El increíble hombre menguante y el arte mirar las cosas pequeñas

23 de noviembre de 2016
23 de noviembre de 2016
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El increíble hombre menguante fue la primera película que recuerdo haber visto en televisión. Tenía entonces 11 o 12 años. Días después, leí la novela. La primera novela que recuerdo haber leído fuera de los planes escolares. Han pasado más de 30 años hasta ver la película por segunda vez y, sin embargo, ha vuelto a fascinarme.

La historia de Scott Carey es la de un hombre corriente cuyo mundo se desmorona tras haber sido expuesto a una nube tóxica. Richard Matheson escribe la historia de Scott dos veces: en una novela y en un guion que dirigirá el competente Jack Arnold para Universal Studios en 1957. Matheson retrata la odisea de Carey del mundo visible al mundo subatómico como una tragedia con un final catártico tan inevitable como necesario.

Para algunos críticos El increíble hombre menguante expone el miedo a la energía nuclear. Matheson publicó la novela en 1956, dos años después de que Estados Unidos detonara en el atolón de Bikini una bomba de 15 megatones (7000 veces más potente que la bomba de Hiroshima) que contaminó 11.000 kilómetros cuadrados. Podemos apreciar una ligera ligera crítica de Matheson a las armas atómicas, pero la nube tóxica es un punto de partida para narrar la aventura de Scott Carey.

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Plano de El increíble hombre menguante.

Para otros críticos, es una metáfora de la pérdida del poder del hombre frente a la mujer a finales de los años 50. Argumentan que Scott pierde las características masculinas a medida que empequeñece. La esposa mantiene la casa y él acaba confinado en una casa de muñecas antes de que acabe por desaparecer.

Pero Matheson no refleja una lucha de sexos sino la tensión que se crea entre dos personas que conviven cuando las circunstancias se alteran y uno o ambos no las aceptan. Que estas personas estén casadas intensifica el drama. El matrimonio feliz compuesto por Scott y Lou se desintegra a marchas forzadas contra la voluntad de los personajes. La estancia de Scott en la casa de muñecas debe entenderse más como una etapa de apartamiento del mundo material antes de integrarse con el mundo subatómico donde alcanzará la paz.

Adaptar a la pantalla la novela de Matheson presentaba un peligro: que el público no creyera la transformación de Scott. Los lectores traducen las palabras con la imaginación. El espectador carece de esta posibilidad. Está obligado a aceptar o rechazar la propuesta del cine.

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Rodaje de El increíble hombre menguante.

Por suerte, el paso al papel de la novela contó con un equipo que supo aprovechar los 750.000 dólares de 1957 como presupuesto. Otra película del mismo año fue 12 hombres sin piedad que costó 340.000 dólares filmada en una localización y con un plano exterior, y sin efectos especiales. También el mismo año, el western Duelo de titanes (Gunfight at the OK Corral) contó con un presupuesto de 2 millones de dólares a pesar de ser filmado en localizaciones utilizadas para otras películas del género.

El equipo de diseño y decorados de El increíble hombre menguante se vio obligado a crear decorados completos y objetos que no tendrían más uso que en la película. El diseño de producción corrió a cargo de Alexander Golitzen y Robert Clatworthy, y los decorados creados por Russell A. Gausman y Ruby Levitt (los tres primeros trabajarían un año más tarde en la barroca Sed de Mal).

El actor Grant Williams en una imagen promocional de El increíble hombre menguante.
El actor Grant Williams en una imagen promocional de El increíble hombre menguante.

Por raro que parezca, quizá la precariedad de los efectos especiales de la época jugó en favor de El increíble hombre menguante. Donde hoy se utilizaría efectos generados por ordenador, en el Hombre Menguante se empleó modelos a escala cada vez mayores. A pesar de los 60 años transcurridos el mundo construido para Scott Carey es creíble porque reconocemos los objetos como realistas: tienen volumen e imperfecciones propias del uso cotidiano.

Jack Arnold (con chaqueta blanca) y Grant Williams en el rodaje de El increíble hombre menguante.
Jack Arnold (con chaqueta blanca) y Grant Williams en el rodaje de El increíble hombre menguante.
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Ant-Man

Por el contrario, la tecnología empleada en Ant-Man juega contra la credibilidad de la historia. La producción de Marvel Studios se grabó combinando macrofotografía, imágenes creadas por ordenador e imagen real sobre pantalla verde.

La macro-fotografía muestra de manera plana los mundos en los que el diminuto Ant-Man se mueve. El superhéroe no toma objetos gigantescos. En todo momento tenemos la sensación de que Ant-Man está superpuesto (como de hecho ocurre). La película de Marvel nos divierte si entramos en el juego, pero la irrealidad de los escenarios y objetos cotidianos nos aleja de los momentos dramáticos.

El actor Grant Williams en una imagen promocional de El increíble hombre menguante.
El actor Grant Williams en una imagen promocional de El increíble hombre menguante.

El increíble hombre menguante apenas utiliza un puñado de muebles y objetos cotidianos para crear la angustia de un hombre cuyo mundo se desmorona. Como señala Christopher Nolan: para que un sueño resulte más o menos coherente deben asentarse sobre escenarios lo más parecidos a la realidad. ¿Y qué más parecido que la realidad que maquetas a escala?

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Imágenes de El increíble hombres menguante propiedad de Universal Studios.
Imagen de Ant-Man propiedad de Marvel Studios.

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