Fuera del reino animal y del mundo humano habitan seres indescriptibles para la zoología y los antropólogos. La piel de estas criaturas es uniforme. Su tez es verde, celeste, rosa o amarilla. El pelo es azul, violeta o cereza.
Esta descripción no es más que una aproximación vaga, porque, en realidad, resultaría imposible hacer un bestiario exacto. A menudo, las cabezas ni siquiera son cabezas y su aspecto puede encontrarse en cualquier cruce entre animal, persona, alienígena o descabezado.
No tienen nombre. Hugo Sierra, el ilustrador que los dibuja, no muestra ningún interés en asociarlos a una palabra. Los deja que vivan sin muchos porqués. Igual que vinieron. El diseñador dice que no los ve en su imaginación antes de que aparezcan sobre el papel. Surgen mientras los ilustra. “Nunca empiezo a dibujar con una idea preconcebida. Cojo el rotulador y van saliendo en la hoja. Comienzo a hacer líneas y voy visualizando lo que hay alrededor”, indica el también músico y guionista. “Siempre me dejo llevar y, a medida que voy dibujando, van saliendo nuevos personajes”.
Esa falta de método y explicación racional lleva a Sierra a pensar que los personajes proceden de su inconsciente. De allí vienen en líneas vacías de color. Los tonos del dibujo son una negociación entre la máquina y el humano o, también, entre el ordenador y el diseñador. “Voy probando colores y los elijo en función de la sensación que me dan. Me gustan los tonos más llamativos y, a menudo, coloreo con rotulador”.
Hugo Sierra dibuja a mano, “con el punta fina”, y a veces —asegura— incluso se deja ver su pulso en las líneas de los personajes y sus alrededores. Ilustra sin ordenador porque así empezó. Con rotulador y en cubos de basura. “Empecé a dibujar por la calle. Y eso hace que aprendas a hacerlo muy rápido. Creaba personajes en casa y luego los replicaba, deprisa, en cubos y paredes”, cuenta. “Por eso siempre dibujo como un loco en la calle”.