recorre los 20 kilómetros entre Las Rozas y Madrid con alguna persona al lado que no conoce de nada. Lo lleva hasta Moncloa, una de las principales entradas a la ciudad, o hasta otro lugar que vaya bien al pasajero si está en la ruta de Urbez.
«Mis amigos, cuando les conté la idea, me preguntaban: ‘¿Te atreves? Te van a matar’. Y yo decía: ‘El miedo lo tienen que tener los de la parada. Yo, no’». Pero lo sorprendente, comenta el publicitario, es que nadie tiene el mínimo pavor. «Al principio, cuando alguien se subía al coche, yo le preguntaba: ‘¿No te da miedo?’. Y todos me decían que no. Es curioso cómo hemos roto con la advertencia que nos hacían nuestros padres de no montar en el vehículo de un desconocido».
El coche de Urbez, de todos modos, no es ningún escenario tétrico. En la parte de atrás, hay dos sillas para niños. Aunque esa imagen paternal podría ser solo una apariencia. El publicitario cuenta que les dice a sus huéspedes de media hora que eso no significa nada: «Las sillas se las venden a cualquiera».
Al cabo de los meses, el publicitario empezó a hacer una foto a todos los que viajaban con él a Madrid. «Pensaba que les podría sorprender, pero casi todos lo veían con normalidad», comenta. «Luego pensé en crear un perfil en Instagram para publicarlas ahí. Siempre pido permiso y a todos les parece bien».
Urbez ha puesto nombre a su labor de recogida de pasajeros. Lo llama ‘Historiasdelbusvao’ y cada día publica en Instagram y Facebook una foto del invitado junto a un texto donde cuenta algo de ese encuentro. Además, para hacerlo más profesional, ha impreso unas tarjetas de visita. «Es muy interesante. Conoces a personas muy distintas, que te cuentan lo que hacen y aprendes mucho. He viajado con un ingeniero de materiales, un pianista, una bailarina de danza clásica… Y, además de pasarlo bien, te quitas el atasco», comenta. «Un día subió una chica. Fue callada todo el viaje y antes de bajar me preguntó en qué trabajaba. Le dije que era director creativo de una agencia y se puso muy contenta porque estudiaba publicidad. Entonces la invité a que viniera a ver cómo grabábamos una cuña de radio. Eso no hubiera ocurrido si no hubiese montado en el coche».
Desde el aparcamiento de su casa hasta la carretera que lo lleva a Madrid hay cuatro paradas de autobús. En un día corriente siempre hay alguien ahí a quien preguntar si quiere transporte gratis para completar el cupo mínimo de dos pasajeros en el bus-VAO. Pero hay días en que boicotean su plan. «Mi principal enemigo es el autobús. Si va delante de mí, lo limpia todo. Va llevándose a la gente de las paradas y entonces tengo que dar una vuelta a la manzana y esperar a que llegue más gente», relata.
El publicitario jamás pide una compensación económica pero, según cuenta, alguna persona se ha empeñado en dejarle el dinero del billete del autobús que tenían preparado.
–Que no, que no. Que no me pagas nada –dijo una vez Urbez.
Pero el chico le arrojó las monedas en el hueco de las marchas y se fue corriendo.
Un coche para y te dice: «Te llevo gratis a Madrid y así voy en el bus-VAO»
